CICLO
FESTIVO DE GÉNAVE
El llamado
ciclo festivo tradicional que cada año se celebra en la villa de Génave daba
comienzo en otoño, cuando finaliza la recolección de los cereales que regula la
vida y economía de la población. Aprovisionada la casa con la cosecha
de trigo y cebada, el dinero obtenido con la venta del grano sobrante y de los
cerdos y becerros en la feria, sirve para liquidar las deudas que durante el
año se acumulan en las casas, como eran las cuentas del médico, el practicante,
la tienda, carnicería, el herrero y el barbero, y asimismo se devuelven las
semillas prestadas y se pagan las demás trampas a los viejos prestamistas del lugar.
Un nuevo año
agrícola empieza con las primeras lluvias otoñales que hacen purgar la tierra
de las malas semillas antes de hacerse la simienza de las cebadas, trigos y
centenos. Los últimos rayos solares y la templanza de los días del mes de
octubre sirven de transición entre los calores estivales y los primeros fríos
invernales.
La vida
recogida del tiempo invernal empieza en noviembre con el homenaje familiar a la
memoria de los antepasados difuntos que se realiza en las tumbas de los cementerios y en los
hogares, donde durante todo el mes lucen las llamas oscilantes de las
mariposas, una por cada difunto. Pronto llega el esperado acontecimiento de la
matanza casera del cerdo para elaborar embutidos y proveer la casa de viandas
que cubran las necesidades de los miembros de la familia durante el año. Una
celebración que reúne en la matanza a los parientes de la familia, vecinos y
allegados, en un cónclave que constituye un verdadero rito del círculo afectivo
del hogar en que se materializa la cooperación en las tareas, el yantar, la
convivencia y diversión común de los presentes, que dura dos o tres días y fortalece
los lazos de armonía de familiares e invitados.
En otoño e invierno llega la hora de
utilizar el fuego, representado por las luminarias y castillos que se queman en
los cruces de las calles, donde se congregan los vecinos alrededor del
fuego,como ofrenda e instrumento preservador de males y desgracias que se
dedican a vírgenes y santos en busca de la protección de personas, animales y
bienes de la familia.
Sta. Águeda, del pecho; Santa Lucía, patrona de la vista; San
Blas de la garganta; San Antón de los animales.
Aunque no sea propiamente una fiesta, la
simienza del grano inicia el nuevo año agrícola, como una esperanza futura que
los campanillos que se cuelgan a asnos y mulos anuncian por las callejas del
pueblo, cuyo tintineo se confunde con el ruido metálico de las herraduras.
Antes de la Pascua , el almanaque
religioso prevee la celebración de las misas de alba, también llamadas misas de gozo o jornaditas, que durante nueve días tienen lugar en la iglesia en
conmemoración de la proximidad del parto de la Virgen ; una vieja costumbre
que dejó de hacerse antes de la guerra
civil.
La Pascua cierra el ciclo de
invierno, con la conmemoración del nacimiento de Jesús, representado por el
Belén parroquial y la misa del Gallo, el canto de villancicos y la ofrenda de
corderos y presentes al recién nacido que antes se hacían en la misa, mientras
el ambiente hogareño se limitaba a una velada familiar alrededor de la lumbre
donde, desde tiempos antiguos arde un tronco grueso de leña -el nochebueno-, cargado
de simbología. La jornada del 25 de diciembre era el Día del Nacimiento y única
jornada navideña en que no se trabaja en el campo, empezando al día siguiente los trabajos de la
recolección de la
aceituna. Aquellos días no faltaban los grupos de muchachas y
muchachos que piden aguinaldos por las casas, cantando coplas alusivas armados
de zambombas, panderos y botellas de cristal rizado.
La fiesta de
San Antón marcaba un hito importante en pueblos y aldeas como celebración
importante que duró hasta la década de 1960, cuando fueron desapareciendo los
animales de labor en las tareas del campo. Día festivo por excelencia para las
bestias de trabajo y para los campesinos, que se festeja con cuerva y rosas
hechas con panizo rosero. Por la mañana el tiro al gallo en las eras a la salida del pueblo, y a la tarde las
carreras de animales bien esquilados y enmantados –mulos y asnos-, cuyos
galopes hacían las delicias de hombres y mujeres que se reunían para presenciar el espectáculo por caminos y
calles.
Santa Águeda
–patrona de los pechos femeninos y lactancia de los recién nacidos- era otra
función litúrgica a la que asistían las amas de leche y mujeres que daban el
pecho a sus hijos con una velas encendidas, para pedirle salud pectoral y
abundante leche para amamantar a su hijos durante el tiempo acostumbrado, que
entonces se alargaba dos o tres años.
La semana del
Carnaval viene a poner un tinte de alegría y diversión entre la gente, con
burlas, escenas y canciones obscenas de personas disfrazadas que deambulan por
calles y plazas, sacando a relucir hechos y dichos de la localidad, que
terminaban con el entierro de la sardina y el lanzamiento al aire de peleles
que acaban descompuestos hechos tiras y capirotes.
A continuación
empieza la Cuaresma
con la imposición de la ceniza que recuerda el origen y el fin de la vida
terrenal, y vuelve a traer el rigor a la vida y costumbres con la llegada de la Semana Santa. Una
larga semana, donde una capa de luto y severidad cubre la vida del pueblo como
una losa. Días durante los cuales se cierran bares tabernas, guardas y
cazadores no pueden portar armas, los hogares se someten a una dieta
alimenticia sopesada y rigorista, donde faltan la carne, los embutidos, el pan
y otras viandas, como mandan la abstinencia y los ayunos decretados por la Iglesia , y hasta se
prohíbe el toque de las campanas y los juegos infantiles porque .
Largos sermones, confesión de los pecados por todos los
vecinos, asistencia de hombres y mujeres a los cultos y a los turnos de guardia
de vela ante el Monumento que conmemora la muerte del Señor, previamente
establecidos por las jerarquías eclesiásticas y civiles, que se convierten en
actos obligatorios para todos los habitantes, si quieren estar luego bien
vistos y cobrar los subsidios de los hijos o la paga de la vejez. Oficios y
procesiones, forman parte fundamental del clima funerario que reina los días
cuaresmales. La procesión del Silencio que sale de madrugada con el
Crucificado; la Soledad ,
el entierro de Cristo alumbrado con mariposas y lámparas que iluminan las
calles del recorrido. Y el domingo de Resurrección la procesión del Encuentro
que escenifica el hallazgo por la
Virgen del hijo muerto una vez resucitado, y que los fieles contemplan entre la
admiración y el asombro, reviviendo el acto en una plaza donde tienen lugar las
tres reverencias que manda la tradición entre las imágenes, tras las cuales los
presentes estallan en una ovación, con quema de cohetes y vivas a las imágenes,
mientras la banda de música interpreta el Himno nacional. El regreso de las
imágenes en un desfile único a la iglesia parroquial pone fin a la Semana Santa , que
concluye con los fieles endomingados dirigiéndose a los bares de la localidad
para festejar la buena nueva de la resurrección del Señor, y de la vuelta del
hombre a sus libaciones y trabajos un
año más.
Las lluvias de
la primavera traen el renovado estallido de la naturaleza, que emerge en el
agua incontenible de manantiales y fuentes, crecimiento de plantas o
hierbas y en la aparición de las
primeras flores silvestres. Con el buen tiempo llega el tiempo de la
celebración de dos fiestas paganas: una que pretende preservar a personas y
cosechas del mal y la adversidad, y otra que ensalza el amor entre los hombres
y mujeres de la localidad.
La
primera procura el renacimiento de campos y
personas, expulsando de nuestro entorno peligros y males encarnados en
los espíritus malignos que merodean a nuestro alrededor. El ritual pagano y
ancestral procedente de tiempos anteriores a la existencia del cristianismo, se
cumple el día de San Marcos con la expulsión del Diablo, que los vecinos llevan
a cabo en una jornada campera donde familias, grupos y pandillas comen, beben
y arrojan fuera del lugar simbólicamente
al Diablo, atando unas ramas de retamas que crecen en los campos, hecho que se
conoce como .
La segunda es la fiesta de los ramos el día
de San Juan de gran tradición hasta la guerra civil, donde la noche anterior
los mozos ponían a sus novias o jóvenes admiradas ramos de cerezas, flores y
frutos colgados en los balcones y ventanas de sus casas como señal del amor que
le profesan, que se convertían en ramas o palos secos y aún huesos para las
jóvenes que rechazaban a los pretendientes, llegando incluso a bromas aún más
pesadas. El temor que se impuso en la posguerra a cuanto fueran diversiones
públicas no autorizadas y la severidad moral ejercida por la Iglesia , dieron al traste
con su celebración y a la desaparición de los bailes populares sueltos, de gran
tradición en todos los pueblos.
En la época primaveral otras dos celebraciones religiosas
llenan el calendario festivo los días de la Cruz y el Corpus o día del Señor, que se definen por tener la vegetación como elemento
protagonista a tono con la primavera.
La primavera es también tiempo de romerías,
que antes bajaban cada sábado a la ermita de la patrona –Virgen del Campo-que
había al final de la calle del Barranquete, y el 20 de enero a San Sebastián,
cuya ermita estaba en la cuesta que hay al sur, más arriba del pueblo. La desaparición de las ermitas acabó
con las romerías durante más de un siglo. Hoy se ha reanudado tal costumbre con
la construcción en el paraje de Los Estrechos de una nueva ermita a 4 kms. de
la localidad adonde se lleva a la patrona el último domingo de mayo, regresando
el mismo dia a la parroquia después de pasar los fieles la jornada en el campo,
en una manifestación impregnada de un incipiente ambiente folklorista de
influencia sevillana, donde no falta la presencia de algún jinete a caballo ni
los improcedentes trajes de faralaes de niñas y mayores, que deslucen una
fiesta que debía popularizar el uso del traje típico serrano de la tierra.
Las
fiestas patronales, aunque tienen al patrón o patrona de la localidad como fin
oficial, su contenido se basa sobre todo en el cultivo de la afición taurina,
que se manifiesta en los encierros y corrida de animales por calles o plaza
despertando el entusiasmo popular, en vivencias que comienzan con anterioridad
con la asistencia de los aficionados en la dehesa al acto de apartar los
animales del resto de la ganadería, y aún en buena parte del trayecto campestre
que sigue el ganado hasta el pueblo.
En el campo de
las celebraciones populares habría que incluir también aquellas que tienen
lugar dentro del círculo familiar y su entorno, cuales son: el bautismo,
comunión, bodas y ritos funerarios, como
hechos relevantes que congregan en torno suyo a los miembros de toda la familia
y de amigos y vecinos.
Otras celebraciones cívicas, son las fiestas
de quintos, bailes privados, pasaron a mejor vida, con la supresión del
servicio militar de los varones y la proliferación de discotecas en la comarca.
La cuerva que
los grupos de amigos mayores y menores tomaban, la ha sustituido el botellón
que ahora practican los jovenzuelos agrupados a las afueras de las poblaciones
.
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