No pasaba lo mismo antes que los Guardas de la Marina sustituyeran a los Caballeros
de Monte[1], que durante más de siglo
y medio, vigilaban los montes y hacían cumplir las Ordenanzas de Segura, las
que se dieron los propios vecinos y ratificó el rey Felipe II en el año 1580,
de lo que ya se ha dado constancia. Esos montes seguían siendo de realengo
desde la reconquista, como claramente se recoge en las tantas veces reiteradas
Memorias, donde se deja escrito: “El Rey D. Alfonso dio a los caballeros de
Santiago Segura y sus tierras...”.
Por las Ordenanzas referidas del siglo XVI, los vecinos de las villas
de Segura y sus arrabales, podían disfrutar libremente de los pastos y cortar
la madera necesaria para sus viviendas, construcciones civiles y aperos, así
como roturar los montes para cultivos de regadío. Pero dichos vecinos venían
obligados a pagar tributos, que recaudaba los Administradores de la Encomienda de la Orden de Santiago y/o
Escribanos de Rentas del Real Pósito, como aclaraba la Nota 13.
Otra posible explicación de que el nuevo Escribano de la Marina aceptara este cargo,
también podría ser, porque dicha Administración había dejado atrás el trato
vejatorio que recibían sus paisanos de los guardas y demás funcionarios. Ya no
se repetiría lo que dejó escrito un Ministro de Orcera,: “...a latigazos
haré yo que respeten los arbolados”, y no era una simple amenaza. Los
guardas azotaban a los presuntos infractores, que sólo hacían lo que les
permitía las antiguas Ordenanzas, las conocían bien por haberlas seguido
durante siglos. A dichas Ordenanzas se debía la conservación de los arbolados,
no así a las nuevas de la
Marina , que el Ilustre Escribano que nos ocupa calificó:
de uno de los reglamentos hijo del error y del Poder.
Entre las actividades de D. Pedro, en la etapa que desempeñó el puesto
de Escribano del Número y del Juzgado de Montes de la Marina , destacan
las copias que hizo de documentos importantes, que se guardaban en el Caserón
de Orcera, sede del referido Juzgado. Algunos de dichos documentos, como se
decía en la INTRODUCIÓN, los hace públicos su hijo Juan de la Cruz en sus
libros.
Entre esos documentos importantes que copia el prestigioso Escribano,
se encuentran las visitas que hicieron los funcionarios de la Marina a los
Montes de Segura, antes y después, de declararse la Provincia Marítima
del mismo nombre, en el año 1751. La primera visita se realiza el año anterior,
el de 1750, con el resultado del “....asombroso
número de árboles de todas las especies de 434.451.279” . En
la segunda visita realizada en 1789 por D. Juan Pichardo, se contaron
264.481.053 árboles de todas las especies.
Como se reseñaba en la Nota 7 y se apuntaba mas arriba, su hijo Juan de
la Cruz en su libro Estudios sobre el
Ramo de Montes Arbolados de España, inserta un cuadro a doble página con el
título VISITA DE LOS MONTES DE SEGURA, donde se desglosa para cada uno de los
41 pueblos en cuyos términos se encontraban dichos montes, el número de árboles
contados en cada uno de esos términos, separados por especies, y que
totalizaban los mas de 264 millones.[2]
A la documentación referida sobre las visitas a los Montes de Segura,
que copia el Escribano de la documentación archivada en el Caserón de Orcera,
como se ha dicho, se unen copias de otros documentos relativos a informes
negativos que los propios funcionarios del Juzgado de Montes hacen de las
ordenanzas por las que se rigen, las de 1748, y del comportamiento de los
dependientes de dicho Juzgado. Desde el Juez Principal, el Ministro, hasta el
de sus subordinados vigilantes de la inmensa riqueza, la guardería, cuya
conducta conocía bien el copista, por ser testigo de las corruptelas que
cometían y trato vejatorio que daban a sus paisanos.
Como mas adelante abordaremos con extensión, la crítica que hace
nuestro protagonista de la Administración de la Marina y de sus empleados, al
ocuparnos de los artículos que tratan de la polémica entre El observador
serrano, seudónimo de D. Pedro, y El defensor del arbolado,
seudónimo atribuible a un Exministro de Orcera, sólo apuntaremos a continuación
lo más relevante de dicha crítica.
En la
Cartilla Elemental su autor deja escrito:
“...que mis padres fueron labradores,
y yo también libro mi subsistencia a la Agricultura.. ...,
pero que cercenando ratos de descanso y pidiendo libros a los amigos, cuando
eran tan costosos que mis circunstancias no sufragaban a comprarlos....,
necesitaba un estímulo para resolverme a trasladarlos desde mi imaginación al
papel, cuyo inconveniente venció la Real Sociedad
Económica Matritense con el premio que ofreció en la Gaceta de 26 de abril de
1805....”.
El premio consistió,
en la publicación de la
Cartilla Elemental referida, con la que D. Antonio
inicia una bibliografía numerosa de más de 40 libros e informes, como
testimonian los archivos de la Sociedad Económica
Matritense de Amigos del País. En la que ingresó como Socio
de Mérito, siendo elegido Director en tres ocasiones, dos en 1836 y una en
1837. Terminemos los rasgos biográficos de tan insigne personaje con los
títulos y cargos que ocupó: Catedrático de Agricultura y Botánica, Académico y
Presidente de la
de Ciencias Naturales , Jardinero Mayor del Real Jardín
Botánico, Inspector General de Montes, etc., etc..
Eran necesarios los párrafos anteriores como fácilmente se comprende,
para continuar los Apuntes Biográficos sobre D. Pedro, ya que inicia los
estudios de Agricultura con las mismas dificultades económicas que su amigo,
por el alto costo de los libros y los enormes gastos que para una familia
acomodada suponía su estancia en la Corte. Y lo más
importante, que D. Antonio Sandalio tiene una influencia trascendental en su
amigo, no sólo en su vida profesional, también en inculcarle la ideología
liberal de aquellos tiempos, heredada de la Revolución Francesa.
Entre los libros de alto costo se incluía el citado al final del
capítulo primero, “TRATADO del cuidado y aprovechamiento de los MONTES Y
BOSQUES....”, escrito en francés por Mr. DUHAMEL DU MONCEAU (Nota
11). Libro que se seguía por la Marina en la selección de los árboles útiles para
construcción naval y en la preparación de las maderas que se botaban a los
ríos, cuyas aguas nacían en los Montes de Segura, con destino a los
Departamentos Marítimos de Cádiz y Cartagena.
El contacto y trato del nuevo Escribano de la Marina con los Ingenieros
de Maderas de esta Administración, sin duda amplió sus conocimientos sobre el
Ramo Montes. Del que como más adelante veremos, se convertiría por dichos
conocimientos, junto con su amigo D. Antonio Sandalio, en persona
imprescindible para el desarrollo legislativo de dicho Ramo.
La correspondencia entre los dos amigos se interrumpe cuando se inicia
la persecución de los liberales significados como D. Antonio en la Corte , pero éste ya le había
dejado un tesoro al Escribano y Perito Agrónomo, sus libros sobre Agricultura y
entre ellos, la Cartilla
Elemental de Agricultura. Cuyas enseñanzas pronto
pone en práctica D. Pedro, realizando una plantación de olivos en una de sus
fincas de secano, La Carica ,
que 60 años después hereda su nieto D. Manuel Martínez Garrido, también Notario
como reiteradamente se ha dicho. La técnica seguida en la plantación era la que
primorosamente se describe en la referida Cartilla
Elemental : “amplios hoyos al marco real, a 40 píes de
distancia entre si, plantación de una a tres estacas de una vara de largo y
grueso como el de un astil”. Aclaremos que esta técnica se aplicaba en
terrenos de secano.
En sus propiedades de regadío, D. Pedro introduce nuevos cultivos
entonces desconocidos en su tierra, a las semillas que trajo de sus viajes, se
unían las que le había mandado su amigo naturalista desde Madrid. En dichos
cultivos se plantaron nuevos árboles frutales y se injertaron los viejos con
tres técnicas: escudete, púa y corona, como se explicaba en la Cartilla
Elemental. Pronto sus
huertas se distinguieron entre las que rodeaban la villa de Siles. Es lo que él
pretendía, para interesar a sus paisanos hortelanos, que seguían con sus
prácticas tradicionales desde el tiempo de los moros, los más reacios a las
innovaciones.
No pasaba lo mismo con los labradores de tierras de secano, que
mejoraron sus aperos para las labores: alzar, binar, terciar, cuartear y
sembrar, como también decía la Cartilla. Esto fue posible, gracias a la
habilidad de un herrero serrano, que en la forja siguió los dibujos de nuevas
herramientas y arados que le dio el Perito. Que también enseñó el tratamiento
de las semillas con lechada de cal, siguiendo las enseñanzas de la Cartilla , para prevenir
las enfermedades más comunes de los cereales: tizón, carbonillo y roya.
Puede decirse, que en el pueblo de Siles, en la segunda decena del
siglo XIX, se crea la Primera
Escuela Práctica de Agricultura de la Sierra de Segura, gracias a
las enseñanzas del Perito Agrónomo y Escribano, D. Pedro. Seguía el proyecto de
las Sociedades Económicas de Amigos del País, promotoras de Escuelas de
Agricultura, que nunca llegaron a los pueblos, por desidia de los gobernantes
de entonces y los que le siguieron.
Posiblemente, aunque no se haya encontrado documentación que lo
confirme, nuestro personaje, fuera el primer promotor de la expansión del
olivar en los secanos de la
Sierra de Segura. De las Relaciones Topográficas de Felipe II
de finales del siglo XVI, se deduce, que las villas de la sierra donde se cita
la producción de aceite, coinciden con las que tenían vegas, luego los olivos
serían de regadío. A lo anterior puede añadirse lo que reiteradamente recoge
documentación histórica sobre dicha sierra: “... el vino se trae de La Mancha y el aceite de
Andalucía”. Que como se ha dicho, según los serranos, empezaba de Beas
para abajo.
Aunque no se haya encontrado documentación de la época a la que nos
estamos refiriendo, que confirme al Perito Agrónomo como promotor de la
expansión del olivar en la Sierra de Segura, como se decía más arriba. Si se
han encontrados documentos que acreditan a sus herederos como propietarios de
olivares. Entre dichos herederos está su nieto D. Manuel Martínez Garrido, que
en cartas a su hijo Félix, Notario de Baeza, mi abuelo, la da cuenta de las
arrobas de aceituna de cada cosecha en sus olivares, así como del aceite
conseguido. Olivares en el Término de Siles, sin duda plantados por su
antecesor, D. Pedro.
- V -
El Catedrático
de Agricultura y Asentista de maderas para los Departamentos Marítimos de Cádiz
y Cartagena. El Pinero Ilustrado.
Que equivocado estaba D. Pedro en
poner todas sus esperanzas en lo que disponían las Ordenanzas de Montes de
1833. Dos años mas tarde de escribir el articulo que se glosa, en 1836, pasaba
lo que su hijo Juan de la Cruz describe en sus Memorias, que se ha trascrito en
la INTRODUCCIÓN y ahora se repite: “.. en el año de 1836, los Ayuntamientos,
los particulares, todos se persuadieron de que la hora de destruir los montes
había sonado, y así fue que las talas y cortas de árboles de aquel año y
siguientes son asombrosas, sin exageración”.
Las esperanzas referidas se manifiestan en el penúltimo párrafo del
artículo de esta forma: “La población rural adquirirá el aumento
consiguiente a la tranquilidad, paz y ventura que van a disfrutar los naturales
de estas sierras, y de los demás puntos de la península tan sólo con restituir
a sus legítimos dueños el derecho que les pertenece....y por último extinguido
para siempre el juzgado de la marina con su odiosa autoridad, influjo y
dependencias rebosará la alegría en los corazones de tantos desgraciados
cuantos son los habitantes de 41 pueblos....”.
En tan sólo 20 días, como se decía al principio de este capítulo, el
ECO DEL COMERCIO publica un articulo de réplica al glosado más arriba, firmado
bajo el seudónimo de El defensor del arbolado. Seudónimo que puede
identificarse como un Ministro de la
Marina de años anteriores, según se desprende del tercer artículo que cierra la
polémica, firmado como el primero por El observador serrano, donde se
identifica al defensor del arbolado como: “....este celoso ministro y
buen servidor de S. M. como el se dice....”.
Por lo anterior, los firmantes de los artículos debían conocerse, lo
que se confirma en el ataque personal que hace el segundo del primero, cuando
escribe: “....ven que algunos hombres llevados de su particular
conveniencia, procuran labrar su felicidad a costa de sus semejantes....”. Acusación
grave que se hace a D. Pedro, sin duda por ser propietario de montes en su
tierra, montes claramente particulares que había adquirido con el dinero
ahorrado como Escribano de Rentas, del pago de comisiones encargadas por las
Intendencias de Jaén y Murcia y sobre todo, como Asentista de maderas de la
Marina durante el decenio de los años veinte del siglo XIX.
A la anterior acusación sigue la que se desprende del párrafo
siguiente: “Aunque yo no soy serrano, soy observador de los abusos de
algunos hijos de la Sierra, que siguiendo una conducta singular, han adquirido
cierto renombre peregrino en su país....aprovechados se hacen temer de los
hombres sencillos y logran sorprender su buena fe....”. Esta velada acusación al que había dedicado
su vida precisamente, a denunciar los abusos de las Administraciones de la
Marina y Hacienda y sobre todo, como se desprende de lo escrito y de lo que nos
queda por escribir, a la defensa de sus paisanos, ha de calificarse de falsa y
calumniosa.
Sigue el artículo de El defensor del arbolado ponderando la
necesidad de madera para que florezca el comercio, la agricultura y las artes;
su importancia en la navegación y conservación de los dominios e S. M. en
Ultramar. “....Por igual razón se marchitan las fábricas y las artes si
carecen de madera....”. Todo lo anterior le sirve como preámbulo, para
ensalzar la bondad de las Ordenanzas de la Marina de 1748 y rebatir la acusación del observador serrano de que dichas
Ordenanzas habían acelerado la ruina de los arbolados de su tierra.
De la referida acusación, el identificado como celoso ministro se defiende, atacando al Hijo de la Sierra
y llegando a la burla, al compararlo con personajes populares, al escribir:
“No pudiera decirse mas por Cortadillo y Rinconete para encubrir sus
rapacidades. Atribuir el observador Serrano la destrucción y ruina del arbolado
a una ley que le ponía trabas para impedirla
y obstruye sus ambiciones desmedidas es la insidia mas clara en la que
pudo haber incurrido...”.
Continua el articulista exponiendo: “No faltó hijo de Sierra de
Segura que previniéndose de su condición de liberal, quiso hacer suyo lo que
por sus títulos de propiedad no le correspondía y oponiéndose el juzgado de la
marina de Orcera a mirar las ambiciones que ocasionaban la ruina de los pueblos
y de los ganaderos, hubo de consultar y resolverse por S. M. la real orden del
18 de marzo de 1816” .
La real orden distinguía entre la propiedad particular legitima
reconocida de los montes arbolados y la
de los supuestos poseedores de dichos montes, a los que se les suspendía toda
clase de aprovechamientos, hasta que fuese comprobada su legítima pertenencia.
Y claro está, esa comprobación se sometía a una administración corrupta, la
integrada por los ministros y comandantes militares o subdelegados.
Continua el articulista refiriéndose a dicha real orden, exponiendo: “Aunque
se publicó y circuló esta real Orden no pudo conseguirse que el que se jactará
de principal poseedor de los montes en dicha sierra, presentase los títulos que
determinasen el número de fanegas pobladas de árboles que eran de su
pertenencia, porque aspiraba al disfrute de inmensos terrenos extraños”.
La acusación anterior cae por su base, pues entonces como ahora, a los
Escribanos/Notarios les competía el otorgar los títulos de propiedad, por lo
que resulta absurdo, que un doble Escribano, de Rentas y de la Marina, y además
Notario del Reino, careciese de títulos que acreditasen la propiedad de sus
montes poblados de árboles.
Pero El defensor del arbolado no sólo acusa a D. Pedro de
apropiarse de montes públicos arbolados, también de graves delitos al escribir:
“Como talaba y destruía, e incendiaba maliciosamente los montes,
suponiéndose propietario, fue denunciado hasta 15 veces e indultado por S. M. ;
pero jamás se le pudo acarrear que presentase sus legítimos títulos porque los
pocos que posee se hallan enmendados. Con astucia y travesura propia del
diablo, supo burlar por muchas veces lo llamamientos del juzgado de montes
y al fin ha podido lograr sorprender la justificación de otros superiores del
ramo en la actualidad...”
Los graves delitos expuestos en el párrafo anterior, como destructor de
los arbolados e incendiario, sólo pueden explicarse por la envidia que
provocaba El observador Serrano entre algunos de sus paisanos con menos
propiedades de montes que él. Envidia que se extendería a los ministros,
comandantes militares o subdelegados, firmantes de las 15 denuncias que se le
impusieron, a las que recurrió con argumentos tan firmes, que quedaron
indultadas.
Entre los escritos referidos se encuentra la copia num.5[5],
respuesta fiscal en la cual se evidencia «que de seguir la comisión de
marina y montes en Orcera según estaban en 1818, la agricultura, la ganadería,
montes y plantíos, y cuanto constituye la riqueza de un país, vendrá presto a
su total ruina, causando la aniquilación y miseria de aquellos naturales».
Continua trascribiendo unos apuntes que dirigió un experimentado
dependiente de la marina al Departamento de Cádiz. Los apuntes decían: «Es
preciso por lo tanto e indispensable confesar, que los reglamentos
particulares, órdenes e instrucciones que han regido desde 1748 para el
gobierno y administración de los montes de la provincia de Segura de la
Sierra.......han sido causa para destruir y aniquilar los arbolados mas
preciosos y proporcionar la ruina a los habitantes de la sierra.......a venido
a servir únicamente para el pábulo y socaliñas de la tropa de mandarines de que
se compone el juzgado de conservaduría y sus dependencias».
Y sigue trascribiendo escritos de dependientes de la marina. “Dijo
otro: «Por lo mal que ha probado en esta provincia las ordenanzas de montes
que ha regido hasta el decreto de las Cortes, de 21 de enero de 1812, y lo
mucho que han destruido e irritado aquellos naturales los procederes de varios
dependientes de este ramo, no menos que la del tribunal en las ocasiones que
había ministros, auditores y escribanos poco considerados y de mala intención,
han resultado quemas muy considerables de preciosos arbolados....por una mal
entendida venganza. También los mismo dependientes han puesto fuego a mano por
fines depravados».
El anterior escrito continua: «Corten en buena hora lo que les
acomode para sus casas y poblaciones y demás inversiones provechosas, sin que
tengan sujeción a restricciones que sufrían antes.....Se pueden citar
muchísimos ejemplos de cortas mal hechas cuyas maderas puestas en Sevilla aun
antes del año de cortadas ha llegado podrida quedándose ahogada en el camino;
otras que no se han sacado del monte donde se cortaron gastándose infinito...,
por los vicios apuntados o por ignorancias vencibles o invencibles, todo lo cual
se ha ignorado por las superioridades por haber llegado tan disfrazadas las
noticias de esta clase de acaecido, como puestas y dadas por los mismos que han
sido causa de tan males resultados».
Lo que se refrenda diciendo: “Me parece que estas dos autoridades (los
autores de los escritos en parte trascritos), me liberan de la censura tan
criminal que me pone en su conciencia el defensor del arbolado, porque
la confesión de parte releva la prueba...”.
El artículo termina: “....solo puedo decir, que del juzgado de
montes, es tal la opinión y tales las obras que me sobran dedos de las manos
para enumerar sus amigos, y faltan arenas en los ríos de estas sierras para
contar sus enemigos...”.
Acabamos este capítulo haciendo una observación, la siguiente: el ECO DEL
COMERCIO tarda sólo 20 días en publicar el articulo de El defensor de
arbolado, contestando el que origina la polémica, artículo donde se hace
una crítica, que llega a la descalificación personal de su firmante, El
observador serrano. Éste firma su segundo artículo, que cierra la polémica,
el 28 de septiembre de 1834, casi cuatro meses después del primero, pero no se
publica por el periódico referido, hasta seis meses después, el 4 de abril de
1835, han pasado un total de 9 meses desde la publicación del artículo segundo,
de replica al primero.
Dicha tardanza puede tener la explicación de no haber tenido espacio
antes el periódico y la más probable, que los argumentos que se exponen en el
artículo que cierra la polémica; deja, como se dice vulgarmente, a bajar de
un burro a su contrincante. Por lo que posiblemente el ECO DEL COMERCIO
retrasa la publicación, para que sus lectores no se acordaran del artículo
firmado por El defensor del arbolado, o en consideración a la persona
con dicho seudónimo y al puesto que se supone ocupó, Ministro de la Marina, con
residencia en Orcera.[6]
- VII –
El observador
serrano, autor del artículo publicado en el ECO DEL
COMERCIO, el 15 de enero de 1835, titulado: Cálculo de lo que puede
producir el ramo de montes en España.
“Señores Redactores del Eco del Comercio = Ahora que se trata de saber
lo que producen todos los ramos del Estado que se han tenido en absoluto
abandono, y de los cuales aun no se sabe cuales y cuantos serán sus productos,
me ha parecido que con mis rústicos y mal aliñadas observaciones podría
dirigirme a ustedes por si las juzgan de oportuna publicación les concedan un
día de entrada en algunas de las columnas de su apreciable periódico. Ellas se
encaminan a tratar de todas las producciones de los montes de España”.
De lo primero que trata el artículo que glosamos es del consumo de
leñas, carbón y maderas en la península; y claro está, de le energía de
entonces, en este caso calorífica, como era la proporcionada por el
combustible. Que se consume lo mismo “en la casa del mas infeliz jornalero y
artesano que en el palacio mas opulento”. A lo que se añadía el gasto de
carbón en “la fragua de un pobre herrero de aldea lo mismo que en la de un
maestro con seis u ocho fraguas y diez o doce oficiales, en las grandes
fundiciones de minas, ferrerías y armamentos de todas clases”.
Las carboneras se hacían, según el articulo que comentamos, con leñas
de encina, roble, aliso, alcornoque y pino. También de cepas de lentisco o charneca,
jara, brezo y coscoja. En hornos o pegueras de leñas resinosas de
pino y cepas de enebros se sacaba miera, pez, alquitrán y brea, “tan
necesarios estos artículos para la carena de buques y para curar la roña y
otros males que acometen a los ganados”.
Continua con el consumo de maderas con la corta de árboles “...y los
escuadran o reducen a madera de todas las dimensiones para obras públicas, y de
particulares: se proveen de maderas de construcción, donde se carenan y
recorren desde la lancha mas pequeña hasta los buques de mayor porte para la marina Real y
mercante...”.
Cita por último, el consumo asombroso de maderas de todas clases que
hacen los artesanos dedicados a la carpintería y al ramo de ebanistería. Señalando
los árboles y arbustos de maderas finas, tales como el acebo, el plátano, el
durillo, el espejón, el fresno, el tilo, el tejo, el lentisco albar, el
acebuche, la sabina, la aya, el enebro, el box, y el aliso, “de cuyas
maderas pueden sacarse piezas tan hermosas como si fuesen de América, cuya
adquisición nos es tan costosa”.
Entra seguidamente el articulista y observador Serrano, a
evaluar el consumo de leñas, carbón y maderas, “para deducir la importancia
de este tesoro tan desconocido en España, porque los encargados de su
beneficio, sólo lo han practicado muy parcial y oscuramente, y sin que se hayan
dado a conocer por la cuenta y razón de sus anuales productos”.
Para estimar dichos anuales productos o lo que podía denominarse renta
anual del ramo de Montes, hace el supuesto: “que son 18.000 los pueblos que
se contienen hoy en día en España, y de ellos hay tres clases de consumidores
de leñas, combustibles y toda clase de maderas”. Dichas tres clases de
poblaciones la describe por las características siguientes:
1ª Clase: 3.000 poblaciones.- La integran las
capitales de provincias, puertos de mar y ciudades de gran población y
considerable riqueza, y de muchas fábricas donde el consumo de combustibles y
maderas lo clasifica como exorbitante.
2ª Clase: 6.000 poblaciones.- La forman las
ciudades y villas del interior significadas por su riqueza agrícola, industrial
y mercantil, con un consumo extraordinario de toda clase de combustibles, así
como maderas para obras y manufacturas.
3ª Clase: 9.000 pueblos restantes.- “... y
por reducido que sea el vecindario siempre hay obras y reparos que hacer en los
edificios, hay carpinteros, herreros, carreteros y leñadores, otros que por
inmediatos a grandes poblaciones hacen cal, yeso, teja y ladrillo, y estos
hornos absorben mucha leña...”.
A los consumos anteriores une en todas las poblaciones, la necesaria
leña para los hornos de pan, “sea de la especie que se quiera: que cuando
menos será atocha, hojas y tomillos, que en algunos países equivalen a romeros
y leña de calda”.
A continuación se refiere al cálculo del consumo, previniendo: “Me
parece que no han de decirme es exagerar el cálculo que tengo hecho sobre los
valores de los consumos ya dichos en las tres clases de pueblos consumidores,
porque es bien reducido”. Estima dichos consumos en los valores siguientes:
-
15.000 reales: “gradúo que
llega el valor de consumos en los pueblos de la primera clase.
-
5.500 reales en los de la
segunda clase
-
1.100 reales en cada año a los
de la tercera clase.
Con los anteriores valores de consumos, tomados como medios de cada
población y el número de éstas para cada clase, se ha confeccionado el cuadro
siguiente:
VALOR
ESTIMADO DE CONSUMOS DE COMBUSTIBLES Y MADERAS EN ESPAÑA A MEDIADOS DEL SIGLO
XIX.
Según
evaluación del Ilustrado D. Pero Fernando Martínez
Clase de
Poblaciones
|
Número de
Poblaciones
|
Valor consumo
medio en reales
|
Importe consumo por
Poblaciones en reales
|
1ª Clase
|
3.000
|
15.000
|
45.000.000
|
2ª Clase
|
6.000
|
5.500
|
33.000.000
|
3ª Clase
|
9.000
|
1.100
|
9.900.000
|
TOTALES 18.000 87.900.000
[1] “Los
caballeros de Sierra en unas ordenanzas del siglo XVI”, Emilio de la Cruz Aguilar , Revista
de la Facultad
de Derecho de la
Universidad Complutense , ISSN 0210-1076, Nº 59, 1980, pags.
123-138.
[2] No conocemos si los resultados de las visitas a los Montes de
Segura se encuentran en el Archivo de la Marina del Viso del Marqués. Los autores que
recogen dichos resultados en sus publicaciones, no hacen referencia del
Escribano de la Marina
ni a los libros de su hijo, por esto no es extraño que nuestro personaje haya
permanecido en olvido durante tantos años, incluso para sus paisanos.
[3] A principio de la década de los años cuarenta
del siglo pasado, la RENFE
sacó traviesas de roble por medio de un lanzadero hidráulico haciendo presas en
el río Casaio (Ourense) y provocando riadas que arrastraron las maderas hasta
el río Sil, en las proximidades de Sobradelo de Valdeorras.
[4] De lo importantes escritos de D. Pedro en la década de los años
treinta, publicados en los periódicos de la época, EL ECO DEL COMERCIO y EL
CLAMOR PÚBLICO, se tratará en los siguientes capítulos.
[5] De lo que se
deduce, que D. Pedro une al artículo que cierra la polémica, documentación
demostrativa de lo que exponía en contra de lo que se recogía en el artículo de
El defensor del arbolado.
[6] En el
ANEXO se trascriben íntegros los tres
artículos de la polémica, copiados de los originales del ECO DEL COMERCIO
digitalizado de la
Hemeroteca de la Biblioteca Nacional.
[7] A los títulos y calificativos de D. Pedro que
encabezan los capítulos anteriores, se podría añadir uno más el del Primer
especialista en Economía Forestal de la Sierra de Segura
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