POLÉMICA en el periódico el
ECO DEL COMERCIO,
entre El serrano observador (D. Pedro Fernando
Martínez) y
El defensor del arbolado
(Ex Ministro de la Marina).
ECO DEL COMERCIO
Artículo publicado en los Números 61 y 62, del 30 de
junio y 1 de julio de 1834, firmado por:
El serrano observador (D. Pedro
Fernando Martínez)
Señores Redactores del Eco de comercio. Los desvelos de nuestra amada Reina
Gobernadora para hacer la felicidad de todos los habitantes de sus bastos
dominios y dar impulso a la agricultura, comercio y montes, son ya tan
manifiestos que no pueden dejar de trasmitirse de generación en generación, y
llegar a la mas remota posteridad la
memoria de sus beneficios.
Poseída ya la fundada esperanza, y llena de la sincera gratitud que
deben inspirar a todo buen español los benéficos decretos de la Reina Cristina
publicados en nombre de su augusta hija Doña Isabel II, he creído que es
llegado el día venturoso que renaciendo, por decirlo así, de la abyección y
decadencia, en que se halla sumida de muchos años a esta parte una porción del
suelo español, digna de mejor suerte, goce del halagüeño porvenir que se espera
y del estado feliz que promete a todos
la soberana y maternal solicitud.
Hijo de la Sierra de Segura, tan rica en los dones de la naturaleza,
aunque empobrecida y anonadada, a causa de las infinitas trabas que obstruyeron
la felicidad de sus moradores, veo con dolor los males que circundan, y los
obstáculos que sin cesar se han puesto
al aprovechamiento de su riqueza para privarles de la felicidad y opulencia, de
que podían gozar; pero como se dijo por la comisión encargada de formar la
nueva ordenanza, parece haberse puesto empeño, no como quiera el alejar el
interés con el que todo hombre cuida y defiende su hacienda, sino en convertir
a los dueños de montes en enemigos causantes de los incendios y mejoras de sus
montes y preciosas haciendas.
Las observaciones que por espacio de 40 años tengo hechas y vistas en
toda esa Sierra me han proporcionado rigurosos conocimientos de su antigua
población, de su actual estado, de la calidad de sus terrenos, de sus muchas
fuentes y ríos , de sus arbolados, de su agricultura y ramos anejos a ella, de
su industria y comercio, y finalmente de los padecimientos de sus naturales,
que sumidos en la miseria claman por el preciso remedio y lo recibirán sin duda
de la excelsa madre de sus pueblos, la reina Cristina que acogiendo bajo su
protección soberana las exposiciones que le dirijan los moradores de los montes
orospedanos, invocando su amparo y
patrocinio, colmará su ansiedad, enjugará sus lágrimas y satisfará sus
necesidades.
Nadie puede dudar que los montes se Segura y sierras accesorias
estuvieron en otros tiempos poblados de venturosos y corpulentos árboles puesto
que lo atestiguan no solo los documentos antiguos, sino también los posteriores
y casi de nuestros días. Los empleados nombrados por el ramo de la marina en
virtud de la visita hecha por ellos
mismos en 1751, es decir tres años después de establecida la ordenanza de 1748
se dieron por entregados de 380 millones de árboles de varias especies; no
obstante que en 1733 se habían cortado en los mismos montes 5 millones de pinos
para la fábrica de tabacos de Sevilla, cuyos datos justifican can asombrosa ha
sido, es y será la producción de sus feracísimos terrenos, siempre que se
manejen con inteligencia, orden y buen método, como antes se verificaba, siendo
solo el mas poderoso agente de tanto
bien y prosperidad, conservada por largo tiempo y entregada a la marina al
establecerse la infausta ley de montes de 1748, el interés peculiar de los pueblos
y de los fondos públicos , auxiliados por las sabias ordenanzas que regían en
aquel, sancionadas en 1581 por el señor Felipe II. La abolición absoluta de
etas sabias ordenanzas, y la invasión que por las de 1748 se hizo de toda
heredad en que se encontraba ya o nacía después un árbol, mirado como objeto de
dominación del nuevo juzgado de la
marina, menguó la real jurisdicción ordinaria, despojó a las corporaciones
municipales de su alcancía y beneficios en este ramo, abrió el camino de las
competencias entre las autoridades, nació la baja de los fondos públicos, pues
faltaron los ingresos que proporcionaban los montes, se oprimió con larga
demanda a los propietarios y a los colonos, que les era forzoso abandonar sus
tierras tan pronto como empezaban a poblarse de árboles, cuyas semillas esparce
en aquellos montes con profusión la misma naturaleza, y conducen los vientos
con facilidad a todas partes.
Despojados los propietarios por un medio tan injusto del derecho de
usar de sus facultades dominicales, vejados de mil formas y maneras por los agentes del gobierno designados por las
ordenanzas, expuestos siempre a las formalidades de causas ruinosas sin mas
motivos de porque nacían en sus propias heredades árboles que habían de
cortarse para otro dueño, era muy natural la queja y reclamaciones de aquellos
mismos que experimentaban tantas y tan atroces persecuciones de aquí se siguió que los empleados de la
marina para llevar a cabo tamañas vejaciones y consolidar su ominoso y
despótico imperio imputará sin verdad y justicia a los naturales los daños que
por incendios, talas y otros deterioros sufrían los montes en diversas
ocasiones; siendo así que como se ha patentizado después lejos de ser los tales
empleados el único baluarte defensa de aquellos montes y los que debían haber
trabajado en aumentar su precioso arbolado han causado muchas veces los
mayores estragos y han dirigido sus
miras únicamente a poner demandas, formar causas y exigir derechos, imponer
penas y buscar recompensas a su manera.
De aquí ha resultado que tales empleados con procedimientos tan
contrarios a los fines y objetos para los que el gobierno los nombró han
paralizado los deseos de los labradores que
anhelando por beneficiar y aprovechar sus propias tierras para recoger
en ellas los frutos que mas pudieran convenirle han encontrado en ello su ruina
por las persecuciones y ejecuciones clandestinas y denuncias que estos le han
puesto.
Podría dudarse de la certeza de estos sucesos sino estuviera publicado
la pobreza y despoblación del país en
todo lo que alcanza la jurisdicción de la marina; pero la aniquilación del
ramas que constituían su antigua riqueza, así como feracísimos terrenos que
antes producían infinitos y hoy se miran
abandonados por sus dueños, justifican los muchos males causados por aquellos
empleados y su juzgado arbitrario; así pues se debe extraerse que la multitud
de quejas, reclamaciones y súplicas de corporaciones y particulares hayan
ocupado al gobierno en tantas ocasiones cuantas ha sido la miseria, la
desgracia y la opresión en los que los
tenía sumidos aquel juzgado les haya permitido hacerlo.
A los procedimientos del juzgado de montes de la marina y a la
arbitrariedad con que ha procedido en todo
se atribuye con sobrada razón no sólo el aborrecimiento que los
naturales de la sierra de segura deben tener a los árboles con que puebla y
engalana la naturaleza aquellas montañas, sino también la despoblación del
país; sobre la cual el cálculo mas moderado gradúa en 2.500 el número de
vecinos en los 41 pueblos que comprende únicamente por las persecuciones,
causas ruinosas y vejaciones importantes producidas por el juzgado y sus
dependientes. (Se continuará).
Concluye el artículo remitido inserto ayer
No han sido menos desastrosos los manejos de los empleados de marina en
los montes de Segura, relativamente al aumento de su arbolado, a las cortas, al
aprovechamiento de sus maderas, y a las conducciones de estas a los reales
arsenales, que los ya manifestados con relación a los habitantes, a su
agricultura, industria y comercio; y puede muy bien asegurarse que, tan aciagos
y desconcertados han sido sus procederes en ambas cosas, que con
dificultad podrá señalarse cual de ellas
es mayor, y por lo mismo cual influyó
mas su ruinosa administración.
Por lo que a mi toca, aunque pudiera enumerar con exactitud los males
que ha ocasionado el referido juzgado y sus dependientes, me limitaré a decir
que registrados los preciosos escritos de los mas acreditados gefes y
oficiales del cuerpo de marina, se enterará cualquiera de lo que hay en el
particular, mediante a que sujetos tan ilustres han clamado contra el abandono
y ...... desprecio con el que los empleados en los montes de Segura han disminuido el beneficio de los pinares,
sin cuidar jamás de su fomento. En los escritos y exposiciones de celosos
marinos y gefes de alta graduación, consta que en las cortas de maderas
y conducciones de pinadas, han sido tales los desórdenes y agravios que han
sufrido los caudales del gobierno, que el codo cúbico de madera cortada y
conducida por el negociado, que salía a la marina con todos los gastos a unos
500 reales de coste, hubo y habrá siempre particular que le de 100 rs. Y aun a 50 el codo de la mejor y mas bien
reconocida calidad, cuya enorme diferencia manifiesta bien claro la
dilapidación y manejo seguido en este sólo ramo. De aquí es, que siempre se ha
clamado contra tales abusos y cualquiera que dude de tales verdades puede leer
la preciosa memoria sobre los montes de Segura, reimpresa en 1825, del señor
don Martín Fernández Navarrete: también pueden verse las cartas sobre el juicio
crítico de la marina del señor Salazar, y otros muchos y preciosos escritos
dirigidos al trono, implorando la soberana protección ,y pidiendo no sólo el
remedio político a unos males de tanta importancia y trascendencia, sino
también la extinción o al menos la reforma del juzgado de marina de Segura.
La conducta pues, de los empleados de la marina en las subdelegaciones
de los montes de Segura de la sierra, ha llegado generar un odio mortal e
implacable contra los bosques y precioso arbolados de estas sierras, tanto que
el odio de muchos labradores y ganaderos hubiera deseado ver convertidos en
cenizas por un fuego del cielo los muchos millones de pinos apreciables que
forman un fondo de inmensa riqueza. Además, extendiendo arbitrariamente el
juzgado de la esfera de sus atribuciones y cargos, se introdujo con imprudencia
a dominar e intervenir en los terrenos de dominio particular, y luego que nacía
un árbol en ellos evocando a su jurisdicción el conocimientote los montes que n
le pertenecían, de cuya resulta eran numerosísimas las causas y expedientes que
por demandas y persecuciones se formaban cada año; motivo por el que ha sido
siempre creciente la progresión del
encono concebido por los naturales contra el arbolado que produjo en tiempos
más felices el bien estar de los pueblos de esta comarca. Los encargados de su
custodia y conservación por el ramo de la marina en vez de dispensar al
labrador, y en general a todos los sencillos habitantes de estas tierras la
protección debida, se esmeraron en afligirlos, perseguirlo y mortificarlos de
mil modos, y ha sido tal esta persecución que se han visto familias
arruinadas cuando por desgracia suya se
atrevieron a cortar un pino o cualquier otro árbol que necesitaron para
proporcionarse algún útil absolutamente necesario en su labranza, caseríos,
etc..
Tales y tan espinosas calamidades a los moradores de los pueblos
encasillados en la sierra de Segura el establecimiento de las ordenanza de
1748, con el cual y por el cual vino el azote tremendo de los empleados de
marina y de su ominoso juzgado; pero el sabio, virtuoso y maternal gobierno de
la augusta Reina Cristina, tan afanada como infatigable para hacer la felicidad
de los pueblos que la Divina Providencia ha puesto a su cuidado, aumentar su goce,
propagar las luces, multiplicar sus propietarios, y fomentar las fortunas de
sus súbditos; conoció desde luego que no podía lograrse la conservación y
prosperidad de los montes bajo el régimen de las antiguas ordenanzas, leyes,,
decretos e instrucciones del ramo y por lo mismo decidió subrogarlas, y con
ellas ha dispuesto que desaparezcan también los juzgados llamados impropiamente
de conservadurías, cuando han sido un centro
de ....... y trabas expuestas. Los males que por las tales ordenanzas se
han causado, han sido de tal naturaleza y tan espantosamente crecidos, que si
todavía se ven algunos puntos poblados de arbolado, se debe sólo a la
inagotable fertilidad de la tierra, a los esfuerzos de la naturaleza, y a
causas puramente locales que no han podido aniquilar los empleados del ramo, y
con especialidad los de la marina. Por fortuna de este país y de la España
entera se ven hoy cumplidos los votos de los buenos con la soberana sanción de
S. M. se ha dignado dar a las nuevas
ordenanza de montes publicada el 22 de diciembre último, y es de esperar que
establecida del todo tan sabia ley, cesen para siempre los agravios y
atropellamientos sufridos hasta aquí, mayormente cuando se deja claramente
conocer que, así como es nueva la marcha
de la misma ley establecida en beneficio de los montes, serán también
nuevos los agentes que deben ejecutar cuanto en ella se previene en beneficio
de los pueblos.
A la sombra benéfica de una ley tan justa como sabiamente entendida
tomará la agricultura el ensanche conveniente sobre los terrenos capaces de producir frutos óptimos sin menoscabar la
extensión de los montes susceptibles de crea un buen arbolado. La población
rural adquirirá el aumento consiguiente a la tranquilidad,, paz y ventura, que
van a disfrutar los naturales de estas sierras , y de los demás puntos de la
península, tan sólo con restituir a sus legítimos dueños el derecho que les
pertenece de justicia amparándolos en el
libre y justo ejercicio de sus facultades dominicales de que estaban de hecho
despojadas, y por último extinguido para siempre el juzgado de marina con su
odiosa autoridad, influjo y dependencias rebosará la alegría en los corazones
de tantos desgraciados cuantos son los habitantes de los cuarenta y un pueblos
a los que ha empobrecido aquel juzgado por las injusticias manifiestas de sus
agentes.
Si, señor editor, la aurora de la felicidad ha amanecido para los
españoles, y alentado yo con la fundada esperanza de que la augusta Reina
Gobernadora bajo su manto y soberana protección todas las exposiciones que se encaminen a la propiedad individual de sus amados
vasallos para que de ella resulte la del estado plenamente aclarada por lo que
me atrevo dirigir a Vd. estas rústicas observaciones a fin e que si le parecen
oportunas las de publicidad en su bien recibido y justamente generalizado
periódico; aunque si su toso estilo, mal lenguaje o desordenadas ideas, la
califica vd. de inadmisible o despreciable, su autor se conformará con quede
sepultada en un profundo olvido, sin
quejarme jamás de su fallo, en el cual daré a menos una prueba de la sinceridad
con que satisface a vd. su seguro
servidor Q. B. S. M. = El serrano observador. (*)
ECO DEL COMERCIO
Replica publicada el 20 de julio de 1834, que hace al
artículo del Serrano observador publicado en los Números 61 y 62, del 30
de junio y 1 de julio de 1834, firmada por:
El defensor del arbolado
Sres. Redactores del Eco del Comercio.- Cuando los desvelos de nuestra amada reina Gobernadora se dirigen a conseguir la
felicidad de todos los españoles de ambos mundos protegiendo y fomentando con
sabios decretos los manantiales de la riqueza pública, ven que algunos hombres
llevados de su particular conveniencia, procuran labrar su felicidad a costa de
sus semejantes. Siendo mi deseo que la agricultura, el comercio y las artes
lleguen al grado de prosperidad que S. M. se ha propuesto, no puedo continuar
pasivo retardando por mas tiempo el contestar el artículo comunicado sobre
montes por el observador Serrano, inserto en los números 61 y 62 de su
apreciable periódico.
Aunque no soy serrano, soy observador
de los abusos de algunos hijos de la Sierra, que siguiendo una conducta
singular, se han adquirido cierto renombre peregrino en su país y sus talentos
muy aprovechados se hacen temer de los hombres sencillos y logran sorprender la buena fe de los incautos. Es bien cierto
que el comercio, la agricultura y las
artes, no pueden florecer sin el auxilio del arbolado que es la primera materia constitutiva de sus
adelantamientos.
Sin escuadra que protejan la navegación y conserven los dominios de S.
M. en Ultramar no puede el comercio hacer sus expediciones y faltando estas
expediciones deja de hacer acopios de ciertas materias que no se sacan de las
manos de los labradores en ruinas y aquí tienen Vds. el enlace que reina en
nuestros días entre los dos ramos de las
riquezas públicas.
Por igual razón se marchitan las fabricas y las artes si carecen de
madera que es el alma de sus
establecimientos, El observador Serrano para no contrariar estos
principios ha procurado poner en conocimiento sus vagas teorías, elogiado en
cierto modo el arbolado para formando inculpaciones a la autoridad de la marina
de Orcera, a cuyo cargo estaba la conservación de los mismo, suponiendo que las
reglas porque se gobernaba, que son las establecidas por las ordenanzas del
31 de enero de 1748 han acelerado su ruina. No pudiera decirse mas por
Cortadillo y Rinconete para encubrir sus rapacidades. Atribuir el observador Serrano la destrucción y ruina del arbolado a
una ley que le ponía trabas para impedirla y obstruye sus ambiciones y
deseos, es la anomalía mas clara en que
pudo haber incurrido. La Jurisdicción de marina, como conservadora, ha cumplido
exactamente lo prevenido por la real orden de 13 de septiembre de 1815, que
dejó fuera de ella los montes de propiedad
particular.
No faltó hijo de la Sierra de Segura que previniéndose de esta justa
libertad, quiso hacer suyo lo que por sus títulos de propiedad no le
correspondía y oponiéndose el juzgado de la marina de Orcera a mirar las
ambiciones que ocasionaban la ruina de los pueblos y de los ganaderos, hubo de
consultar y resolverse por S. M. la real orden de 18 de marzo de 1816, que,
entre otras cosas, dice: “Que la excepción concedida en la real orden del 13 de
septiembre de 1815 y real cédula de 19 de octubre siguiente se,
emprenda en los montes y arbolados cuya propiedad particular haya sido legítimamente reconocida, suspendiéndose a
los supuestos poseedores de todo aprovechamiento, oponiéndose a ello los
ministros, comandantes militares o subdelegados hasta que sea comprobada su
legitima pertenencia”. Con semejante precepto quedó conciliado el derecho a la
verdadera propiedad con la conservación
y defensa de los montes comunes y de realengo, que algunos hijos de la sierra de Segura trataban de usurpar bajo
múltiples pretextos.
Aunque se publicó y circuló esta real Orden, no pudo conseguirse que el
que se jactara de principal poseedor de montes de dicha sierra, presentase los
títulos que determinasen el número de fanegas de tierra poblada de árboles que
eran de su pertenencia, porque aspiraba al disfrute de inmensos terrenos
extraños. Como talaba y destruía a su antojo, e incendiaba
maliciosamente
los montes, suponiéndose propietario, fue denunciado hasta 15 veces, e
indultado por S. M.; pero jamás se le pudo acarrear que presentase sus
legítimos títulos porque los pocos que posee se hallan enmendados. Con
astucia y travesura propia del diablo, supo burlar por muchas veces los
llamamientos del juzgado de montes y al fin ha podido lograr sorprender la
justificación de otros superiores del ramo en la actualidad, para poderse
aprovechar de lo que es de los pueblos con perjuicio del arbolado, de la
agricultura y de la ganadería.
Me
parece Sr. Director, que el observador Serrano queda convencido que la jurisdicción de montes de Marina de Segura de
la sierra no ha puesto traba alguna a los verdaderos propietarios y solo ha
fijado su justicia en no permitir aprovechamientos de árboles, a lo que
careciendo de legítimos títulos por no haber querido presentar o tenerlos, le
suspendió el uso de sus facultades dominicales como supuestos poseedores.
Este
mismo concepto se previene, aunque con alguna diferencia en la nueva ordenanza
de montes, de 22 de diciembre de 1833, y a su pesar elogia el observador
Serano, porque sabe que sus títulos de propietario de montes jamás saldrán a la
luz, asegurado de si supo burlar con su listeza y sagacidad las providencias del juzgado conservador de
la Marina, mucho mejor lo hará ante las justicias locales que le tienen por su
genio amenazador por sus particulares
circunstancias que le dan renombre. Por otra parte conoce que para sus miras de
aprovecharse de montes que no son suyos, le es muy acomodado la cita de las
ordenanzas porque son muy pocos los preceptos que terminan el la conservación y
fomento del arbolado que ha dejado en absoluto olvido el proveer a la marina de
las maderas en el arsenal de la Carraca para donde es fácil la conducción por
el río Guadalquivir y para el apostadero de Cartagena por el Segura. Que
igualmente no se reserve arbolado alguno para el servicio público y del estado,
que no cierra la puerta para las conducciones fraudulentas de maderas por los
conductores que no van autorizados con los documentos necesarios que acreditan
s legítima pertenencia y procedencia. Y en fin por otras muchas razones que
estrecho círculo de este escrito no permite enumerar, pero que el sabio
congreso haciendo uso del derecho de petición, se espera lo ejercitará fijando
sus miras en un ramo de la administración pública, por cuya consideración se
haya consignado en Francia el Ministerio de Hacienda, y como tan necesarios
para la Marina militar ha fijado trabas muy estrechas a los propietarios de
montes en su código y ordenanza real, que conciliando sus derechos dominicales
en cuanto al valor de los árboles, solo puede aprovechar la Marina los que se reconocen útiles para el
uso de los reales arsenales marcándolos y pagando su importe.
Si, Sres. Redactores, este el ejemplo que nos da la nación vecina, donde las libertades
públicas son el Norte de su legislación, porque sabe que del fomento y
conservación del arbolado depende la felicidad de los pueblos, la defensa del
estado y el adelantamiento de sus gloriosas campañas de Ultramar; y esta es
la aurora de la felicidad que amanecería en breve a los
españoles si desprendiéndose de las vanas teorías del observador Serrano,
imitamos el ejemplo de nuestros vecinos, conservando y fomentando en nuestro
suelo el artículo mas provechoso para subsistencia de la vida humana. Si a Vds.
le parecen congruentes estas reflexiones podrán servirse insertarlas en su
preciable periódico para que no se crea que son exactas las producidas por la
actividad del hijo de la Sierra como se apellida
ECO DEL COMERCIO
Artículo publicado en el Número 339 de 4 de abril de
1835,
firmado por:
El serrano
observador (D. Pedro Fernando Martínez)
Sres. Redactores del Eco del Comercio: Cuando vi que Vds. Tuvieron la bondad de
insertar en los números 61 y 62 de su apreciable periódico mis toscas observaciones sobre los montes de
Segura, y abusos del juzgado de marina y sus empleados, cubrí ánimos para ir
dirigiéndoles algunas otras cosas que con documentos de todas clases
comprobasen las continuas y vejaciones
con que arruinan a los hijos del país, y que fuese notorio a todos los
españoles el modo de enjuiciar, seguir y
sentenciar las causas de montes que diariamente se producen en el juzgado del
ramo que reside en Orcera, arrabal de Segura.
La nueva ordenanza que ha sido publicada y
circulada en todos los pueblos de la sierra y pudiera poner remedio la tienen
en asfixia su empleados, porque sus artículos y sabias disposiciones no
convienen con las arraigadas costumbres de los guardas y curiales, que apoyados
por manos ocultas aspiran a que sobrevivan los abusos y no sean oídos los ayes
de bastantes desventurados que cayeron en manos de estos famélicos cuadrúpedos.
No se admiren Vds. que acompaño documentos que
atestiguan mis observaciones; porque así se prueban los dichos cuando no se
quiere dejar en duda o se huye de replicar probando su inexactitud.
Que el juzgado de montes sujeto a la
jurisdicción de marina en Segura y sus Subdelegaciones, componen 41 pueblos con
12 aldeas, y que estos contienen 26.537 vecinos con 103.397 almas, lo verán en
dos estados que acompaño con los números 1º y 2º. En ellos observarán que en el
día pertenecen dichos pueblos a tres provincias, y que la extensión de
territorio que comprende la marina es nada menos que 667 leguas cuadradas, que
equivalen a decir que salen 40 vecinos por legua cuadrada, y cuya despoblación
se atribuye justamente a los funestos efectos del jugado de montes y a los
buenos deseos con que se han comportado los empleados del ramo, que por mal
nombre se titulan defensores del arbolado.
En el estado número 3º el que tenían los
montes de estos 41 pueblos y que los empleados del ramo se dieron por entregados en 1790 de 264.481.053 árboles
de todas las clases. Riqueza asombrosa que habían conservado los naturales, sin
intervención ni desvelo de los guardas y curiales del jurado que 40 años antes
se había apoderado de este tesoro para esterizarlo y hacerlo improductivo. Pues
aun hay mas.
En el año 1750 se hizo la primera visita de
estos precioso bosques, y de esta operación resultó que había en toda la
extensión de los montes de la que acababa de apoderarse el gobierno el
asombroso número de árboles de todas las especies de 434.451.279.
El defensor del arbolado podrá tildar al serrano observador, si
probase por las acertadas providencias
del juzgado de marina y montes de la sierra de Segura existían algunos millones
mas de los que resultaron de la visita de 1750. Mas a buen seguro que no sacará
una cuartilla de papel para acreditar la mas leve operación de escarda, limpia
y beneficio de los montes que custodiaron por espacio de 500 años los
honradísimos serranos sin la ordenanza de 1748 y la vigilancia de los guardas.
No puede dudar el titulado defensor del
arbolado que en 26 de abril de 1738 informó al gobierno el capitán de
fragata D. Juan Valdés, como en el reconocimiento que había practicado de los
pinares de estas sierras, había encontrado árboles de hermosa madera aptos para
arboladura, con tal que se sangrase, se beneficiase y se preparase cual era necesario; por cuyo medio se
ahorraría el Estado las cuantiosas sumas con las que anualmente contribuye a
las potencias del norte por un artículo, que beneficiado por sus empleados en
el ramo, le produciría ahorros de grande importancia.
Saber que por los años de 1733, el ingeniero
director de la fábrica de tabacos de Sevilla D. Diego Bordié, después de
reconocer las maderas de varios edificios de aquella ciudad, procedentes de los
montes de Segura, declaró que estas eran muy superiores a las extranjeras; y no
ocupar sus cuidados y celoso ministerio en hacer plantíos de álamos, escardas y
clareos de espesas e impenetrables pimpolladas, limpias y desbroces de
chaparrales que por su espesura no progresan; tampoco conviene a estas
desidiosas holganzas el epíteto de defensores del arbolado.
Tener noticias positivas de las estafas y
corrupciones de los guardas, de las inteligencias privadas de algunos empleados, de los manejos
ocultos de los curiales, y cediendo todo en daño de los montes y ruina de los
desventurados moradores de esta sierras, no ejercitan la ley penla de las
ordenanza, para castigo y escarmiento de los prevaricadores, al mismo tiempo de
dar alivio a los inocentes y calumniados labradores; es querer que el imperio
de Neptuno, se absorba el reinado de Ceres, a 40 leguas de las playas del
Mediterráneo y 80 de las del Océano, para que haya pinos y no hombres.
No crean Vds., señores redactores, que son
destituidas de autoridad estas verdades.
Dijeron las Cortes de Cádiz que, con el justo fin de deprimir los montes y
plantíos de dominio particular de la opresión y servidumbre en que por un espíritu mal entendido de protección
los han tenido hasta ahora las leyes y ordenanzas tan contrarias al derecho de
propiedad, como opuesta a la libre
acción del interés individual
imposibilitado por ellas de fomentar esta preciosa parte de la agricultura, y
deseando que al mismo tiempo los propietarios entren en el goce de sus
legítimos derechos se eviten a todos los españoles las vejaciones y perjuicios
que han sufrido por los juzgados particulares de este ramo, y los abusos de
sus dependientes. Decretan etc. “.
Se vieron estos pueblos de nuevo hostilizados
con renacer el juzgado extinguido tres años antes, y asustados todos
dirigieron reverentes exposiciones al
trono para su reforma: alo menos fueron sus preces oídas; y se creó expediente
con audiencia de muchas villas, y otras autoridades celosas e imparciales. La
copia num. 5 es la respuesta fiscal que
se dio en el negocio de la cual se evidencia «que de seguir la comisión de
marina y montes en Orcera según estaban en 1818, la agricultura, la ganadería,
montes y plantíos, y cuanto constituye la riqueza de un país, vendrá presto a
su total ruina, causando la aniquilación y miseria de aquellos naturales».
El juicio imparcial y sana crítica con que
Vds. distinguen las cosas y las personas, harán que fallen entre esta
declaraciones de tanta gravedad , y las que el defensor del arbolado publica
para que se conozca la inculpación de
estos empleados cuando dicen que solo la diablura de Rinconete y Cortadillo,
sería osada para mancillar el honor y
celo del juzgado, al que se le han descubierto las malas tretas.
También es de copiar que han dicho dos
antiguos empleados en lo montes y sus diversos ramos de administración sobre
las buenas obras de juzgado que defiende el que se da el nombre de defensor del
arbolado.
Al departamento de Cádiz dirigió un experimentado dependiente de la marina en
Orcera unos apuntes y en ellos dice: «Es preciso por lo tanto e
indispensable confesar, que los reglamentos particulares, órdenes e
instrucciones que ha regido desde 1748 para el gobierno y administración de los
montes de la provincia de Segura de la Sierra por las que se ha guiado para dar todas sus disposiciones en el
ramo el juzgado llamado conservador de
montes, une a su arbitrio ha procurado dar todo el ensanche que le ha acomodado
aquellas y hacer miles abusos, han sido causa para destruir y aniquilar los
arbolados mas preciosos y proporcionar la ruina a los habitantes de la sierra,
destruyendo no paulatinamente, sino a carrera abierta, los interesantes ramos
de la agricultura y ganadería; por manera que sin exageración puede afirmarse
que las fortunas, industrias y trabajos de los labradores y ganaderos de la
sierra y su valle, ha venido a servir únicamente para el pábulo y socaliñas de
la tropa de mandarines de que se compone el juzgado de conservaduría y sus
dependencias».
Dijo otro:«Por lo mal que ha probado en
esta provincia las ordenanzas de montes que han regido hasta el decreto de las
Cortes , de 21 «de enero de 1812, y lo mucho que han destruido e irritado
aquellos naturales los procederes de varios dependientes de este ramo, no menos
que la de el tribunal en las ocasiones que había ministros, auditores y escribanos, poco
considerados y de mala intención, han resultado quemas muy considerables de
preciosos arbolados que han puesto a mano los denunciados destruidos,, y
perdidos ya en el despique, por una mal entendida venganza. También los mismos
dependientes han puesto fuego a mano por fines depravados.
Corten en buena hora lo que les acomode para
sus casas y poblaciones y demás inversiones provechosas, sin que tengan
sujeción a las restricciones que sufrían antes;
y le producían perjuicios incomparables por todos estilos, contra toda
razón que los hacía dignos de la mayor lástima. Se pueden citar muchísimos
ejemplares de cortas mal hechas, cuyas maderas puestas en Sevilla aun antes del
año de cortadas ha llegado podrida quedándose ahogada en el camino; otras que
no se han sacado del monte donde se cortaron gastándose infinito; y finalmente
mil desastres ocurridos en estas comisiones, por los vicios apuntados o por
ignorancias vencibles o invencibles, todo lo cual se ha ignorado en las
superioridades por haber llegado tan disfrazadas las noticias de esta clase de
acaecidos, como puestas y dadas por los mismos que han sido causa de tan malos
resultados».
Me parece que estas dos autoridades me libertarán
de la censura tan criminal que me pone en su conciencia el defensor del
arbolado, porque la confesión de parte releva la prueba. Y sin embargo con
licencia de vds. y del Sr. Defensor, amen del respetable público quiero
preguntar al panegirista del juzgado y dependientes de los montes de
Segura,¿por qué fue el encausamiento que preparó con robusta pruebas un
ministro contra un auditor, ya mas de 36
años hace?. ¿Qué se contenía en siete arrobas de papel que ocupaba el
encausamiento de un mayoral de alto cargo de la marina y otros empleados que
todos comían a costa de los caudales del estado?. ¿Qué motivos hubo para
procesar a un comisario de pinadas sobre sus cuentas de navegación y datas
asombrosas de gastos?. ¿a dónde se fueron 15.00 de duros que la Real Hacienda
dio en 1815 para cortar 1.000 cargas de madera que casi todas se han podrido en
los montes habiendo derribado para ello sobre 6.000 pinos de asombrosa
magnitud?. ¿En qué pararon las causas sobre estafas de dos o tres guardas que
fueron hallados como in fraganti?. ¿Y en qué ha consistido el subido precio de
costes y costas que por administración han tenido las maderas de Segura y de
que tan ingenuamente tratan los informes que pusieron en 1811 los ministros de
Hacienda y Marina, el ingeniero general el archivero de la secretaría de estado
de la Marina, y por último, el Sr. D. Martín Fernández Navarrete, a quien el 10
de abril de aquel año se le pasó todo el expediente?. Véanse las cartas del
juicio crítico de la marina.
Así que con mucha razón se lamenta y declama
el Excelentísimo señor secretario de estado y del despacho del ramo, del
abatimiento y pobreza en que se haya la marina real de España, y sus más
beneméritas clases.
En cuanto a los gefes que se ha
denominado ministros de marina y subdelegados del negociado, han percibido
sueldo por todos lados; como jueces conservadores de montes ganaban 11.000 rs.,
como subdelegados de negociado otros 11.000 rs. u 12%), por administradores del
arbitrio de Guadalmena (¿).000 rs., y luego por otras gabelas, de casa pagada, abono de luz, dos porteros con clase
de guardas con 5 rs. y hasta el tanto por ciento de los caudales que manejan
por indemnización en el cambio de la moneda.
Yacían los pobres moradores de estas sierras,
o más bien los 41 pueblos como el paralítico de la Piscina sumidos en el
abatimiento mas insufrible, y puestos en tributos todos los rendimientos de sus
escasas fortunas para que se hayan regalado los guardas y otros subalternos del
juzgado de montes.
El juzgado de marina y montes tiene innumerables
trabas puestas a los ganaderos de esta sierra; se apoderó el año de 1751 de un
terreno baldío donde hizo doce dehesas para con el producto de sus pastos pagar
los guardas de montes. Esta extensión de dehesas contiene cerca de doce leguas de superficie y
es el sitio más benigno y templado para los inviernos, donde los ganaderos
apacentaban sus rebaños y tenían las parideras sin menoscabo de las crías:
ahuyentó con subir las tasas de estas yerbas
a los naturales para dar acogida a los extraños, y de día en día fue
disminuyendo el número de ganaderos y los que han quedado; en muy reducidos
atajos, han convertido sus hatos y numerosas manadas.
En los tiempos crudos y nevosos, si acuden a
sacar licencia para socorrer a los animales con ramón de encina, son tantas las
fórmulas y diligencias previas que deben gestionar en el juzgado, y los días
que invierten en ir y venir a Orcera que prefieren, o dejar morir de hambre los
ganados, o arrastrar el riesgo que un guarda los vea, y tener que pensionar los
esquilmos del ganado o de la labranza para tapar la boca al famélico y
despiadado guarda celador. Tributo de lana tributo de queso, de cordero o de
alguna oveja o cabra para hacer cocina, que aquí llaman salón; hasta de las
basuras hacen fruto estas sanguijuelas, porque a los tímidos labradores le
mandan redilar bien el terreno donde han de echar en pinjar de cáñamo y
patatas, y los tales guardas celadores comercian con sus destinos y obtienen por tan detestables medios,
abundantes cosechas de toda clase de frutos y semillas sin que les cueste una
gota de sudor.
Sin duda que tan reprobados manejos y el reato
que estos traen a los arbolados para su daño y menoscabo, no llegaron jamás a
noticia del celoso defensor a
quien impugno, porque debiendo penetrarse de cuanto mal se sigue a los montes,
cuya conservaduría y fomento dice ser el lema del juzgado no es creíble ni cabe
en conciencia que se dejen impunes tan escandalosos procederes.
Volveré la hoja de esta leyenda, a ver si en
el artículo de fomento y propagación de los árboles se encuentra algún
beneficio de estos bosques, ya que por el lado de la conservaduría no se ven
mas que prevarículos, males si cuento y abandono el más escandaloso.
La ordenanza de 1748 previene que se hagan
escardas, podas, entresaques y clareos para la más rápida vegetación de los
árboles, también previne el modo de beneficiar las leñas y los árboles que se
inutilizan por varias causas naturales.
Un siglo hace que se dieron muchas noticias al
gobierno y a la marina, y 83 años que esta se apoderó de más de 400 millones de
árboles de todas las especies que confesaron sus empleados haber reconocido y
hallado en estas tierras.
El defensor del arbolado podía haber dicho en sus impugnación a mis
observaciones, que si en las primeras visitas no se conocían las 35 especies de
pinos de las que habla con extensión los más celebres botánicos, ya los había
dado a conocer este celoso ministro, y buen servidos de S. M., como él se dice, y
hecho que los guardas se ocupasen asiduamente en esta recuela montaraz; y si no
habían distinguido entre los árboles plandíferos[1] (***) mas que el roble y la encina, desconociendo las 75 especies de este
genero de árboles, era porque ignoraban la importancia y valor de estas maderas
para la construcción naval, y no cuidaron de cumplir con los arts. 6º y hasta
el 18 de la ordenanza de 48 que era y ha sido su alcorán.
¿Cómo
de acreditar que la antigua ordenanza y tantas órdenes especiales y
generales que se ha recibido en este juzgado para la beneficiación y mejora de
estos montes no han sido postergadas y sin ejercicio cuando no se ha visto un
guarda que haya dado un solo golpe de acha a un pino para beneficiarlo? ¿Dónde los
productos de la pez, el alquitrán, el aguarrás
elaborados con materias resinosas, útiles en la brea y carena de los
buques?. ¿Dónde la venta de maderas elaboradas por el aprovechamiento de
árboles caídos y dejados podrir en el monte?. ¿Dónde en fin, las alamedas que poblasen tantas vegas y riberas de los
ríos para recreo y utilidad de los naturales, sostenimiento de labores,
carretería y obras públicas y preservación de los montes que la naturaleza
ofrece pródiga y asombrosamente?.
El defensor del arbolado podrá decir
donde se hayan estas ventajas producidas por la conservación de estas sierras,
porque yo no la he hallado, sólo puedo
decir, que del juzgado de montes, es tal la opinión y tales las obras que me
sobran dedos de las manos para enumerar sus amigos, faltan arenas en los ríos
de estas sierras para contar sus enemigos, con lo que concluye su ratificación
este su afectísimo seguro servidor de Vds. Q. B. L. M.. Sierra de Segura 28 de
septiembre de 1834. = El serrano observador.
(**) Como se decía en la
Nota (*), este
artículo se ha trascrito de la copia
digitalizada de la
Hemeroteca de la Biblioteca Nacional
No hay comentarios:
Publicar un comentario