El ciclo festivo en Villarrodrigo
Breve reseña histórica.
Villarrodrigo está situado en el NE de la provincia de Jaén, limitando
con las provincias de Albacete y Ciudad Real. La extensión de su término
municipal es de unas 7.500 ha, y su
riqueza principal son los olivos y, a gran distancia, el ganado ovino. La
superficie dedicada al olivo ha crecido en los últimos 15 años
considerablemente, como en todos los pueblos de la provincia.
Son escasas las noticias que tenemos de la antigüedad, aparte de la
existencia de un santuario romano en el paraje conocido con el nombre de las
“Higuericas”, en el camino viejo de Bienservida.
En la Edad Media ,
a partir de la Bula
de Cruzada concedida por el papa Honorio III a la Orden de Calatrava (1220) y el pacto de ésta con la de Santiago (1221), se
va a iniciar la lucha contra los musulmanes. La sierra de Segura cobra un protagonismo notable con la reconquista
iniciada por Fernando III en 1224. Al final de la
Edad Media Villarrodrigo
tendrá una importancia relativa entre las poblaciones de la Sierra. En la visita que
realiza la Orden
de Santiago en 1468, Albaladejo de la
Sierra , que era como se llamaba entonces, tenía 200 vecinos;
Génave, 40 ó 50; Siles, 200; La
Puerta , 50; Hornos, despoblado.
En 1479, vecinos de Albaladejo
de la Sierra
dijeron a los visitadores que el lugar había sido constituido en villa por el
Maestre D. Rodrigo Manrique, padre del poeta Jorge Manrique. Y en 1480 se le
nombra como Villa Rodrigo (la villa de Rodrigo). En la visita de 1494 se
registran en Villa Rodrigo 25 vecinos “cuantiosos” (cuantioso viene a ser
nuestro vocablo millonario); Siles tiene 14; Génave, 7; Torres, 3; Benatae, 2; La Puerta , 1.
En el siglo XVI hay un resurgir económico por el descubrimiento de
América. En 1536 Villarrodrigo tendrá la iglesia mayor de la Sierra y 400 vecinos, que
multiplicado por 4.5 da una población de 1.800 habitantes. Y en 1552 obtiene la
carta de villazgo, teniendo que pagar 2.236.000 maravedíes. Se la otorga Felipe II ,
aunque como Regente, ya que el rey era su padre, Carlos I.
Durante los siglos XVII, XVIII y XIX no hay nada que resaltar, y así
llegamos al siglo XX y a la actualidad, en que Villarrodrigo ha perdido esa
pujanza económica que tenía a final de la Edad
Media y principio de la Moderna. En el padrón
del año 1950 tenía 2.237 habitantes. Tras el éxodo rural de las décadas de los
60 y 70, como sucedió en toda la
Sierra , su población fue decreciendo hasta contabilizar 572 habitantes en el último Padrón.
En Villarrodrigo, como en casi todos los pueblos que han perdido gran
parte de su población, y no sólo por la pérdida de población sino por el
devenir de los tiempos, ha habido una serie de transformaciones en sus fiestas
y pasatiempos lúdicos. No hay nada más que ver con lo que se entretienen los escasos
niños que hay en la actualidad y con lo que nos distraíamos los que nos
criábamos allí en la década de los cincuenta. Al exponer la sucesión de fiestas
de esta localidad veremos las diferencias.
Fiestas patronales
Son “las Fiestas” por antonomasia. Cuando alguien te pregunta por
teléfono si este año vas a las “Fiestas” se sobreentiende que se está
refiriendo a las que se celebran los días 24, 25 y 26 de septiembre en honor de
la Patrona ,
la Virgen de Albanchez (Ntra. Sra. de la Merced ), cuya fiesta religiosa se celebra el día
24. Es la fiesta más popular y populosa. Acuden desde Madrid, Barcelona,
Valencia, Palma de Mallorca, etc. A veces, nos encontramos con personas que no
hemos visto en décadas.
Antes del día de la fiesta se celebran las “novenas.” El párroco
celebra misa y predica una homilía acorde con la festividad que se va a
conmemorar. Se inician el día 15 y, como su nombre indica, terminan el día 23.
El día 24 se inicia con un pasacalles por la banda de música que haya
venido ese año. Antes, se “repartían” los músicos, por orden del Ayuntamiento,
por las casas del pueblo. Este reparto consistía en que se le asignaba un
componente de la banda a un vecino para que pernoctara y comiera en esa casa
los tres días de las fiestas. En la actualidad se encarga el Ayuntamiento de
proporcionarles alojamiento y comida a todos sus miembros que proceden de
Tarazona de la Mancha.
Después , a las 12, la procesión, con la Virgen recorriendo las
calles del pueblo. La procesión está amenizada por la banda de música y, por lo
general, tanto a la salida de la imagen como a la entrada se suele disparar
alguna traca y cohetes. A continuación
se celebra la Santa Misa
y, al terminar, se va a la plaza a bailar las “piezas” que toca la banda de
música y a tomar unas copas en los bares.
Por la tarde, se hacía un tiro al plato, pero ya hace muchos años que
no se celebra, siendo otra de las costumbres que se han perdido. Después,
alrededor de las siete de la tarde, se volvía a bailar a la plaza, y sobre las
diez de la noche se disparaban, y se siguen disparando, unos vistosos fuegos
artificiales.
Antaño, en la mañana de los días 25 y 26, se celebraban los
tradicionales encierros de vaquillas y, a veces, novillos. Venían andando por
los caminos con los gañanes y cabestros hasta entrar en la calle Santa Ana y
desembocar en la plaza, que se había hecho, como en tantos otros pueblos de
España, de madera, apoyando los tendidos en los edificios que forman la misma. Ni que decir
tiene que, en muchas ocasiones, las vaquillas se volvían y costaba bastante
trabajo encerrarlas, cosa que nos divertía y que, en muchas ocasiones, hacíamos
lo posible para que así fuese y prolongar el encierro.
Por la tarde se toreaban por “maletillas” venidos de fuera. Los
animales eran sacrificados y al día siguiente se ponía a la venta su carne,
siendo la única ocasión en que se comía carne de vaca. Por la noche se
celebraban las típicas verbenas.
Durante estos días se hacían “churros”(las consabidas “roscas”), y
había puestos de turrón, golosinas y baratijas. También acudían algunos
“cacharritos” para subir en ellos: un tiovivo y una noria.
Desde hace unos años se han recuperado los tradicionales encierros, que
son de los mejores de aquellos contornos, pues durante algunos años las vaquillas se traían en camiones y se
soltaban por las calles. La plaza ya no se hace de madera, sino que es de
mampostería y en ella se han celebrado festejos taurinos con figuras
nacionales, como Espartaco, Palomo Linares, etc.
San Bartolomé
En la década de los 70 aparecieron otras fiestas en honor de San
Bartolomé, Patrón del pueblo. Se les llamó las fiestas del “veraneante” y se
celebraban los días 24, 25 y 26 de agosto. Llegaron a tener un cierto auge, con
suelta de vaquillas, puestos de turrón, etc., pero poco a poco han ido decayendo
y este año, aunque no he estado en ellas, sé que sólo ha habido una verbena y
la procesión del Santo Patrón, el día 24. Es lo que se viene haciendo en los
últimos años.
Navidad
Como preámbulo a la festividad teníamos las “misas de gozo”. Se
iniciaban el día 15 durante nueve días y se celebraban a las 6 de la mañana
para que la gente, al terminar la misa, pudiera ir a recoger la aceituna sin
quitarle tiempo al jornal. Las misas resultaban bastante amenas, pues se
cantaban villancicos durante su transcurso. Años después se hacían por la tarde
y al final han desaparecido. Después de misa, los que pertenecíamos al coro,
nos quedábamos en la sacristía ensayando los villancicos del día siguiente.
Antes del día 25 salíamos, con
el sacerdote a la cabeza, a pedir el “Aguilando” de casa en casa cantando
villancicos al sonido de guitarras, laúdes, zambombas, platillos (con este
instrumento Brígido era un fenómeno), panderetas, una botella de cristal con
picos en su casco al que se le pasaba una cuchara, dos cucharas y un tenedor, o
con cualquier cosa que hiciera ruido. Lo que se recogía se le daba a la gente
más necesitada y para los ensayos del coro. Algunas de las letras decían:
Con el kirikí
con el kiricuando
de aquí no me voy
sin el “Aguilando”.
Si no me da el “Aguilando”
al Niño le he de pedir
que le dé un dolor de muelas
que no le deje dormir.
El día 24 a las doce de la noche se
decía la Misa
del Gallo. Cuando nacía el Niño,
repicaban las campanas y se daban “Vivas” al Niño Dios. Esa costumbre
también desapareció al llegar un sacerdote del Opus Dei e imponer silencio “en
la casa de Dios”.
El día de Reyes lo esperábamos con
ilusión, pero nos traían poco con lo que divertirnos; los tiempos no estaban
para gastos superfluos.
En estas fechas era costumbre hacer los
típicos y sabrosos dulces navideños. Aprovechando que ya se habían hecho las
matanzas se elaboraban los deliciosos mantecados manchegos, que se ponían en
las cámaras de las viviendas para que se helara la manteca de cerdo, antes de
llevarlos al horno a cocerlos, y las tortas de manteca con “chicharros”.
También se hacía mantecados de mezcla
(mantecados “feos”), nochebuenos, galletas de diferentes clases, roscos de
huevo, de anís, etc.
Semana Santa
Es una de las conmemoraciones que más han
cambiado en su espíritu de recogimiento y solemnidad. La procesión del Santo
Entierro del Viernes Santo era una de las procesiones más solemnes que he
visto. En las primeras procesiones del Santo Entierro que recuerdo no había luz
eléctrica.y, después, cuando la hubo, se apagaban todas las luces, por lo que
las calles del pueblo sólo estaban iluminadas por los faroles y velas que
llevábamos. No se hablaba ni una sola palabra en el tiempo que duraba la procesión. El
silencio sólo era roto por las oraciones y las “saetas” que cantaban las mujeres del pueblo como Laureana Romero. Las
letras de las mismas no tienen mucho sentido, pero las reproduciré. Decían así:
Ya
vienen las golondrinas
con el pico ensangrentado
de quitarle las espinas
a Jesús
Crucificado.
Ya vienen las golondrinas
con el pico tan sereno
de quitarle las espinas
a Jesús Nazareno.
Años más tarde estuve en la
procesión del Santo Entierro y prometí no volver más. No cesó el murmullo, las
risas y hasta oí contar chistes durante la misma. Indudablemente ,
los tiempos habían cambiado; era otra cosa.
En los días de Jueves, Viernes y
Sábado Santo, y Domingo de Resurrección, además de las funciones religiosas, se
practicaban otras actividades para pasar estos días, ya que los bares se
cerraban el día de Viernes Santo y no se abrían hasta el Domingo de
Resurrección, tales como “correr la
Posta ”, “bolear” y el “tiro al gallo”.Todas estas
distracciones han desaparecido.
“Bolear” consistía en lanzar una bola de
hierro más lejos que otros. Las bolas eran de tres tamaños: pequeñas, medianas
y grandes, sin poder precisar qué pesaría cada una de ellas.
Había dos formas de bolear: una, al
pique. Consistía en que “picara”, golpeara, por primera vez la bola en el suelo
lo más lejos posible. La otra, se contabilizaba el recorrido total de la bola.
La “bolea” era un desafío, bien
mano a mano, por parejas o por tríos. Más de tres por bando no se practicaba;
no había espacio suficiente para rodar las bolas. Se boleaba en las eras los
domingos y cuando se recolectaba el cereal se dejaba de hacerlo, ya que éstas
se ocupaban con la mies.
Cuando un bando se creía inferior al otro, éste le podía dar
de ventaja un “puntillón” o un “puntillón” y un “talonazo”: la distancia a la
que se enviaba la bola con la punta y con el tacón del calzado que se llevara
puesto.
Este deporte se dejó de practicar cuando se construyeron las
escuelas, la plaza de toros y otros edificios, pues se hicieron en las eras.
Años más tarde se intentó practicarlo en la carretera, pero fracasó el intento.
El “tiro al gallo” desapareció
antes que la “posta” y la “bolea”. Se practicaba de tres formas diferentes: a
la “gallinita ciega”, disparándole con una escopeta y lanzándole piedras con la
mano.
En la primera modalidad se
clavaba una estaca en el suelo a la que se ataba el gallo dejándole suficiente cuerda para que
se pudiera mover, y a un hombre se le
vendaban los ojos, se le daba varias
vueltas para desorientarlo y, con un palo, intentaba darle al gallo de arriba
abajo. No estaba permitido intentar darle paralelamente al suelo. No recuerdo que acertaran nunca.
La segunda variedad resultaba
aún más inofensiva para el animal: se ponía a tal distancia del tirador que los
plomos no llegaban con peligro de herirlo.
En la tercera, se colocaba al gallo como en la primera, se
le lanzaban piedras (tres piedras por una peseta). También se le colocaba a
gran distancia, pero en esta modalidad sí vi morir a alguno, porque los
pastores tenían buena puntería y potencia y eran los que acertaban a dar al
ave. Las reglas determinaban que si el gallo no moría, aunque le hubiesen
alcanzado con alguna piedra, se lo llevaba su dueño, quien ya había sacado
algunas pesetas, muy importantes en aquellos tiempos de penuria. Éste era el
objetivo principal en el “tiro al Gallo”: sacar algún ingreso complementario.
Correr la Posta ” era una carrera de
relevos en la que uno desafiaba a 5, 6 o 7. El desafío consistía en llegar a
una pequeña cueva e introducir la cabeza en ella antes de ser cogido por los desafiados. Era una prueba
muy dura para el retador, pues iniciaba la carrera con una subida muy
pronunciada de unos 300
metros ; luego había un llano más largo y terminaba con
una pequeña subida hasta llegar a la cueva. Al retador se le daba una gran ventaja,
pero la mayoría de las veces era atrapado antes de llegar. A los retados se les
llamaba “postillones” y llevaban un pañuelo en la mano, que era el testigo. Mi
hermano Fernando solía ganar el desafío; Juan Ángel Campos, también, y a mí me
cogieron más veces de las que gané.
También en estas fiestas se hacían, y
algunos se siguen haciendo, unos deliciosos dulces, que no se comían en otra
época del año, tales como panetes, mojicones y torrijas, además de flores,
pestiños, borrachuelos, etc., que encontramos en otras ocasiones.
La fiesta de los quintos
Éstos se reunían en dos ocasiones antes de incorporarse a filas: una,
en Noche Vieja, y la otra la noche del Sábado Santo.
La fiesta consistía en pasarse toda la noche comiendo, bebiendo y
recorriendo las calles del pueblo cantando al son de guitarras y laúdes o con
Juanito tocando el acordeón, que acababa casi siempre igual: bañándolo en el
pilón de la plaza.
En la noche del Sábado Santo, cuando repican las campanas anunciando
que Cristo ha resucitado, los quintos sustituyen las “albricias” del año
anterior, que están colocadas en la puerta de la iglesia, por las del año en
curso, y se inicia la
fiesta. Las “albricias” son unas hermosas matas de trigo que
alguien ha cultivado para la ocasión y que contrastan con el tamaño del trigo
en el campo.
El Domingo de Resurrección los quintos son los protagonistas de “El
Encuentro” entre la Dolorosa y el Resucitado,
al que llevan a la
carrera. El Resucitado va adornado con las cintas que han
bordado las novias o las madres de los mismos. Hoy hay una novedad desde hace
algunos años: esta fiesta es protagonizada por quintos y quintas, aunque ya no
existe el servicio militar obligatorio y, por tanto, no se incorpora nadie a
filas.
San Marcos
Entre las fiestas tradicionales del pueblo está la de San Marcos ,
fiesta común a toda la Sierra
de Segura, que se celebra el día 25 de abril. Tiene una doble faceta: “espantar
al diablo” y “atar al diablo”.
La tarde de este día salen las familias, y los grupos de jóvenes, al
campo a comer las tortas y los hornazos de San Marcos, así como la deliciosa
tortilla de espárragos. El hornazo, que es lo más típico de este día, es un
rosco con huevos duros coloreados con anilinas. También se llevan huevos duros
para comer con la finalidad de aplastarlo en la frente del que se descuide.
Con los cánticos y el jolgorio se pretende espantar al diablo, por lo
que es una fiesta bastante bulliciosa. Después se pasará a atarlo. Esta
operación consiste en hacer un nudo con las ramas de los olivos, retamas,
hiniestas, etc. Con ambas cosas se pretende que el diablo no se acerque a
nuestras vidas en todo el año.
Romerías
Se celebraban, y se siguen celebrando, dos en el mes de mayo: la de la Virgen de Fátima y la de la Virgen de Onsares, que es la Milagrosa. La de
Fátima se celebraba el día 13 de mayo. La Virgen era llevada a hombros desde el pueblo,
cantando y rezando, hasta una finca, El Losal, situada a unos 4 Km ., donde se había hecho un
altar con ramas de pino, romero, lentisco, etc. Por la tarde se regresaba al
pueblo de la misma forma. Hoy, tiene una especie de pequeña ermita, y ya no se
celebra el 13 de mayo, sino el sábado más próximo a ese día para facilitar el
regreso a los que se desplazan desde Madrid, Valencia, Barcelona, etc.
La romería de Onsares se sigue celebrando en su fecha tradicional: el
último domingo del mes de mayo. Ya no se lleva a la Virgen desde el pueblo, la
imagen permanece todo el año en la iglesia de la aldea, pero la romería se
celebra igual, con gran asistencia de público que acude en coches.
San Antón
En un pueblo agrícola y ganadero, en el que todas las labores se hacían
con animales, esta festividad era muy importante. Se iniciaba, la noche anterior,
con la mayor “luminaria” del año, denominación que se corresponde con las
hogueras de otros lugares. Ya se habían amasado los típicos “roscos” de San
Antón, que serían bendecidos el día 17, festividad del Santo, en una misa
solemne. Éstos, una vez benditos, se les daban a las personas y los animales
para no caer enfermos y, si ya lo estaban, para su curación.
Ese día, después de misa, era costumbre darle tres vueltas a la iglesia
con caballos, mulos y asnos, y bajarlos al río para luego subirlos corriendo
hasta el pueblo entre los aplausos de los espectadores.
También era costumbre soltar un cerdo, al que se le cortaban las oreja
y el rabo para reconocerlo. Este animal iba por el pueblo, de puerta en puerta,
se le daba de comer y no se le castigaba. Al final se rifaba para conseguir
recursos económicos para las necesidades de la iglesia.
Las “luminarias”
Era una costumbre antigua del pueblo que fue abolida, casi en su
totalidad, por un alcalde porque, decía, se manchaban las calles. Sólo han
sobrevivido la de San
Antón y la de La
Candelaria.
Las “luminarias” se celebraban en distintas épocas del año y se hacían
por la noche, la víspera de algunos días señalados. Íbamos a los montes a
recoger matorral seco, como “toliagas”, vocablo de la gente para referirse a la
aliaga o aulaga, hiniestas, retamas, etc. Se aprovechaba la ocasión para
deshacerse de los enseres viejos de las casas: escriños, cestos, canastas de
mimbre, sillas viejas… Las luminarias se hacían en la calle, en las puertas de
las casas, y cuando el fuego estaba en su apogeo era saltado por los más
intrépidos. A veces, se asaban patatas en las brasas y se bebían unos tragos de
la bota.
Siguiendo el calendario escolar, la primera era el 31 de octubre,
víspera de Todos los Santos. Después los días 7, 12, 24 y 31 de diciembre para
conmemorar La Inmaculada ,
Sta. Lucía, para que nos conservara la vista, Navidad y Año Nuevo; en enero los
días 5,16 y 31 de enero, vísperas de Reyes, San Antón y San Ignacio; 1 y 2 de
febrero en honor de La
Candelaria y San Blas. Pero había una que sobresalía de las
demás: la de San Antón ,
y de entre todas las que se hacían, la de la plaza era la mayor. Como allí había
un pilar con cuatro caños de agua y un pilón, ya desaparecido, nos mojábamos el
pelo y la ropa para poder saltar las llamas.
El Corpus
Se celebraba con gran
solemnidad. Las calles del recorrido que hacía la Custodia se cubrían de
plantas. El suelo se alfombraba de plantas aromáticas y helechos; en las
paredes, lentisco y ramas de pino, y se hacían varios altares en los portales
de las casas. Se hacía honor al dicho que dice así: Tres Jueves hay en el año/ que relucen más que el Sol:/ Jueves Santo,
Corpus Cristi/ y el día de la
Ascensión.
Hoy ya no se celebra en jueves,
sino en domingo, como en casi toda España; pero sí con gran solemnidad. Se
siguen haciendo los altares y engalanando las calles, aunque no en todo el
recorrido de la procesión, sino en torno a los altares.
La Jota
No recuerdo haberla visto bailar
en los primeros años de mi niñez, pero a raíz de pasar por el pueblo una
“Cátedra Ambulante” de la
Sección Femenina , se recuperó. Había personas mayores que
sabían bailarla y éstas se la enseñaron a los jóvenes. Se bailaba por parejas
al son de la guitarra, que acompañaba al “cantaor”. Algunas de las letras las
voy a reproducir con el vocabulario de “Juanico” el Guarda. Éste, dependiendo
del público que escuchaba, cantaba unas u otras. Decían así:
Madre
venga usted corriendo
que he visto una cosa rara
tres mujeres en el horno
y las tres están calladas.
Si te vas a retratar
ponte las medias de seda
que no diga el retratero
que tú eres una cualquiera.
Madre mía yo estoy malo
hágame
usted “cocholate”
hágame
usted media arroba
siquiera pa que lo cate.
Que te “fuistes” a la siega
me “dejastes” sin un cuarto
y he “tenío” que alquilar
la cueva de tu lagarto.
Estate quieto Vicente
que está mi madre en el horno
por la puerta pasa gente
y van a “sentir” el trastorno.
El que quiera saber
de que color es la pena
que se baje los calzones
y se acerque a una colmena.
Mi suegra murió de amores
mire usted lo que ha “pasao”
porque “vido” en una higuera
unos calzones “colgaos.”
El estribillo
decía lo siguiente:
“Pa” una suegra que tengo
Dios me la guarde
colgadita de un pino
que le dé el aire.
Esta jota se suele bailar todavía en
algunas ocasiones y los pocos hombres que saben bailarla se han criado en la
aldea de Onsares.
Los Carnavales
Son una celebración lúdica que
tienen lugar antes de la
Cuaresma , siendo, por tanto, de fecha variable, pues está en
función de la Semana Santa Nunca
tuvo mucho auge esta fiesta en Villarrodrigo, pero la gente se las ingeniaba
para disfrazarse con los escasos medios a su alcance, y a los gritos de ¡ ay,
que no me conoces!, recorrían las calles del pueblo. En la actualidad sólo se
celebran en los colegios. Se disfrazan
los niños por clases con el mismo disfraz, tienen la fiesta en la clase
y salen, después, por las calles, pero los mayores ya no se disfrazan.
Pablo Cuenca Anaya
Profesor de Historia
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