Capítulo 1
Principales rasgos físicos e historia
La Sierra de Segura se encuentra situada en el noreste de la provincia de Jaén y está integrada por los términos municipales de Beas de Segura, Benatae Génave, Hornos, Puente de Génave, La Puerta de Segura, Orcera, Santiago-Pontones, Segura de la Sierra, Siles, Torres de Albanchez y Villarrodrigo: una superficie de 193.412 hectáreas.
Estas sierras se continúan con las de Castril-La Sagra en Granada y las de Segura-Alcaraz en Albacete. La mayor altura, el pico de las Empanadas, de 2.107 m. Otras elevaciones importantes son las de la Cabrilla, Banderillas, Almorchón y El Yelmo. Es un laberinto de valles, calares y altiplanos, con dos ríos importantes: El Guadalquivir y el Segura. Existen embalses como el de El Tranco, La Bolera, Las Anchuricas, La Vieja, Aguascebas y la bellísima Laguna de Valdeazores El río Segura, que brota en el paraje de «Fuente Segura» (Santiago-Pontones recibe sus primeros afluentes: los ríos Madera, Zumeta y Tus. Por su parte, el Guadalquivir penetra a los pocos kilómetros de su nacimiento en la Sierra de Segura discurriendo sus aguas en dirección NE, hasta llegar al embalse del Tranco (Hornos de Segura), donde cambia bruscamente de dirección hacia el SW, provocando así que vaya a desembocar al Atlántico, recibiendo afluentes como los ríos Borosa, Aguamulas, Hornos, Guadalimar y Guadalmena.
Geológicamente la Sierra de Segura forma parte de las Cordilleras Béticas, concretamente se encuentra situada en el sector Prebético del frente externo, lo que provoca una elevada altitud media, con más del 70% de la superficie por encima de los 800 metros, proporcionando a la comarca una acusada personalidad geográfica, siendo uno de los «islotes pluviométricos» más importantes de Jaén y de la Comunidad Andaluza y un importante núcleo hidrográfico de la Península Ibérica al servir de divisoria de aguas entre la vertiente atlántica y mediterránea. Para Madoz era uno de los parajes más agrestes de la Península Ibérica ya que cuenta con numerosas montañas que alcanzan alturas entre los 1.500 y 2.000 metros. Sirve de bisagra entre Sierra Morena y la Cordillera Bética. Presenta un relieve áspero y abrupto, donde alternan significativas elevaciones montañosas, ríos, altos páramos, torrentes, roquedos, mesas, valles, etc., que son consecuencia del clima, de la naturaleza calcárea de los materiales constituyentes y de la estructura o disposición de los mismos.
Su vegetación arbórea está dominada por el pino laricio, localizándose aquí, sin duda, el mayor bosque de Andalucía. Esas masas boscosas se encuentran distribuidas en tres bandas caracterizadas cada una de ellas por la presencia de una especie dominante; en las zonas bajas predomina el pino carrasco, en la media, el negral o resinero y, en las altas, el pino laricio. La existencia de estos pinares se ha visto favorecida por la intervención humana en detrimento de otras como la encina y el quejigo, conservándose este último en menor número y en zonas de alta humedad. Los valores cualitativos del bosque se completan con la presencia de sabinares y enebrales de relativa extensión y especialmente raros en Andalucía, así como sotos ribereños compuestos por álamos, sauces, alisos, arces, acebos y fresnos, entre otras especies.
El destacado componente florístico es patente si se tiene en cuenta que en el área el porcentaje de especies endémicas presentes en relación al resto de España alcanza el 30%. Es además, con 15 especies exclusivas la primera zona de toda la cuenca mediterránea a este respecto. Destacan igualmente endemismos entre la rupícolas como Ptilotrichum reverchonii, Geranium cazorlarum y Aquilegia cazorlen sis, o especies carnívoras como Pinguicula vallisneriífolia.
Paisaje serranosegureño: Cañón del Río Segura
Toda la comarca presenta un clima de montaña, siendo las temperaturas las propias de un clima templado-frío. En cuanto a la pluviometría cuenta con más de seis meses lluviosos. Debido a su gran extensión y diversidad orográfica, presenta gran variedad. El relieve da lugar a notables irregularidades en la distribución de las precipitaciones, de las temperaturas y de los vientos. De modo general, presenta unas características heterogéneas, con grandes oscilaciones de temperatura y precipitaciones.
El biotopo acuático aparece caracterizado por la presencia del águila real, el águila culebrera, el águila calzada, el cernícalo, el gavilán, el búho real, el autillo, el milano negro, el milano real, el buitre real, el azor y diversas anátidas y el martín pescador entre las aves, y la nutria. Especies características del mundo mediterráneo como el gamo, el ciervo, la gineta, el tejón, el jabalí, el muflón, el conejo, la comadreja, la garduña, la cabra montés y la ardilla cuentan en estas montañas con sus refugios. Entre los reptiles hay que señalar la presencia de un, lagartija endémica, la lagartija de Valverde.
HISTORIA
Con la incorporación de la Península Ibérica a la órbita del Imperio romano se otorgó el nombre de Oróspeda a una zona bien definida, allí donde nacen los grandes ríos, Guadalquivir y Segura. Posteriormente se produjo una fuerte resistencia de la población autóctona contra el poder visigodo. En esta región estaban los límites occidentales de la Cora de Tudmir (Murcia). La Oróspeda fue marca fronteriza entre los reinos cristianos y el nazarita. La zona norte estaba poblada de castillos ligados a la Orden de Santiago y el sur por fortalezas granadinas Con la conquista cristiana, se produjo la repoblación del territorio ganado (Vélez Rubio y Huéscar) y posterior expulsión de los moriscos. Esta zona, situada a una elevada altitud media, está articulada por las sierras del Segura, La Sagra, María y Moratalla, separadas entre sí por collados, valles y altiplanos. El territorio comprende, aproximadamente, las comarcas de Orcera en Jaén, Huéscar en Granada, Vélez Rubio en Almería, Caravaca en Murcia y Yeste en Albacete.
Históricamente la denominación de «Sierra de Segura» aparece ya utilizada por geógrafos musulmanes del siglo XI, siendo una zona que ha sido ocupada por todos los pueblos que han pasado por la Península Ibérica, aunque fue con el estado islámico de al-Andalus con quien alcanzó su máximo esplendor y renombre.
El contingente demográfico mayoritario que forma la población de la Sierra de Segura, llega a la comarca con las repoblaciones que siguieron a las diferentes etapas de la guerra cristiano-musulmana, durante la Edad Media; la Sierra de Segura, en concreto, tras ser reconquistada, queda como encomienda de la Orden de Santiago y se dota de una de las características "cartas pueblas" de la época.
No se conserva documentalmente el primer estatuto jurídico que rigiera, las nuevas poblaciones. Fue conquistada por la Orden de Caballería de Santiago concediéndosele en 1242 el Fuero de Cuenca por el Maestre Don Pelayo Pérez Correa y siendo donada por el rey Fernando III a la citada Orden.
D. Pelayo Pérez Correa, Maestre de la Orden Militar de Santiago, junto con el Comendador de Segura y otros Comendadores y Freires, reunidos en Cabildo concedieron al Concejo de Segura varias franquicias, términos y el dicho Fuero de Cuenca.
Esta Sierra de Segura, hoy penalizada por el aislamiento y el periferismo, ocupó un lugar estratégico destacado en la época medieval, y, especialmente, en los momentos centrales de la Reconquista del reino de Granada. En los siglos previos a la llegada de los cristianos, en los periodos almorávide y almohade, se constituye como primer sistema defensivo, orientado evidentemente a frenar o impedir la entrada de las tropas cristianas asentadas al norte (campo de Montiel y Sierra de Alcaraz). Tras la conquista cristiana de Segura, a principios del siglo XIII, el sistema es reutilizado y complementado por iniciativa de la Encomienda de Santiago, que acaba haciéndose con la jurisdicción de toda la actual comarca. Durante los siglos XIII Y XlV, este sistema defensivo es perfeccionado y complementado, a la vista de la inestabilidad de toda esta marca santiaguista, como pone de manifiesto el contraataque musulmán de 1.333, que concluyó en el fracasado sitio de Siles, en una ofensiva que puso en jaque al Adelantamiento de Cazorla y a toda la Encomienda santiaguista de Segura.
En este sentido merece destacarse la gran densidad de edificaciones defensivas de la comarca. Según Juan Eslava es, junto con algunas comarcas del Duero, la que presenta mayor densidad de fortificaciones medievales en la península. Consecuencia de lo intrincado del relieve, que exige un abigarrado despliegue de elementos defensivos para cuidar las distintas funciones militares (aviso, resguardo, resistencia a asedios, base de destacamentos de tropas), y de la importancia estratégica de la zona, clave para los desplazamientos entre la meseta y el valle del Guadalquivir, entre el levante y Andalucía y para controlar los accesos a la zona norte del recluido reino de Granada.
El primer texto jurídico de que se tiene constancia documental es la Ordenanza de la Villa del Común de Segura y su Tierra, de 27 de julio 1580, aprobada por Felipe II en el mes de Junio del año siguiente; en este texto legal se atribuye a los municipios y a sus vecinos el derecho de aprovechamiento mancomunado de los recursos agrícolas y forestales de sus respectivos términos municipales
En ese año de 1580 las Villas del Común de Segura tuvieron la prerrogativa de dictar órdenes para la conservación de los montes, para lo cual fueron elaboradas las «Ordenanzas del Común de la Villa de Segura y su tierra». Estas ordenanzas fueron la normativa legal utilizada en la Sierra de Segura para el mantenimiento, conservación y aprovechamiento de todos sus recursos hasta que, dada la riqueza maderera de la zona, fue sometida a la tutela del Ministerio de Marina, que la hizo Provincia Marítima en 1748.
Efectivamente, Fernando VI firmó la Ordenanza de Montes de Marina de 31 de enero de 1748 en la que se creaba la provincia Marítima de Segura de la Sierra, compuesta por la actual Sierra de Segura más las subdelegaciones de Alcaraz, Villanueva del Arzobispo, Cazorla y Santisteban para la gestión y explotación de los recursos forestales, aprovisionándose así de las maderas necesarias para la construcción de la Fábrica de Tabacos de Sevilla, entre otros importantes edificios y parte de la flota suponiendo a la vez un importante recurso económico para las arcas estatales
La razón económica que subyace tras este cambio legislativo es la necesidad de abastecer de materias primas a los astilleros para la construcción de la flota naval española, necesaria para la política de expansión atlántica a que aspiraban en la época las potencias europeas; la enorme extensión de la masa boscosa de la comarca de Segura, así como su enclave estratégico en la cabecera de las cuencas hidrográficas de los ríos Segura y Guadalquivir, contribuyó a que la explotación forestal con los fines expresados se desarrollara aquí con mayor intensidad que en otros territorios afectados por la misma política.
Este periodo se prolonga hasta entrado el siglo XIX, su declive se inicia con el Decreto de la Cortes de Cádiz de 14 de Enero de 1812, por el que se abrogaba el régimen de los montes de Marina, derogado a su vez por Fernando VII, con la restauración del absolutismo. Finalmente, el 22 de Diciembre de 1833 se publican nuevas Ordenanzas Generales de Montes, que clausuran definitivamente la etapa de la provincia marítima.
La valoración de las consecuencias del periodo histórico de la provincia marítima en la Sierra de Segura es necesariamente negativa en todos los aspectos, tanto en el plano jurídico como en el económico y social y sentó un precedente que ha vuelto a repetirse de forma mas o menos análoga en otros momentos históricos posteriores.
La etapa de la provincia marítima constituyó una fuente interminable de conflictos jurisdiccionales entre la población y las instituciones del momento, y supuso la ruina del concejo y de los vecinos, al establecerse el monopolio estatal sobre la explotación y comercio de la madera, lo que afectó también directamente a la ganadería como segunda actividad económica preponderante en la época. Esta ruina económica se traduce no sólo en pérdidas para el Común, sino en la pura destrucción de los bosques, en el desperdicio de la madera, en un incremento de la litigiosidad entre los particulares y las instancias administrativas, en actos de venganza de los particulares contra los bosques y en corrupción e ineficacia administrativa.
Como consecuencia inmediata del despojo que sufre la población de sus dos principales fuentes de recursos económicos, la explotación forestal y la actividad ganadera, se intensifica el desarrollo de la agricultura marginal de subsistencia, con ocasión del cual se fue produciendo una paulatina ocupación de tierras agrícolas ganadas al bosque, en torno a las cuales se fueron estableciendo núcleos de población dispersos, alentado en algunas ocasiones por las políticas de repoblación que se llevaron a cabo durante distintas épocas
A mediados del siglo XIX se realizó un proceso de desafectación de bienes vinculados a un determinado fin (municipal o eclesiástico), por la legislación del antiguo régimen, que culminó con la venta en pública subasta de un importante contingente de propiedades, con el fin, entre otros, de sanear las cuentas de la Corona, que precisaba extraer dinero de estos grandes patrimonios con el que hacer frente a la devolución de los títulos de la deuda.
Los montes de la Sierra de Segura tuvieron especial relevancia en este proceso y se instala en la comarca una nueva clase social, más elitista y adinerada que la existente, que procedía de un contexto social urbano de clase media, que había adquirido propiedades en las subastas del proceso desamortizador, y que no tardó en transformarse en aristocracia rural.
La Sierra de Segura pertenece a la provincia de Jaén desde 1833, habiendo pertenecido anteriormente a otros reinos, lo que le ha hecho ser siempre una zona fronteriza con personalidad propia, hecho éste aceptado por los propios serranos e incorporado a su carácter independiente y libre.
En 1960 parte de su territorio fue declarado Coto Nacional de Caza y en 1983 se le concedió el reconocimiento de Reserva de la Biosfera. El 15 de febrero de 1986 se crea el Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas. El Parque tiene una extensión total de 214.577 hectáreas, repartidas en veinticuatro municipios de forma desigual entre las tres sierras que lo componen. La Sierra de Segura aporta al Parque 143.346 ha. (el 66'80% de la extensión total), lo cual supone el 74'1% de su territorio. Toda esta riqueza natural mereció igualmente que fuese declarada, en 1988, Zona de Protección para las Aves por la, entonces, Comunidad Económica Europea, hoy Unión Europea.
La distribución de la propiedad forestal se destaca en estas sierras, donde se da la mayor concentración de montes de titularidad pública. Estas circunstancias excepcionales, en lo referido al régimen de la propiedad, no pueden dejar de tener sus importantes consecuencias, pero también constituyen un fenómeno que explica, en buena medida, la situación actual de las sierras en cuestión, siendo al mismo tiempo expresión de un determinado devenir histórico.
Ahora la administración, que antaño enfocaba la gestión con un criterio mercantilista, tiene una actitud algo más equilibrada hacia la naturaleza y desarrolla una gestión más ponderada y sensible.
Paisaje serranosegureño: Valle de La Conquista
Vamos a cerrar este apartado mencionando algunas anécdotas, entre las muchas que hemos conocido, ya de palabra ya documentadas, que demuestran la actitud que antaño tenía la Administración con estos lugares.
Debían ser los primeros años cincuenta que se dejó caer en la sierra una de aquellas nevadas que la han hecho célebre. Días y días de aislamiento. Problemas y problemas para los serranos: ni luz, ni agua corriente, ni caminos, ni tiendas de abastos, sueldos de ocho y nueve pesetas el día que el dedo caprichoso del señorito o del guarda otorgaba, enfermedades graves, malnutrición, incultura… Días y días de nevazos. Y desde Jaén se toma la decisión de ir con un avión a dejar caer sobre los pueblos serranos algunos sacos de higos secos. Si, si, higos secos, blancos para más señas. Entre las gentes de la sierra, sobre todo en Santiago, cayó muy mal esta absurda decisión. Decían: «Lo único que no necesitamos es comida. Tenemos las ollas llenas».
La otra prueba que queremos dar está recogida en uno de los muchos «recibos» que hemos visto durante años y que algunos serranos conservan un poco por el fetichismo de «lo escrito» y otro poco por conservar la memoria. Se lee que el Patrimonio Forestal del Estado en el Control de Caminos Forestales sito en la Peña del Olivar, en el año 1963, le cobra a Don Miguel Muñoz Flores la cantidad de 250 pts por transportar yeso de Siles a La Conquista (para hacer unos trabajos de mantenimiento en el cortijo donde vide el pagador). Esto se llama, sencillamente, explotación: cobrar tributos a una persona por ir a su casa.
La tercera anécdota pertenece a nuestra experiencia del año 1966. Estuvimos en el campamento de Río Madera y recorrimos algunos de los lugares más emblemáticos de la Sierra: el nacimiento del Segura, Las Gorgollitas, La Toba, Miller... La impresión que nos produjo es indescriptible. Nosotros vivíamos en Jaén, que no era en aquellos años nuevayork, pero aquello que veíamos pertenecía a lo desconocido. Nos dejó helados la situación de las aldeas, la miseria de las gentes, parecían de otro país. Nuestros recuerdos se fijan en una contradicción espeluznante: Habían hecho en La Toba un garito de adobes con una puerta increíblemente vieja en la que se leía "no tocar peligro de muerte", con calavera incluida. Dentro una prehistórica dinamo producía un hilo de luz para el pueblo. Y no permanente, sino algunas horas al día para muy pocas bujías.
En el cielo, insultantes y crueles, amenazantes y esperpénticos, cruzaban los cables del tendido de alta tensión que transportaban energía eléctrica producida en el cercano embalse de Las Anchuricas. Ochenta millones de kilovatios anuales, ninguno quedaba en la Sierra.
Nota sobre los autores sacada de la solapa de la portada del libro
Jose Luis Garrido González. 1947. Cursó estudios de Magisterio en Jaén y de Historia Contemporánea en la Universidad de Granada. Se doctoró en Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Su vínculo con la Sierra de Segura se remonta a finales de los 80 cuando encontró en ella su "paraíso perdido"
Jose Luis Garrido Sánchez. 1974. Se licenció y doctoró en Ciencias Biológicas en la Universidad de Jaén. Los espacios naturales y concretamente en la Sierra de Segura, fueron lugares que le ayudaron a compaginar trabajo y holganza.
Ambos se han enriquecido con las vivencias excepcionales que dicha zona y sus gentes les han regalado, sintiéndose partícipes en lo positivo y en lo negativo.
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