LA CIUDAD MODERNA:
LA SIERRA DE SEGURA EN EL SIGLO XVI
LA SIERRA DE SEGURA EN EL SIGLO XVI
Luz de Ulierte
Prof. de Arte
“La Sierra de Segura es una zona montañosa densamente poblada y fértil, donde las cosechas, ganados, y frutales producen en abundancia. Hay qura, ma´qi, husun, son unas 300 qura y 33 husun. En la parte más elevada de esta sierra se alza la ciudad de Saqura (Segura de la Sierra), una de las fortalezas más inaccesibles de al-Andalus”. al-Zhury[1]
Desde el Paleolítico Superior viene constatada en el territorio de la Sierra de Segura la presencia humana, pero no es el poblamiento disperso el que nos va a interesar en este momento, sino los núcleos urbanos, que vieron la luz en esta comarca a partir del siglo XI bajo dominio musulmán. Dado que el territorio jugó en época medieval un destacado papel estratégico, especialmente en los momentos centrales de la conquista del reino de Granada, es su historia épica la que se ha destacado, de donde parecería desprenderse que el origen de sus actuales núcleos fuese solamente tal. Sin embargo no es exactamente así: la mayor parte de sus “ciudades” nacen como agrupaciones agrícolas dispersas en lomas, laderas y cortijos, que sólo se trasladan en ocasiones cuando, al convertirse en grandes explotaciones agrícolas controladas por las villas romanas, los conquistadores islámicos o los grandes señores visigodos, huyen los campesinos a las zonas altas… para caer de nuevo en unas u otras manos.
La primera “ciudad” que se conoce es Segura la Vieja, un posible husum del IX construido para controlar la población de la Sierra que posiblemente dominó otros lugares de población originaria romano-visigoda. Pero es durante los siglos X y XI cuando nacen las “Ciudades Agrícolas”, la urbanización del territorio a través de la agrupación de campesinos en cortijos y pequeñas aldeas carentes en general de defensas, que crecen paulatinamente entre los siglos XIII y XIV, a veces en torno a algunas de las torres existentes, residencias que pudieron servir esporádicamente de oteros o mínimos refugios.
Caso diferente es el de núcleos cuyo origen es militar -ofensivo y defensivo- nacidos en torno a una castillo o hisn para controlar el territorio, como los de Segura y Hornos y, en menor medida quizá Siles o el núcleo primitivo de Torres de Albanchez en torno al hisn de La Yedra, que abandona esta función militar por la agrícola antes de 1383. . Suelen ubicarse en lugares altos bajo la presidencia de su inexpugnable castillo, construido en el extremo más elevado de la población, por lo que se las denomina Ciudades-Atalaya o Acrópolis, lo que se cumple en las dos primeras, y en menor medida en Siles.
Conquistado el territorio a principios del siglo XIII, las ciudades y funciones siguen utilizándose por parte castellana, que perfecciona y completa unas defensas cuyo carácter residencial se va acentuando paulatinamente hasta acercarse a la exclusividad desde el Pacto de Jaén (1246) hasta la conquista del Reino de Granada, si bien entre medias, aunque lejos gran parte de la comarca de la línea fronteriza, siguen sirviendo las más cercanas de esporádico refugio en las razzias musulmanas. Es el caso documentado de Siles que, atacada a menudo después de conquistada por Castilla a pesar de que dispusiera antes de ello de murallas (que no debieron ser importantes) y de otras fortificaciones de las que aún resta el torreón
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El Arzobispado de Toledo y la Orden de Santiago habían sido los protagonistas activos de la conquista castellana de la Sierra de Segura, cuya fecha concreta aún no se ha podido establecer en todos los casos con exactitud[2], pero desde luego antes de 1241 en que Segura es cedida por el monarca castellano a la Orden concediéndole numerosos privilegios, el Fuero de Cuenca entre ellos (1243), privilegios que los santiaguistas siguieron otorgándole, pues trasladarán la sede de la Encomienda a ella desde Uclés entre 1243 y 1245. Como capital se declara pues en 1575: “De manera questa villa era reyno de porsí y ansí por sus edificios tan grandes y fuertes”. “No es de ninguno de los reynos de Murçia, Granada, Andalucía, ni Toledo, porquestá en medio de todos hellos, mas en las cortes que se çelebran con su majestad habla Murçia por ella”. Está incluida “en la horden de Santiago y es cabeza deste partido”, y “todos los pueblos del término desta villa acuden a ella a sus comunes y a otras necesidades como a cabeza”[3].
Caso especial fue el de Beas, territorio donde confluyen tres vías romanas y que había sido ocupado densamente desde aquella época imperial. Conquistado a los musulmanes por la corona directamente a través del Canciller de Castilla y Obispo de Osma don Juan, el monarca le concedió castillo y población. Si bien el Canciller en 1239 permutó con la Orden de Santiago ésta, a la que los santiaguistas concedieron fueros y privilegios así como el título de Villa, su pertenencia al reino toledano duró hasta el reinado de Felipe II, pasando en él a depender del Gobernador de Segura[4].
Su castillo pudo servir tanto de defensa del territorio como de refugio a la población de la “Villa Vieja” adyacente, rodeada de murallas “muy viejas, tanto que parezen ser de tiempos de moros”[5]
La administración eclesiástica territorial recaía en el arzobispado de Toledo hasta finales del S.XIII, momento en el que se incorporó al obispado de Cartagena. A través de un pleito mantenido en 1238 entre la Orden de Santiago y el Arzobispo de Toledo por la jurisdicción eclesiástica de Albadalejo, Torres, Albanchez, La Puerta y Salfaraz[6], podemos conocer cómo estos núcleos ya tenían sus iglesias y una población cristiana que las mantenía.
Civilmente no todos los núcleos tenían el mismo régimen, pues los menos eran Villas, si bien todos estarán representados de uno u otro modo en el Concejo del Común compuesto por veinticuatro representantes de entre ellas: doce por Segura y doce por los demás núcleos.
Sin embargo, a lo largo del tiempo el villazgo se extenderá de diversas maneras. Los habitantes de Torres de Albanchez contestan a las Relaciones que “se hizo villa ocho años antes que la villa de Sigura”, o sea, en 1235[7], si bien “después la villa de Sigura tomó posesión
SOCIEDAD Y ECONOMÍA EN EL SIGLO XVI
Tras el final de la Guerra de Granada se vieron ampliadas las posibilidades económicas de la Sierra de Segura a través de la explotación de los pastos y de la riqueza forestal con una gestión de los mismos coordinada desde Segura. La Encomienda de Santiago de Segura de la Sierra, desde el momento en que recibe la donación del territorio, será quien explote esta disputada riqueza, pero la organización social medieval opondrá a ello un muro de contención: Reunidos en 1580 los Procuradores de las villas del Común en el Monasterio franciscano de Santa María de la Peña (Orcera), elaboran las "Ordenanzas del Común de la villa de Segura y su tierra", con el fin de guardar, conservar y administrar los montes, ordenanzas que fueron confirmadas en1581 por Felipe II, y que constituyen el hito histórico-social al que siempre los lugareños se referirán como origen de sus derechos sobre la propiedad y explotación de los montes desde “tiempos inmemoriales” como van a soler decir, Ordenanzas que en 1748 son cambiadas por Fernando VII haciendo desaparecer el régimen comunal de propiedad de la Sierra.
Aquellas antiguas Ordenanzas del quinientos establecen la propiedad comunal, con prohibición expresa de explotación a los foráneos de sus maderas, dejando en evidencia cómo éstas eran el fundamento de la economía de la zona al dedicar gran espacio a la forma explotación del arbolado: corte, uso[9], aprovechamiento residual artesano, trueque por productos deficitarios en la sierra (pan, vino, aceite, legumbres y pescados en salazón), etc. Tal era su riqueza forestal, que como dicen los segureños “ay sierras de agua donde se asierran gran suma de madera (…) ay tanta suma de de pinos derribados y madera y leña que nadie se aprobecha dello, es en tanta cantidad que si la dicha leña estuviera en Toledo o en Syvilla o Madrid valía tanto y más que una razonable çiudad, y esto mismo desta madera y leña hazia otras partes deste dicho término que valen otra tanta suma como está dicho y más, y nadie se aprobecha della”[10].
Se establecía sin embargo la prohibición de sacar madera para su venta fuera de los límites del Común de Segura sin licencia del Concejo so pena de fuertes sanciones que se doblaban en caso de que se hiciese por vía fluvial, un modo de transporte vigente desde época musulmana como muestra el geógrafo Al Zuhri al hablar de estas conducciones a través del Guadalimar y Guadalquivir en los siglos X y XI[11], que se continúa a partir de aquel momento[12], y del que las Relaciones de los Pueblos de España toman nota repetidas veces al describir por ejemplo el puente de La Puerta[13] “Que pasa por junto a las paredes deste dicho lugar por la parte de çierço el río que llaman Guadalimar, el qual es muy caudaloso y se pasa por él mucha madera para Sevilla e para otras partes de las sierras de Alcaraz e de las sierras de Sigura”. Transportistas fluviales de La Puerta, carreteros de Segura y Orcera y pineros en general de La Puerta y de Beas de Segura fueron profesionales apreciados grandemente en la zona.
También regulaban las Ordenanzas la época de recolección de los frutos forestales y otros aprovechamientos de los montes importantes para completar una economía agrícola bastante deficiente –a la que se añadía también pesca[14] y caza- debido a una tierra que, según contestan sus moradores a Felipe II, era “sierra muy agra”, mísera, estéril, infructífera e inculta, hasta el punto de tener que importar tres alimentos básicos de la época: pan vino y aceite. Y sin embargo, en todos los núcleos a excepción de en Segura se contesta que la población labradora es mayoritaria, ya sea de tierras propias o jornalera, como se especifica en Benatae[15] y Torres de Albanchez. En la capital de la Encomienda sin embargo “la mayor parte son señores de ganados”, capítulo al que se dedican algunos vecinos de las demás poblaciones.
La expresión “señores de ganado” que de una u otra manera aparece en diversos lugares de estas Relaciones, está expresando unas distinciones sociales que es necesario poner en contacto tanto con el número de habitantes existente como con la propia consideración respecto a la riqueza de estos núcleos.
Es conocido como el siglo XVI es próspero en España, tanto por el descubrimiento de América y el aumento de los intercambios comerciales con Europa como por el incremento de la población debido al aumento de la fecundidad y la inmigración, hechos que es necesario ver dentro de la óptica de la economía agrícola dominante. A su final hay en España unos 7.000.000 de habitantes y la mortalidad es relativamente baja, a pesar de las hambrunas y de episodios de mortalidad catastrófica (peste 1507, tifus de 1557[16], hambre 1570, catarro 1580, peste atlántica 1596-1602) que en algunas ocasiones se citan en las Relaciones, si bien para un estudio histórico y/o demográfico profundo –que no es mi objetivo- es necesario consultar los diferentes recuentos realizados en la Corona de Castilla y en el Reino de Murcia[17].
He de hacer notar sin embargo que tanto en lo referente estrictamente a población como a todo aquello que pudiese ser objeto de tributación, el resultado de tal “encuesta Real” ha de ser tomado como orientativo -y así aparece muy a menudo cuando contestan los lugareños con tal cifra “poco más o menos” respecto a lo primero- puesto que son perfectamente conscientes de que el interés censal de los poderes públicos en ambos aspectos está directamente motivado por preocupaciones fiscales o militares, no simplemente demográficas y, siempre, de poder y control. Teniendo pues en cuenta esta cuestión, y ordenados de mayor a menor, el siguiente cuadro muestra el número de vecinos, que no de habitantes, de la comarca de la Sierra de Segura en 1524 y 1575, que pasan de los
LUGAR AÑO / VECINOS
AÑO 1524[18] 1575
Beas 400 c. 1.000[19]
Segura 340 c. 500[20]
Orcera: 200 430/ 500
Siles 280 c. 380
Génave: 130 c. 300
Hornos: 140 c. 280[21]
Villarrodrigo 322 270
Torres de Albanchez 200 c. 200
Benatae: 120 150
Santiago c. 70/ 100[22]
La Puerta: 40 c. 70[23]
Es pues evidente el muy notable crecimiento demográfico en los cincuenta años centrales del siglo, a excepción de en Villarrodrigo, caso en que sí hay que creer a los lugareños que contestan a las Relaciones cómo “an oydo decir que de antes avía en esta villa trescientos e çinquenta vezinos poco más o menos. E la cabsa de averse caydo muchas casas y averse deminuydo los vezinos, ellos no lo saben” [24].
Tras el fin de la conquista con la toma de Granada, las posibilidades económicas de la Sierra de Segura se vieron aumentadas con la explotación de los pastos y la riqueza forestal coordinada desde su capital, y organizada a partir de 1580 por las Ordenanzas del Común, de donde el auge económico y el crecimiento demográfico en este siglo, que coincide con la mejor época de la ganadería mesteña, No es aplicable sin embargo a Beas de Segura esta cuestión dado que apenas tenía ganadería, sino la agricultura más importante de la comarca, destacando como la más poblada -lo que continuará de este modo- hasta el punto de doblar a la capital, Segura.
Se perciben en general como pobres, gente de común: sólo los ganaderos y en cierto modo algunos artesanos parecen salir fuera de esta pobreza. En Beas dicen “hazer paños, e señaladamente se hazen muy buenas mezclas de colores de las dichas lanas finas, e se cojen cáñamos e linos mejores que en toda la comarca” [25]. Cinco batanes existían allí dedicados a esta floreciente industria de transformación de productos agrícolas que es la pañera, a la que sólo hay que añadir los molinos de harina o aceite en los que Beas y Segura empatan a doce harineros, privados los más, como lo son los de La Puerta y Hornos. Los dos de Génave son de la Encomienda santiaguista, así como dos de los cuatro de Siles. Los de Villarrodrigo y Benatae pertenecían por el contrario a sus concejos
Los servicios está aún menos desarrollados: en general, todos los pueblos contestan en las Relaciones que no tienen mesones ni ventas por ejemplo, sean o no “pasajeros”. Sólo Santiago de la Espada contesta que aunque no hay ventas por estar apartada, sí existe “un mesón y es de un particular” .
Tan pocas son que las que hay se las “disputan” como propias las villas de Beas y Segura pues ambas la incluyen en su contestación a Felipe II. La primera, dice cómo “No hay ventas en la villa”, pero sí a media legua por lo bajo de ella “está un camino real mui público e pasajero que viene de los reinos de Balençia e Cataluña e ba para el Andalucía e reino de Granada, y es paso neçesario para anbos los dichos reinos, en el qual dicho camino real ay dos ventas”. Y la de Segura, que “No es lugar pasajero, pero en sus términos está la venta de Paules, tres leguas de Sigura a la parte del poniente, esta venta está en camino muy pasajero, porque por ella pasan al reyno de Valençia y a el de Andalucía y a este Balle de Sigura”. Y hay, según los segureños, otra venta “que se dize la venta del Puerto Veas, ques dos leguas de Sigura a la parte del poniente”, De propiedad privada como la de los Paules, en este caso “no es venta de paso, sino de muy poco provecho y ansy no se usa della”[26].
La rivalidad entre la capital administrativa y la económica, Segura y Beas, es evidente. En Segura excepcionalmente no contestan los lugareños ser pobres -quizás porque el concejo paga todos los pechos a excepción de la alcabala-. Como se vió dicen ser señores de ganado en su mayoría, pero además “otros tratan en sacar con carretas maderas para el Andaluzía y Campo de Montiel”[27]. Los de Orcera contestan que “La gente del pueblo hes pobre. Sólo ay en él tres o quatro vezinos que tienen a dos o a tres mill ducados. Sus tratos son algunos ganados, cabrío y obejuno, y los tratos y aprovechamientos de dichas maderas”, pues además del labrantío “Otros ay que usan de ofiçios de hazer artesas, pez, sillas, y otros aprovechamientos que se hazen de las maderas de el dicho término de Segura, en que se ocupan la mayor parte del tiempo, salbo quando neves y aguas se lo ynpiden”[28]. Y en Benatae -que junto con La Puerta son las dos únicas poblaciones que los visitadores santiaguistas consideran realmente pobres-, que “Son los dichos vecinos pobres. Sólo ay cuatro o çinco personas que tienen a mill ducados. Estos y los demás crían algunos ganados cabríos y lanares”[29]
El requisito que es necesario llegar a tener para no ser considerado pobre difiere como se ve de manera muy considerable en cada lugar: va desde los 1000 ducados de Siles y la citada Benatae a los 8000 de Beas, pasando por los 2 o 3000 que se requieren en Orcera. Razonablemente es necesario pensar que esta apreciación está en relación directa con la renta media de cada núcleo urbano, lo que se traduce en niveles de vida muy diferentes dentro de la zona.
Ricos o pobres, no es la única causa de ser más o menos considerados socialmente: como dicen en Hornos, “…son labradores, e toda gente común, llanos pecheros, e que no ay hidalgos ningunos (…) e no ay otros tratos ni personas poderosas”[30]. La clave de su situación en la pirámide social no está –como por otro lado sucede en la España de la época- directamente en la riqueza, sino en consideraciones estamentales heredadas del medievo.
Sólo Beas está fuera de la “norma” de la comarca, lo que indudablemente tiene que ver con la distinta línea de su conquista y adscripción a la corona. Allí “muncha parte desta dicha villa está poblada de munchos nobles cavalleros hijosdalgo”,
que calculan entre cuarenta y cinco o cuarenta y seis, hijosdalgos que, entre sus prebendas tienen “tener la mitad de los ofiçios públicos, alcaldes, regidores”.
Aunque todos pretenden servir en la Corte, en el norte de España la mayoría de los hidalgos viven en el campo y cultivan sus tierras sin perder la categoría de noble, pero el hidalgo del sur suele buscar para vivir la capital de partido, o en segundo lugar villas importantes: este es el caso de Beas, la villa que en estos momentos es la capital económica de la Encomienda de Segura y la única que presenta una sociedad menos equilibrada.
LA CIUDAD MODERNA
A pesar del desequilibrio que puede aparecer en ciertos casos como éste, la población del seiscientos vive en núcleos ciudadanos integrados, de modo que la ubicación privilegiada queda reservada a los edificios representativos del poder que van a componer el Centro en torno ellos, civil o de gobierno, y religioso que, si bien se dan la mano, son celosos de sus respectivas competencias. Es la Orden de Santiago quien por lo general edifica sus iglesias, y cuida de su conservación y orden. Al respecto pueden resultar ilustrativas las Visitas que sus enviados realizan sistemáticamente, y que proporcionan datos acerca de su ejecución como los que veremos en Segura u Orcera, o por ejemplo la que se hace a Villarrodrigo en 1480, en que no sólo se impone una multa al Concejo por no reparar la Torre y Cortijo de la Encomienda, sino que se visita también el templo, cuyo cura era de la propia Orden, a quien hacen mostrar su título y provisión como tal[32].
Juntos pues, pero no revueltos, se presentan en el centro urbano sus edificios representativos que en el caso de los santiaguistas son las Torres levantadas ex novo para la defensa de las poblaciones o reutilizadas de los musulmanes, y las Casas de la Encomienda, llamadas con razón de la Tercia, ya que era el lugar donde los habitantes habían de pagar el impuesto de sus cosechas. Dada las funciones que a las torres se les confiere en una zona marcada por la constante inestabilidad fronteriza y las frecuentes razzias musulmanas, se ubicaban en un margen del núcleo urbano. Pero puesto que las iglesias –cuyas torres a veces pertenecen al propio sistema defensivo- son propiedad también de la Orden aunque no dependa la administración religiosa de ella, se levantan cerca de los edificios propios, de modo que es un margen donde todos se encuentran, convirtiéndose así el Centro en un lugar excéntrico curiosamente al refugiarse el caserío a sus faldas.
Sólo en los casos de las Villas se cita la existencia de Concejo, pero ello no se traduce en edificio de Ayuntamiento más que ocasionalmente, como ocurre en casos como Segura o Beas. Y, ciertamente que la hidalguía y los más ricos de entre los ciudadanos buscan los aledaños de este poderoso centro pero, de cualquier modo, mezclados con los plebeyos no tan privilegiados, de donde la citada integración de la ciudad a que aludía.
LA TRAZA URBANA
Es posible que a lo largo de lo escrito o más adelante, la palabra ciudad venga apareciendo por cuanto es costumbre hablar de “ciudad” para los núcleos urbanos. Pero no hay ninguna ciudad en este territorio, sino en todo caso villas. Es en los núcleos urbanos donde sus habitantes adquieren en el alto medievo cristiano una serie de privilegios desconocidos en los señoríos feudales y, si bien es cierto que algunos de ellos como Segura tuvieron fueros especiales, la propiedad ejercida por la Orden militar y señorial de Santiago centralizaba el poder casi por completo en detrimento de sus concejos. Pero alguno tenían sin embargo las villas, como puede ser la propia existencia de éstas instituciones: de aquí y de la similitud de su traza y desarrollo respecto a las ciudades, el uso de esta denominación.
Hay una amplia literatura renacentista sobre urbanismo, hay un interés por parte de la corona por la salubridad de la ciudad, por el ensanchamiento de las calles para que puedan pasar mercancías y caballeros, por la rectificación de su trama y otras muchas cuestiones. Pero en núcleos no fundados ex novo como son estos -a excepción de Santiago de la Espada- la práctica se limita a episodios esporádicos de reformas, sobre todo, del “centro”, del lugar desde donde se ejerce el poder. De este modo, domina en el siglo XVI el trazado medieval. Nacidas como asentamientos organizados bajo dominio musulmán, la presencia de esta cultura está en la base de su trama urbana que suele adaptarse a las cotas del terreno y componer calles estrechas, tortuosas, e incluso sin salida, más o menos largas, cruzadas esporádicamente por perpendiculares de gran pendiente
La pobreza de sus alzados evoca también las anteriores musulmanas, corregida durante el reinado de Felipe II en pro de la grandeza simbólica de los edificios del poder. De otro lado, a estas alturas la escasa utilidad guerrera de las murallas y fuertes permite su abandono, aunque siguen manteniéndose las puertas en su caso a efectos fiscales, pero la población empieza a ensancharse fuera del anterior perímetro urbano creando arrabales.
Según su morfología, los núcleos urbanos se suelen adjetivar como en Acrópolis/ Atalaya o en Llanura. Raro es aquí el segundo, pues por su orografía reservan el llano para los cultivos. La cuestión que reviste más interés para analizar su trama es la de su fundación. Hay “Ciudades-Atalaya” como Segura y Hornos que directamente nacen para controlar el territorio a través de su castillo, con función defensiva y ofensiva; las hay que, al ser puntos clave en la línea fronteriza con el reino musulmán de Granada, como Siles, participan de este carácter sin estar en alto sus acrópolis respecto al núcleo que les rodea. Pero las más, se organizan a partir de asentamientos dispersos de campesinos en torno a torres cuya función primigenia requiere aún de más investigaciones, pues tanto pudieron ser quizá lugares de residencia o almacenaje como en otras ocasiones tener carácter de refugio y defensa. Son estas las denominadas “Ciudades Agrícolas”, las más numerosas en el territorio.
Cuando a partir de 1492 la función militar quede obsoleta, todos van derivando a su función agrícola y ganadera, a la que Beas hubo de añadir la comercial y Segura la político-administrativa. Símbolo del nuevo poder serán las citadas Casas de la Encomienda: Pequeñas como o en La Puerta o importantes como en Orcera, en ellas se recogen los diezmos del pan, y del vino en su caso. Junto a ellas, otros edificios públicos que veremos más adelante, a veces también de la Encomienda, a veces no, refuerzan el poder de gobierno, real y simbólico.
Las excepciones
Caso de nuevo diferente en cuanto a estas casas es el de Beas de Segura donde hay dos, una frente a la otra. Ubicada la villa en un territorio de transición entre la campiña y la sierra, alejada de la frontera del Reino musulmán de Granada pero en la intersección de tres vías romanas, y en todo caso protegido el camino de un posible ataque o razzia por la fortaleza de Segura, no tiene inconveniente en bajar tempranamente del entorno de su fortaleza-atalaya, en torno a la que se había desarrollado la Villa Vieja, hacia el río.
“El sitio y asiento de la población de la dicha villa (…) todo lo questá cercano a la dicha rivera (del río Beas) es tierra llana y es la mayor parte de la dicha población e lo demás está algo enhiesto (…) no tiene murallas ni çercas esta dicha villa, salvo la fortaleza y el castillo y el fuerte ques junto a ella, que llaman la Villa Vieja”[33], se dice en las Relaciones. Parece claro en su caso que el nuevo centro se ubicó en torno al poder simbólico del mundo cristiano, vencedor de la pugna con el musulmán: la iglesia parroquial de Santa María de Gracia, donde había seis capillas con enterramientos de algunos vecinos[34], ademas de otro “muy principal en el güeco de la peana y gradas del altar mayor (…) del linaje de los Rodríguez Sandovales y Negretes”.
Otra excepción más es la multiplicación de la presencia cristiana dada la facilidad de acceso de su ubicación y el crecimiento que experimenta a lo largo del XVI, propiciado a su vez por esta misma presencia. Ejemplo de ello fue la creación del convento de San Francisco, “al parecer de más de duzientos años”[35], donde otra familia de rancio abolengo posee también enterramiento propio “muy principal y suntuoso, el qual tienen e poseen la casa y linaje de Godinez desta villa”.
A ambos linajes pertenecen las patronas del más importante de los conventos de Beas: el carmelitano de San José que, junto con otros y la iglesia parroquial refuerzan la presencia de la religión vencedora, a la par que el poder de su estamento en la sociedad civil, a cuyos edificios acompañan en el nuevo centro. “Fundaronlo doña Catalina Godínez e doña María de Sandoval, hijas de Sancho Rodríguez de Sandoval Negrete e doña Catalina Godínez, su muger, difuntos” en unas casas de su propiedad, y a la fecha de 1575 dicen las Relaciones que “tienen un cortijo” y esta “casa e iglesia en alguna manera bastante, aunque se va edificando para más ennoblecimiento de la dicha iglesia. Está conjunto e çercano el dicho monasterio de la iglesia mayor desta villa, que los parte la pared medianera de la dicha iglesia, donde tienen abiertas ventanas con rejas e velos, que goçan de las misas e sacrificios e sermones que en la iglesia parroquial se hazen. E las dichas ventanas están altas e se mandan por el coro alto de las dichas monjas, demás de la iglesia que las dichas monjas tienen dentro del dicho monasterio, con el Santísimo Sacramento”[36].
Efectivamente, las carmelitas ya disponían de un coro alto a los pies de su iglesia, que responde fielmente a las disposiciones trentinas y al modelo carmelitano que será uno de los más usados en el siglo XVII, siglo en que se ejecuta su fachada. El convento desarrolla sus dependencias en torno a un patio cuadrado central cuyas crujías, con dos plantas, son los únicos restos de la primitiva edificación.
Qué duda cabe de que con tal fundación y la intervención en ella del propio monarca, el linaje de sus patronas acrecentó su posición social, elevada de por sí, que en lo religioso se mostraba también con las capellanías de la capilla mayor de la parroquial dotadas por Santiago Rodríguez Sandoval Negrete[38]. Del palacio familiar apenas queda en la hoy conocida Casa de los Arcos, en las inmediaciones de la parroquia, más que un escudo en la entrada y algunos vanos, más la habitación en que se dice que durmió Santa Teresa.
Un último convento había aún: el Monasterio de monjas clarisas de la Limpia Concepción de Nuestra Señora fundado en 1508, un convento pobre “en demasia” pues “no tienen casa ni iglesia acabada”, que se ubicaba completamente en el llano, a las afueras de la ciudad como el de San Francisco. La abandonada Villa Vieja al este y estos conventos al noroeste, marcan los límites de la población del seiscientos, si bien, como era norma entre los franciscanos, estrictamente hablando estarían fuera de la villa.
“Situada en un valle hondo” de la Sierra de Beas, el espacio ocupado por la villa es “estrecho y entre sierras”, desde donde desciende el río Beas “corriendo haçia esta villa por el dicho valle y saliendo por avajo haçia el puniente (…), tierra más llana e menos montuosa” . Numerosos valles, arroyos y fuentes cruzan su término, los más de ellos rodeados de huertos y arboledas, y tres discurrían por la propia población: el Arroyo de Valdeparyso por la mitad, la Fuente de la Dueña, y la Fuente y Arroyo Roquena, por abajo[39].Constreñida por los montes y cortado su desarrollo por los arroyos, el crecimiento de la población en este siglo debió compactar el escaso terreno disponible entre las aguas del río y arroyos, por lo que poco antes de 1576 la ya deshabitada Villa Vieja se empieza repoblar y, a tenor de lo hoy conservado, muy posiblemente manteniendo una traza urbana que no difiere grandemente de la del mundo musulmán, con calles estrechas trazadas hacia el este en paralelo al río siguiendo la cota del terreno desde el centro monumental.
No muy lejos estarían las casas de la tercia. Pared en medio de una de ellas “está otra cassa ques molino de açeite, y enfrente (…) ay un edificio caido que dizen que antiguamente hera molino de açeite de la dicha encomienda”[40]. En la mediana de la Casa de los Sandoval, se hará la Carnicería de la villa a finales de siglo como muestra la geometrizante decoración y el uso de roleos en la planta superior de su espléndida portada manierista, obra ésta que es casi la única que se conserva del edificio que, transformado luego en Juzgados, hoy sirve de entrada a uno anodino de viviendas. La unión componiendo un centro monumental del poder civil y eclesiástico, queda así explicitada en la trama urbana.
Muy cerca, los Portalillos y su Pilar de la Plaza, citado en las Relaciones como una de las cuatro fuentes que existían dentro de la villa, continuándose hasta el arroyo hoy conocido como de San Agustín -canalizado hasta su llegada al río Beas desde 1934- y, tras sus huertas, los citados conventos de los franciscanos. Por el sur, la población llegaría a las huertas y arroyo de Valparaíso que, “en el comedio desta villa”, desemboca en el río Beas.
Más excepcional si cabe es el caso de Santiago de la Espada por cuanto su fundación como asentamiento urbano es del siglo XVI, y cuyo territorio, poblado esporádicamente desde el paleolítico superior, era definido en el siglo II por Ptolomeo como inexpugnable.
Tanto Santiago como Pontones eran en 1575 aldeas de Segura, si bien el primero había sido creado apenas cincuenta años atrás gracias al asentamiento de pastores trashumantes en la hoya donde hoy se ubica, lugar donde “avía una majada y majadas, de gran carrascal robres muy espesos, y como aqudían munchos pastores y labradores de las lavores cercanas a él de vezinos de Sigura y Siles, se hizo y edifico en unas quevas, questán junto al dicho pueblo y a la dicha majada, un horno donde los dichos pastores y labradores se juntávan a cozer pan (…)se fueron fundando unas choças de yiniesta y madera”.
No fueron pues castillo, torre o iglesia su origen, sino la elemental necesidad de alimentarse con el pan nuestro de cada día en su horno, que dio primitivamente nombre al lugar, Hornillo, pasando a denominarse Puebla de Santiago en 1575 en honor al patrón de la primitiva ermita que habían edificado sus habitantes, convertida para entonces en iglesia parroquial; un nombre dado como defensa simbólica del lugar, pues por allí “andávan los moros del reyno de Granada y Hoya de Baça y Gúescar que cada día venían açerca de la dicha población y entrávan en ella”
La iglesia se ubica en una cota más alta del núcleo urbano hacia el suroeste: no habría en principio población en esta zona, pues como bien se sabe las ermitas se ubican en las afueras, de modo que señalaría el límite de su ocupación. La trama urbana hubo de desarrollarse a su oeste bajando desde el norte, donde se encuentra el caserío más denso, entre las calles Alta, Real y de Enmedio, calles estrechas y relativamente rectas en comparación con las musulmanas, si bien al adaptarse al nivel topográfico van curvándose hacia el norte, en torno a la calle Horno, mientras las perpendiculares son más rectas y algo más anchas. El límite oriental debió marcarlo el mesón del que se habló ya, pues estos edificios también solían situarse en las afueras, edificio que junto al primitivo Hornillo y la casa de la Tercia aún se mantienen más o menos reformados. Por lo demás, “no ay otro edefiçio público del conçejo ni de otro señor particular”[41].
La Ciudad atalaya
Segura de la Sierra, capital de la Encomienda de la Orden de Santiago en la zona, es una villa fortaleza del tipo “Acrópolis”. Situada en un cerro entre los picos más altos de la sierra, el Yelmo y Góntar, tiene un amplio dominio visual del valle del Guadalimar. Presidida por el Castillo al NE, contestan a Felipe II los segureños cómo antiguamente fue ciudad: y en efecto, hay que recordar que en 1164 Al-Idrisi la consideraba “un hisn comparable a una madina por la importancia de su población”. Cifraban los musulmanes la importancia de sus medinas por el número de puertas de entrada: pues bien, Segura de la Sierra tenía cinco, cuatro de ellas para tránsito de personas y una para caballerías. El siglo la encuentra en rápido crecimiento, si bien por la crisis agraria de Castilla será un periodo realmente corto. Y sin embargo, intenso: de entonces data la excepcional monumentalización de que se dota su centro histórico.
"Tiene una fortaleza (…) fundada sobre unas peñas, Está toda la villa çercada (…) y esta çerca toma y abraça la villa con la fortaleça e todas las torres e torrejones que dentro ay. (…) tiene quatro puertas principales” pero a estas alturas en que se escriben las Relaciones, su Castillo ya ha perdido su antigua función guerrera[42] e incluso la residencial de que se dotó por parte de los señores de Santiago, pues realmente el conjunto es obra cristiana datable entre los siglos XIII y XIV, si bien aprovechando los restos de la precedente fortaleza musulmana.
La ocupación del cerro por cristianos y muladíes se había producido en torno a los inicios del siglo X, ampliándose por parte de los almohades al sur la muralla que cercaba el núcleo habitado. En 1575, cuando se ha ido agrandando la población intramuros por el oeste fundamentalmente por parte de los castellanos, se dice que “es de quatroçíentos vezinos poco más o menos, que son los que biben de la muralla a dentro, la qual muralla es de calicanto” y “está en un ladera, todo fundado sobre peñas bibas (…) las casas están en ladera y las más calles con grande número descalones y angostas”. Sin embargo, “Bien pareçe que otro tiempo fue de más vecindad por los edeficios que se muestran fuera de la villa”; incluso junto a la puerta de Orcera y fuera de ella “ay muchos ydifiçios caydos de argamasa y calicanto que se llama el Alcantarería”[43].
El ciclo de su decadencia ha empezado pues ya, lo que no es obstáculo para que los segureños hagan una encendida loa tanto a su ciudad como a sus bellos alrededores, aunque con un leve apunte crítico: “tiene en este camino munchos pinos, ençinas, robres, fresxnos, texos, avellanos, maguillos, donde se crían mançanas, yedras brabísimas y açebos. Ay valles tan hermosos y vellos con mucha abudançia de agua y desta arboleda ques toda baldía, grandes peñascos altos, a maravilla de más de quinientas baras en alto, en estos peñascos muchos árboles, yedras criados que los cubren y adornan todos, que no ay paños de Flandes más que ver”[44]
Al ubicarse en el medievo la villa en el estrecho monte bajo el castillo, su trama se adaptó a la topografía, componiéndose por medio de calles irregulares, variables y sinuosas, y todas con desnivel, aunque mucho más acusado en las intrincadas que trepan hacia el este, perpendiculares al eje principal que la recorre de norte a sur, dirección ésta en que son algo más anchas también. Este eje, amplio, se centra en su extremo sur en la Plaza de la Encomienda, ya casi en Puerta Nueva, convertida en el espacio monumental que simboliza el poder económico y político que rigen villa y zona.
En su lateral y a un nivel más bajo (el llamado comúnmente Portillo de la Iglesia) se ubica el templo de la Virgen del Collado, unido en su noroeste a la antigua iglesia de los Jesuitas y, enfrente, se halla la fuente monumental del siglo XVI.
Arquitectura y urbanismo no son inocentes: ambos poseen su propia capacidad de representación. Son ideas e imágenes a través de las que se simbolizan las relaciones de poder, de aquí que la ciudad haya de ser comprendida como un “vasto campo de elaboración por parte de la clase dominante, de una práctica de la representación de las relaciones sociales y de su construcción” [45], y esa práctica es en este territorio compleja: de un lado, la omnipresente Orden de Santiago la posee y gobierna; de otro, “divide sus términos con pueblos del reyno de Murçia, y reyno de Granada y Andalluzia y reyno de Toledo”, de modo que es provincia de Castilla, residiendo en ella el Justicia Mayor, si bien sus más altas instancias son la Chancillería granadina y el Consejo de Órdenes madrileño. Y por si ello fuera poco, depende del obispado de Cartagena. Pero a la par, y teniendo su propio Concejo, es miembro principal del Común de la Sierra. Pues bien, Encomienda, Iglesia y Concejo levantarán edificios representativos que ocupen este lugar central por principal en que se convierte la Plaza de la Encomienda, donde la simbolización de la cristiana España se aúna con el poder de una gran Orden cristiano-militar y la dignidad de una Monarquía en cuyos dominios “no se ponía el sol”, traduciéndose en lujosas construcciones.
Se conservan tres de las cinco puertas del recinto amurallado exterior de la Villa: la Puerta de la Villa, Puerta Catena y Puerta Nueva. Ésta, al lado del actual Ayuntamiento, se reforma entre fines del XV e inicios del XVI de modo radical, incluso en sus funciones: según los estudios dirigidos por Salvatierra[46], la existencia de un muro de mampostería de escaso grosor indica que sus funciones defensivas ya no son tales, sino meramente fiscales.
Entrando por ella hay además “una casa de la encomienda. Son unas casas buenas con casa para pan y terçia para do se recojen los diezmos del vino… tiene unas casas de ayuntamiento muy buenas y alhondiga y pósito de pan todo junto incorporado con una casa que agora se haçe para el governador, (…) todo de calicanto. Ay una cárcel y carneçería, todo junto a la muralla de argamasa, en las fuerças y torres e muralla”. Levantada en 1511 pero con un engalanamiento progresivo que llega a su culmen en el emblemático escudo imperial de su centro es su Fuente principal, tiene encañada por sus otenores y naçe contra çierço, está en medio de la villa, bajo de la plaça, es fuente muy principal y de muy galano edefiçio. Tiene dos caños ques donde la mayor parte del pueblo se sirve y un pilar muy grande de más de veynte baras de medir y de muy buena piedra, con sus andenes y antepechos. Está çerca de la puerta de la iglesia desta villa”[47], como el resto, sirviendo de transición entre el poder civil y eclesiástico, situado en una cota más baja del terreno.
En realidad la fundación de la iglesia precede a todas estas edificaciones, y es en torno a ella -no hay que olvidar que la lucha por el poder vino legitimada por la religión- como se origina el Centro. Indudablemente existió un templo anterior en el mismo lugar, dado que la capital de la Encomienda no pudo dejar de tenerlo desde su conquista, uno de cuyos muros sería la propia muralla según indicios proporcionados por los estudios arqueológicos antes citados, que hubo de derribarse en parte para la construcción de la que hoy contemplamos[48]. La muralla corría desde la torre de la parroquia de norte a sur por esta parte, marcando así los límites de la población por la zona. La construcción del perímetro de la actual iglesia los amplía, ensanchándose de este modo algo la villa por el oeste.
La obra, un templo del tipo de gótico levantino[49], se hace entre 1520 y 1570 y, si bien sólo se conoce como constructor al maestro Rodrigo, los Libros de Visitas de la Orden dan cuenta de la intervención del joven Andrés de Vandelvira y su suegro Francisco de Luna desde 1537, al menos a través de ideas e informes[50]: no cabe duda por ejemplo de ello al ver la portada principal en la parte original que se conserva[51].
Adosada a su oeste se levanta la iglesia de los Jesuitas encajada entre construcciones en la placeta que preside. La llegada de esta orden a Segura se produjo por un acuerdo entre el padre Bartolomé de Bustamante y el rico labrador y ganadero local Cristóbal Rodríguez de Moya en 1569[52] que, con extremado empeño y generosa bolsa, la convenció para establecerse en sitio tan frío e incómodo. Fueron muchas las vicisitudes que el proyecto sufrió (más el tema del Colegio realmente que el de la Iglesia) hasta su respectiva construcción, venida a menos en el caso del primero. Se levantó el templo entre 1583 y 1593 tras una serie de dificultades y diferentes diseños según el realizado por el italiano Juan Bautista Perolli, venido a España en 1574 de la mano de don Álvaro de Bazán para trabajar en su Palacio del Viso del Marqués. La traza que compone está dentro de los cánones del tipo de iglesia jesuítica, una de las más extendidas por Europa, si bien en esta comarca es única: una nave cubierta con bóveda de cañón con crucero inscrito y media naranja por cubierta; cabecera plana y, tras ella, lo que era la sacristía[53]. Su alzado responde a un manierismo geométrico algo seco, pero sus grandes dimensiones y el adosarse a la parroquial en una cota más baja, engrandecen la solemnidad de la visualización de ambos edificios religiosos y del decidido poder eclesiástico de la zona.
El Colegio previsto, que quedó en residencia, no encontraba acomodo, aun cuando para ello el Concejo incluso derribó en 1581 las citadas Carnicerías para ubicarlo allí. Sin embargo, las dificultades de construcción llevaron a los padres a ubicar su casa definitivamente junto a la iglesia parroquial, según Salvatierra posiblemente en la de la calle Iglesia nº 1, fuera de la muralla primitiva, cuyo zaguán se ennoblece con las bellas zapatas que soportan su dintel y descansan en jambas con esquemáticos capiteles jónicos.
La monumentalización en que se concreta el simbolismo del poder queda bien captada por sus habitantes, que magnifican en sus respuestas, como se ve, la solidez, fortaleza y bondad, de sus edificios –las Firmitas y Utilitas vitruvianas- y, por ende, de los poderes que la rigen.
Como no podía ser menos, los más nobles y ricos ciudadanos pretenden agruparse en sus cercanías para significar a la vez su estatus, lo que no obsta como ya se ha dicho para que estén mezclados en la trama urbana con otros no poderosos. La calle Caballeros Santiaguistas conserva aún muchos de estos ejemplos -a veces, sólo sus escudos-, si bien al margen de ella habría que destacar entre todas las viviendas la casa que fuera posible cuna de Jorge Manrique[54], el blasón de cuya familia materna ennoblece su portada.
Junto con Segura, fue Hornos uno de los lugares de proyección de la política de esta familia en el siglo XV. Precisamente en Hornos derrotó su padre D. Rodrigo de Manrique a las tropas de Juan II y don Álvaro de Luna en la guerra civil entre Castilla y Aragón (1429-1430) si bien a la postre serían estas las vencedoras[55], lo que no fue óbice para que el encumbramiento familiar prosiguiera al controlar gran parte de los Recursos de la Orden de Santiago. Sin embargo, las consecuencias de la contienda para la villa de Hornos fueron trágicas: en 1468 la localidad se encontraba completamente despoblada[56].
Se alza Hornos en la ladera del monte homónimo, desde donde centralizaba con su castillo y el encajamiento del valle del Guadalquivir en la Depresión del Tranco donde se ubicaban el castillo de Bujaraiza y la torre de Bujarcaiz- las tareas de vigilancia y defensa del sur del valle de Segura y la ruta de Levante, región fronteriza de la que partirían expediciones guerreras contra y de los cristianos. Se trataba de un hisn, el “Hisn Fornus” de las fuentes árabes, momento en que debía ser una aldea defendida por la inaccesibilidad de su enclave y un recinto murado que pudo contar con otra defensa en su zona más elevada.
La fortaleza que domina el territorio -cuyos restos están prácticamente sin estudiar- , situada al este, en la cota más alta de la población, debió ser realizada por los almohades y, tras su conquista, la Orden de Santiago es posible que se limitase a reutilizar parte de las estructuras existentes y edificar un alcázar en la zona más elevada del cerro: un recinto de forma ligeramente trapezoidal, con una gran torre del homenaje en su lado más amplio y un torreón de menor tamaño y planta cuadrada, situado en una de las esquinas[57].
Partiendo de ella, en el extremo oriental de la cumbre, el núcleo originario se expande al oeste rodeado de murallas por aquí y el noreste -no necesarias en otros lugares por lo abrupto del terreno- ocupando la villa toda la superficie del promontorio que sobresale en la ladera del monte de Hornos[58]
Se desarrolla en semicírculos concéntricos partiendo del castillo y su calle homónima, en un recorrido noreste-oeste-sureste. El exterior, en el nivel más bajo, es la Calle Real que, iniciada al oeste partiendo de la Plaza de la Constitución, acaba en el noreste en la Puerta de la Villa, de época almohade; desde la misma Plaza la calle Iglesia se dirige hacia el sureste llevando en una serie de quiebros hacia la otra Puerta de la población, la Nueva, abierta a fines del XV[59].
Croquis catastral de Hornos de Segura
Sale a estas paralelas a las curvas de nivel toda una maraña perpendicular de empinadas callejuelas radiales que se trocean en encantadores rinconcillos, suben por escaleras o fuertes pendientes, se pliegan y ciegan, en definitiva, un típico trazado medieval.
Como en el caso de Segura, la Iglesia parroquial se sitúa en un extremo de la cota occidental más baja de la población, la citada plaza. Dominando la brusca pendiente que desciende hasta el Pantano del Tranco por la zona del Castillo de Bujaraiza, debió la más antigua servir en su día como parte del recinto defensivo dominado por su torre. La actual, también se hace nueva al modo levantino sobre la inevitable anterior protogótica. Su autor, Juan de Mojica, trabaja en ella entre 1525 y 1554[60].
Es necesario hacer un paréntesis acerca de esta arquitectura religiosa denominada del “gótico levantino”. Junto con la de Segura y Orcera, la iglesia de Hornos forma un subgrupo de templos cubiertos con bóvedas de piedra dentro de las serranas, todas -a excepción quizá de desaparecida de Beas que pudo ser cercana a la de la comarca del Condado- dentro del llamado Gótico Levantino, fácil de explicar, dado que todas estas iglesias están realizadas en lugares pertenecientes a la Orden de Santiago, dentro de su Encomienda de Segura de la Sierra, cuya diócesis era Cartagena como quedó ya dicho.
Denominación acreditada por Torres Balbás[61] fue este arquitecto y teórico quien demostró cómo se enraíza este tipo de gótico en la antigüedad romana y, penetrando en uno de sus caminos por la región levantina, se consolida allí en época medieval para pasar a las iglesias albaicineras de Granada e, incluso, a Hispanoamérica. Sin embargo, se dejó por el camino la existencia de las iglesias segureñas, por cuanto salta en el curso de la consolidación del tipo desde el Levante español a las del Albaicín. El paso de esta tipología al futuro Reino castellano de Granada viene atestiguado por su anterior existencia en la Sierra de Segura: un ejemplo puede ser la Visita ya citada que la Orden de Santiago realizó en
Suele aplicarse el estilo a obras modestas de fácil ejecución que dan respuesta a las necesidades de economía constructiva de la zona. Este modelo, común para la comarca de la Sierra de Segura en época medieval y moderna, se materializa en iglesias con planta rectangular, por lo general de una sola nave -que puede enriquecerse con capillas aisladas-, cabecera plana y coro en alto sobre los pies, lugar donde -en el caso de tenerla- suele ubicarse la capilla bautismal. Exteriormente se completa con portadas lateralizadas –las más de ellas renacentistas- y torres a los pies que en ocasiones formaban parte de las defensas del núcleo habitado.
Según su sistema de cubierta pueden establecerse dos variantes: una más rica con bóvedas de piedra ya citada, y la más expandida, que lo hace con armadura de parhilera, (ermitas de Casas de Carrasco, la rehecha de San Roque –Siles- y parroquial de Pontón Bajo) mediante un sistema de arcos transversales, diafragmas o perpiaños según el caso, que la dividen en tramos (Benatae, Génave, Santiago de la Espada, Siles, Villarrodrigo y posiblemente Torres de Albanchez, así como la incendiada de La Puerta de Segura y la primitiva de Orcera). Con variantes a su vez dentro de ella, las más complejas son las de Benatae y Villarrodrigo.
Su carácter de construcción sencilla, práctica y sin demasiadas pretensiones, hizo que en momentos de esplendor económico o cuando se quedaban pequeñas para poblaciones más grandes, fuesen sustituidas por nuevas construcciones, o bien se ennoblecieran en una actualización del modelo con bóvedas como en el caso de bastantes de los presbiterios a partir del Concilio de Trento, momento en que, como forma simbólica de ensalzar debidamente la Eucaristía, se produjo de manera generalizada su monumentalización a través de este cambio de cubierta en el presbiterio y su elevación sobre gradas.
La Orden de Santiago, cercana al poder, siempre estuvo atenta a los cambios estilísticos que se estaban produciendo en el momento de la conquista, por lo que uno de los más interesantes caminos en la introducción del Renacimiento en la hoy provincia de Jaén es precisamente éste. Una serie de portadas de estos templos (Hornos, Torres de Albanchez -restaurada en el XIX- Génave o Benatae) dan buena cuenta de ello, así como el hecho de que el camino de Andrés de Vandelvira en la diócesis de Jaén sea pasando desde Uclés a esta zona[62], donde su influencia perdura en el tiempo como muestra la portada principal de la capital de la Encomienda o la espléndida que hoy luce en la de Orcera, procedente del convento franciscano de Santa María de la Peña.
Forman el grupo de portadas un conjunto importante de los distintos lenguajes del quinientos: todas se realizan en cantería menos la de Siles, en ladrillo, y quizás la primitiva –hoy cegada- de Santiago de la Espada, con arco de medio punto. Las más, con arcos de muy amplia rosca como las castellanas, marcan desde los primeros balbuceos el inicio del Renacimiento (las intervenidas de Benatae y Torres de Albanchez; Hornos, más configurado) hasta el manierismo (sur de Orcera, principales de Segura y ambas de Génave) pasando por su plenitud como la principal de Orcera.
Quedan pocos ejemplares de estos templos sin cambios: quizás Génave sea de los escasos completos que existen, dado que el resto o bien han perdido la madera o se han cubierto parcial o totalmente (Benatae, o en el caso de la techumbre plana Villarrodrigo). Algunos han cambiado la ubicación de sus entradas (Hornos, Santiago de la Espada); otros fueron destruidos en la Guerra de la Independencia por completo (La Puerta; Beas de Segura) o casi (Segura), y otros han sido “destruidos-restaurados” a mediados del siglo XX como Villarrodrigo. Sin embargo componen un conjunto extremadamente interesante en lo artístico e irreemplazable en lo histórico, por cuanto corresponden a una tipología singular dentro de la actual provincia de Jaén, dado que fuera de esta Sierra de Segura no tuvo difusión alguna.
La función ciudadana de Siles tiene similitudes con las anteriores ciudades atalaya, si bien es necesario establecer una serie de diferencias. Por lo pronto, morfológicas, dado que si bien se organiza en torno a su fortificación, originariamente musulmana, ésta se encuentra al mismo nivel físico que el resto de la población: no es por tanto una ciudad atalaya, pues además se sitúa en un valle, aunque elevado, que enlazaba el camino de Segura con la vía de Levante.
Por otro lado, su fortaleza no reviste los mismos caracteres organizativos de defensa y ataque que las anteriores, sino que acentúa los primeros. Punto en la frontera con el Reino de Granada, fue atacada a menudo después de conquistada por Castilla lo que determinó a su población a amurallarse como antes escribía, y al Rey a concederle el preciado título de Villa en 1397, murallas que aún hoy se conservan en su mayor parte encerrando la ahora llamada Villa, la Siles que ahora nos interesa.
En cuanto al conjunto defensivo ampliado por los santiaguistas en el siglo XIV, se trataba de un amplio recinto rectangular con sendos torreones en tres de sus ángulos. El cuarto, en el sudoriental, era un alcazarejo con tres construcciones: dos torreones (uno de ellos el “Cubo”) y en medio la llamada Casa de la Tercia[63] que, como el torreón desaparecido, fueron construidos ya con carácter residencial antes de 1468[64].
La villa se incluía en el XVI entre las citadas murallas que recorren la hoy calle Cava y, girando en sentido noroeste, por la Plaza del Agua continúan a San Gregorio y Chorrillo, cerrándose de nuevo hacia Cava.
Dentro del rectángulo irregular de esa cerca de argamasa, y cerrada en el extremo sureste por la anterior y más sólida del Cubo, se desenvolvía la ciudad. Es en ese núcleo donde en la Edad Moderna se establece la Orden de Santiago, a través de las citadas fortaleza y Casa de la Tercia amplio edificio de dos plantas que, por las saeteras de su primer piso, pudo tener una inicial función defensiva, convirtiéndose en residencial cuando se le añadió el segundo. Fue desde luego morada de nuestro ya conocido Comendador de Castilla y Maestre de Santiago don Rodrigo Manrique, que según las Relaciones “vibió muncho tiempo” allí.
Un problema plantea esta fuente al hablar de la iglesia: La villa debió disponer desde su conquista de una, según esto al parecer ubicada “junta la dicha casa con la iglesia parrochial desta villa”[65], texto que es posible que haya que interpretar a la luz de las vaguedades, que ya en otro momento señalaba, con que a menudo se contesta en las Relaciones, para explicar la actual parroquia compuesta en dos momentos diferentes: en el paso de los siglos XV al XVI la parte más antigua, gótica levantina, y a fines del XVIII la moderna ampliación neoclásica.
Este edificio se sitúa centrando el cuadrante suroeste y es en su entorno donde la trama medieval se enfatiza, con forma general oblonga en torno al templo, y con su calle Iglesia -eje principal que recorre la villa de noroeste a sureste- plegándose repetidas veces sobre sí misma y componiendo callejones, que desemboca en la Plaza de la Villa, un espacio irregular alargado. De él parte hacia el Arco de la muralla llamado de la “Malena” la calle homónima, cuyo trazado se amplía con pequeños ensanches, y la muy estrecha de la Señora, perpendicular a ella, que se dirigía al noreste hacia el arco respectivo, derribado en 1875[66]. Paralela por el norte a ésta, la también estrecha y recta calle de la Villa, la última en componerse.
La Ciudad agrícola
Es característico en el territorio, como se vio, el poblamiento disperso en alquerías o aldeas que, según el programa de fortificación musulmán de los siglos XI al XIII, tenían su lugar de refugio de la población de su propio distrito castral [67], en torres defensivas (burry). Esa población dispersa dedicada a la agricultura y la cría de ganado, va a crear núcleos de población estables, aldeas de villas o villas ellas mismas, en las cercanías de aquellas torres. Son pues ciudades agrícolas fundadas por campesinos dispersos que buscan el amparo de la fortificación de su distrito. En el entorno de las torres concretas que pueden tener un carácter defensivo se van a crear una serie de núcleos estables de población: Torres de Albanchez, Génave, Villarrodrigo, Benatae, La Puerta y posiblemente Orcera.
Muchas de estas torres, las más lejanas a la línea fronteriza, perdieron a partir de 1246 la función de refugio y vigilancia, que será de nuevo adoptada por la Orden de Santiago cuando caigan en sus manos para defenderse ahora de sus antiguos constructores, además de crear otras nuevas sin pérdida de tiempo, hechas prácticamente del mismo modo y con los mismos materiales que las musulmanas: tanto es así, que en ocasiones no puede llegar a dilucidarse si su construcción es almohade o castellana..
El caso de Torres de Albanchez reviste la peculiaridad de la existencia de un primer asentamiento en el Cerro del Castillo al norte del Guadalimar. Se producía en torno a un hisn, el Castillo de La Yedra, que domina el valle del río Onsares, manteniendo contacto visual con Segura, Hornos y casi todas las fortificaciones que se ubican a lo largo del río Guadalimar.
En las Relaciones se dice sin embargo de él que hay en su término “un castillo despoblado y en el çirquito del una población antigua con los edificios caídos y desbaratados, (…) que no se avita en él, que an oydo decir que se llama el castillo de la Yedra (…) e ques tan fuerte que si no es por puente lebadizo no se podría subir en él, e que aunque está despoblado e sin edificios con gran dificultad se podría ganar por su aspereza”. “E que an oydo decir a sus mayores e más ançianos que quando el castillo e pueblo que en derredor del estava poblado no avía abajo en esta villa población ninguna, más de solamente la torre que tienen dicho y que por ser ella de tanto valor se vajaron a vivir debajo de donde se bino poblando asta oy e así se defendían en ella de muchos trabajos espeçialmente de quando las comunidades” [68]
A esas alturas llevaba pues tiempo despoblado, el suficiente para estar en ruinas al bajarse a media ladera del cerro la población antes de 1383, fecha en que Segura otorga a la actual Torres de Albanchez dehesa por poblamiento del lugar. Para entonces ya estaba realizada por la Orden de Santiago la Torre del Homenaje, datable en la primera mitad del siglo, bajo cuyo cobijo crecerá la villa, torre que puede que formase parte de una más amplia fortificación: “ay dentro desta villa una torre mui principal e fuerte con una çerca en derredor con sus cubos y saeteras y otros abisos en la mitad del pueblo, y que tiene dentro della en lo más hondo un poço de agua bastante para la serbidumre della, e que ella y el castillo son de cal y tierra e piedra”.
Su lateral este queda aislado de la compacta trama urbana, y en su norte, prácticamente adosada, se hace la iglesia de Nuestra Señora de la Presentación, que parece partir de una pequeña capilla del mismo siglo que la Torre reformada en el XVI[69], cuya cabecera se remodeló a finales del XVII o inicios del XVIII, como las demás de la zona. No tuvo torre hasta mediados del siglo pasado: la vigilancia y refugio quedaba solventada en la época de su construcción con la del Homenaje.
De tomar literalmente las Relaciones habría de entenderse que Torres de Albanchez era un pueblo minúsculo, dado que torre e iglesia se encontrarían “en la mitad del pueblo”, y parece lógico suponer que a la última cota al sur del monte hoy habitada no hubiese llegado la población. Entiendo pues esa frase, dentro de su contexto, como que está dentro del núcleo urbano, un núcleo capaz para unos 200 vecinos dispuesto a lo ancho en la ladera y con su torre ubicada en un extremo, como es el caso de las más en la época, de modo pudiese cumplir perfectamente con su función de vigía y defensa Por la traza de sus calles, densidad y tamaño de parcelas, y su comparación con las más de la zona, la ciudad debió crecer en forma de huso adaptándose a las cotas del terreno al norte y este de estos edificios, donde el caserío está más compacto y parcelado, distribuido en estrechas calles paralelas que van ampliándose cuanto más extremas, cruzadas de norte a sur por otras en cuesta distintas: más anchas las extremas (Yelmo y El Chorrete) y estrecha e irregular la central que recibe el expresivo nombre de “los Recodos”.
De nuevo pues, el poder militar y político por un lado, y por otro el eclesiástico, se dan la mano en este “centro” excéntrico tan grato a la zona.
Génave sí divide simbólica y físicamente ambos poderes: dos calles (Calle Tercia y Travesía de Horno) separan su torre de la Tercia de la Iglesia, marcando lo que debieron ser los límites del más reciente medievo, sus respectivas torres, pues extremas debieron estar en la población No cabe duda sin embargo de que, hoy por hoy, es la decimonónica Plaza de la Constitución (“La Plaza” por antonomasia) que ha generado la segunda, quien ostenta la primacía, pero sí acerca de que así fuese en el pasado.
Templo del tipo de gótico levantino acabado ya en 1575, con fuerte torre renacentista en el ángulo suroeste, hoy se levanta en su fachada norte sobre gradas para salvar la pendiente de la calle Iglesia que asciende al sur hacia el Camino del Barranco. Su levantamiento debió estar precedido de la existencia de otra que pudiese atender las necesidades de la población. De cualquier modo, la ermita de la Virgen del Campo existía también en la mismas fechas (aunque evidentemente no se corresponda con la actual), ermita que marca, junto a la calle Viñas, la expansión de la ciudad por el oeste.
Al norte debió hacerlo la llamada Torre de la Tercia, si bien la casa de la Encomienda debió estar realmente adjunta a la primera[70]. En principio debió ser una torre de refugio de la población musulmana que los castellanos transformasen casi completamente; permitiría ello suponer, junto a la ausencia de referencias acerca de su conquista, la existencia de un pequeño asentamiento rural en este lugar. Cuando sí aparece citada es entre las posesiones de la orden de Santiago en la Visita que se hace en 1468, donde se puede leer cómo "Ay otro lugar que llaman Xenave, con otra torre muy buena que tiene dos bóvedas de cal y canto, donde se retraen los del lugar quando vienen los moros”[71], de modo que su función de refugio aún en el XV queda por completo atestiguada, así como el que, como la mayor parte de las aldeas no estuviese amurallada, siendo tales torres las defensas ciudadanas.
A falta de murallas ha de entenderse que por el norte terminase aquí, rodeada de un recinto más o menos amplio propiedad también de la Encomienda como solía ser habitual, que pudo poblarse cuando pierde en el XVI su función defensiva. Igual podría haber sucedido con la de la iglesia, aunque en este caso no más al sur del Camino del Barranco y la calle Arrabal, cuyo nombre indica precisamente el quedar fuera de la ciudad originaria. De cualquier modo no debió ser más amplia por cuanto en 1575 eran tan solo doscientas cinco las casas que había. En cuanto al este y oeste, la propia estructura del terreno y la toponimia da claros indicios de por dónde podría llegar. En el primero están la calle Barranquete, la del Pilar[72], y el callejón de las Eras que quedaba obviamente fuera de la población. Al Oeste, las plantaciones de viñedos (calle Viñas) y la Ermita constituirían la otra línea de “frontera” entre población y campo como ya se ha indicado.
Caso muy similar es el de Villarrodrigo. Su asentamiento en un llano algo elevado respaldaría su previa existencia como alquería en época islámica. Llamada Albaladejuelo de la Sierra con los castellanos, toma el nombre de Villarrodrigo en 1.478, probablemente para agradecer a don Rodrigo Manrique, a los diez años de su muerte, el título de Villa y privilegios anejos.
En 1575 declara tener como fortificación solamente “una torre en el medio desta villa, ques de piedra e argamasa e no tiene harmas”[73], lo que podría entenderse también como “dentro de” ella, si bien en este caso sí parece habitado el lugar más al norte de esta Torre construida hacia finales del siglo XIV por los caballeros santiaguistas, que un siglo después ya estaba “lo más de ella derribado e todo despetrilado e syn puertas” según se dice en la Visita de la orden de 1480[74], así como su “cortijo” o cerca de respeto del fuerte, hecho “de cal y canto de quatro tapias en alto que toma desde la torre fasta dar a ella que son los tres cuartos”, torre y cortijo que en la anterior visita ya se había ordenado que se reparasen sin mayores resultados.
Hubo de estar el “cortijo” en su norte, hacia donde abre la puerta principal la Torre -hoy Plaza Mayor-, mientras al sur es hacia donde se extiende la villa en el XVI componiendo un rectángulo irregular de noroeste a sureste. Más al norte de la Torre, la calle Santa Ana -donde debió situarse la ermita de la santa, que se encontraba en este caso en el interior de la población-, muestra el posible límite urbano, pues la calle Mesones, aún más al norte de aquella, indica taxativamente el exterior, apoyando esta hipótesis el que en las Relaciones se cite cómo no hay establecimientos de este tipo. Dobla Santa Ana al este continuada por la calle Huertas -otro límite urbano que proporciona la toponimia- mientras al oeste es la calle Iglesia quien lo marca, lo mismo que el templo el sur.
Excéntrica a la población -ahora y en el XVI-, la fachada posterior de la parroquial de San Bartolomé domina el valle del río Villarrodrigo y su espléndida vega, y es en su entorno donde se producen la mayor parte de los quiebros y doblamientos de sus calles, así como pequeños ensanches: hace ello pensar que fuese éste el núcleo primitivo de la urbe, arrebatado luego simbólicamente por el poder militar de la Orden. Sea o no de este modo, hecha y en buen estado se encontraba en 1480 esta obra que engrosa la interesante nómina de gótico levantino de la zona, aunque tan ferozmente “rehabilitada” en los pasados años cincuenta.
Fue Villarrodrigo villa “separatista” en el XVI, poco dada al parecer a la férrea subordinación que imponía la Orden y la capital de la Encomienda, tanto en lo civil como en lo religioso. En este plano, en la Visita santiaguista de 1507 su cura declara sin más que hace las veces de Vicario, de modo que, dándolo por hecho consumado, se había independizado de Segura. En 1525, el nuevo sacerdote es nombrado ya como tal vicario, con jurisdicción sobre esta villa más Torres de Albanchez, Génave y Las Bayonas[75].
En cuanto a lo civil, participa como el resto de la Sierra de Segura, en la Guerra de las Comunidades, en su caso en contra de Carlos I frente a las realistas Segura y Beas, las villas más poderosas. Curiosamente, Villarrodrigo había terminado por hacer caso a los visitadores de Santiago y reconstruido las tapias-murallas que rodeaban la Torre, que hubo necesariamente de tener un importante papel en la lucha contra el poder de quienes ordenaron hacerlo.
Acabada la conquista castellana, lo común venía siendo la relajación de las poblaciones en el cuidado de sus defensas y fortalezas, propiedad de la Encomienda. Cierto que ésta trataba de que los Concejos efectuasen reparaciones, pero más interesante era para ella la percepción de rentas en provecho propio y del monarca de turno, dado que la función de las fortalezas estaba realmente periclitada. O al menos, eso parecía: las Comunidades demostraron otra cosa. Una Compañía de Infantería de Beas, capitaneada por nuestro ya conocido don Sancho Rodríguez de Sandoval Negrete, llegó a Villarrodrigo para aplastar su Comunidad. El capitán de la Germanía de esta villa, sentenciado a muerte de orden del Gobernador por el bachiller Alcalá, Letrado de La Puerta, entró a su Castillo “por una puerta falsa que es a la parte del río e lo mataron e robaron, y al tiempo que obieron de entrar a la sala donde estava el dicho vachiller rompieron los quiçiales de las puertas que vivía en la dicha fortaleza y allí lo alançearon y después se hizo justiçia de los dos dellos y se clavaron las cabeças en la dicha fortaleza”[76]
Posiblemente éste fuese el último episodio guerrero del Castillo de la Puerta, pues ya en 1575 no tiene armas y está “vien malparado”, aunque la mejor defensa que poseía era realmente el Guadalimar y su puente-presa, a cuya entrada “está un castillo e fortaleza”, puente con un solo ojo que “muchas vezes se cierra el dicho ojo con madera y represa el agua y qubre toda la dicha puente (...) el dicho ojo es tan pequeño que con una compuerta lo pueden çerrar, y hazer sobyr a la dicha agua por çima de la dicha puente, y así paresce que en tienpos antiguos lo hazían” como defensa, lo que se repite de modo natural “quando el dicho río de Guadalimar creçe mucho y el agua suve por cima de la dicha puente, se cerca el dicho castillo de agua por todas partes, y es cosa tan antigua la dicha puente y castillo que dello no se halla memoria ni orijen”[77].
En la campaña llevada por la Orden para la conquista del territorio de la mano del que fuera Maestre de la Orden entre 1243 y 1275, D. Pedro Pelayo Correa, hubo de tener la mayor importancia la conquista en 1235 de esta población, enclave que da acceso al valle del Guadalimar controlando la Vía de Levante cuyo Castillo y puente –que divide en dos barrios el núcleo urbano- convertían lo que debió ser un cortijo rodeando una torre en una posición casi inexpugnable a pesar de su localización en el llano.
Situado en la parte más elevada de la calle Castillo, en la zona baja de la urbe, el castillo hubo de ser pues una de las torres rodeadas de un cortijo[78] que formase parte de la línea de protección de la entrada natural al territorio de Segura de la Sierra, aunque en algún momento podría haberse rodeado de murallas (“está un castillo e fortaleza”), refugio cuyo entorno hubo de estar durante mucho tiempo despoblado, dado que por un lado sería el “cortijo” de la Encomienda y, por otro, era lugar fácilmente inundable.
Tal como dicen las Relaciones, La Puerta está entre dos sierras: inmediata al oeste del castillo y subiendo la cota, se edificó la Iglesia parroquial[79], que constituye en el extremo sur del casco histórico el núcleo aglutinador y dominante. A partir de ella trepa el pueblo por el cerro de las Carrasquillas y compone el barrio del Peñón. Las calles que bajan hacia el río, con dirección suroeste-noreste, son largas, a veces plegadas en quiebros y, en el caso de la principal, Horno, se continúa con Iglesia, que lleva a la parroquial. Las perpendiculares son cortas y laberínticas por el contrario. Al noreste del Guadalimar, el barrio de las Riscas, con una estructura de planta oval. En ambos domina un trazado de fines del medievo que se adapta escalonado a las cotas del terreno, con calles estrechas y tortuosas, plazoletas y callejones sin salida – sobre todo en el Peñón-, tan empinadas que necesitan de escalones y barandas
Aún restan dos poblaciones que no llegaron a poseer una de las grandes torres mandadas hacer por musulmanes o cristianos: una Orcera, el gran arrabal de Segura que casi alcanza en población a la capital a lo largo del XVI; otra, Benatae, la pequeña villa que, junto a La Puerta, era la más pobre en la época.
La Orcera musulmana nacía como alquería situada en cierta altura con importantes huertas en las riberas del río homónimo, necesarias para la deficitaria capital, y que en el XVI “no tiene cerca ni murallas” sino tan sólo una torre de su antiguo castillejo[80] “que hera la principal donde se defendían los cristianos de los moros de el reyno de Granada”, torre que no es otra sino la de la Iglesia parroquial, obra que se está haciendo en 1575, pero donde ya los vecinos, muy posiblemente desde 1554 en que bóveda y naves están construidas [81], “oyen misa y resciven los sacramentos“[82].
En este caso, sin embargo, el núcleo urbano no se había realizado en torno a la torre o iglesia, ya que si bien la primera sí estaba construida de antemano -algo vaja”, dicen de ella, y aún en el XVIII sigue con un solo cuerpo-, esta iglesia se empieza a levantar de cimientos en torno a 1535 desde su anterior ubicación en la que cuarenta años después será la ermita de San Mateo y San Juan[83]. Precisamente el dónde levantarla genera un interesante y confuso episodio entre la Orden y el Concejo en cuya base está indudablemente la voluntad santiaguista no sólo de no perder su Alhóndiga -lugar en que el Concejo acuerda con Carlos I hacerla- sino también de no compartir el dominio del lugar con ella[84].
Aquel antiguo templo, según visita de 1525, se reforma en su capilla principal, y en 1537 –año en que Vandelvira con su suegro Luna acompaña a los Visitadores de la Orden- está acabado “de bobeda y lo demas, es un cuerpo sobre dos arcos de yeso cubierta de madera de pino son las paredes de la dicha iglesia de argamasa e tierra ay en la dicha iglesia dos capillas de vecinos particulares”[85]. Pero por el aumento de población y por estar “muy apartada de la vecindad e población del (…) e que mas de lo suso dicho diz ques pequeña”, se solicita al monarca el hacer la nueva, que se orna en el XIX en su fachada principal con la magnífica portada vandelviriana del perdido convento de Franciscanos de Santa María de la Peña, ubicado antes al noroeste de la población. Frente a ella, en el límite ciudadano, y “de cara de la puerta de la dicha iglesia” el hospital que fundasen “Albaro Rodríguez y su muger”[86], lo que significa que la plaza estaba en las afueras de la urbe, si bien la bajada desde las cotas más altas había comenzado al menos a inicios de siglo.
En el noreste se encontraba la ermita de San Sebastián, que llega a formar precisamente uno de los espacios en torno a los que se nuclea la población, cuya conexión con cotas más bajas la establecen las calles S. Sebastián y Sacramento. Paralela en cota, al noroeste el Barrio de las Charcas, cuya transición a la más baja se hace a través de la calle Horno Bajo, con casas desparramadas adaptadas al terreno formando manzanas pequeñas, aisladas e irregulares, agrupadas formando quiebros con todo tipo de entrantes y salientes. Al suroeste, en Peñalta, aunque con manzanas más continuas, otro núcleo se adhiere al escarpe del monte con similares calles sinuosas y otra pequeña ermita, la del Calvario hoy, casi en sus límites.
Orcera no perteneció durante un tiempo a la jurisdicción de Segura, sino a la de Alcaraz, pasando a ser arrabal de Segura en 1285 y participando de su fuero, pero conservando los derechos de moneda foránea y justicia. Precisamente las disputas legales respecto a esta última son comunes durante todo el XVI, dado que la villa de Segura no respetará tal derecho de juicio en primera instancia a su arrabal, núcleo a menudo abandonado a su suerte por otro lado[87].
Por la etimología de su denominación, Benatae debió haber sido una de las típicas aldeas musulmanas donde viviesen campesinos musulmanes, que fuera creciendo a lo largo del tiempo. No se tienen sin embargo hasta ahora noticias documentales de ella hasta 1415 en que se la declara Villa, ni tampoco se ha encontrado ningún resto arqueológico aunque, según Porras (1997), en el siglo XV “tenía un buen cortijo, que encerraba la torre del lugar, en un solar muy montuoso y malo para la agricultura”. A tenor de las Relaciones, la que estaba en la villa “a la parte de abaxo della, hazia el poniente” era más bien “una torrecilla ques de la encomienda” que servía de palomar[88].
El territorio, del que por cierto la Orden de Santiago no recibía apenas rentas, le fue cedido a ésta por Fernando III tras su conquista, de modo en la villa existía su correspondiente casa de la Encomienda, pero su núcleo urbano no debía ser muy extenso, aunque sí lo suficiente como para contener las 120 casas que en las Relaciones dice tener. Debió constituir la zona oblonga que aun hoy se distingue perfectamente en el noreste de su traza, desde la calle Carreterilla (N) a, posiblemente, Pilar (O), de donde doblaría al sur por Casa Caída- Travesía Baja de Reina Sofía y, continuando por República Argentina, se cerraría en el inicio. Recorrida en toda su extensión por la calle Reyes Católicos -una calle estrecha con frecuentes quebradas-, hacia su este se ubicó la iglesia, obra ya construida en 1575 con una traza peculiar dentro del grupo de góticas levantinas de la zona, y su también singular torre.
Genera este templo al sur la placeta de Pío XII, de donde desciende a la cota más baja de este centro histórico, dominando el entorno cercano de esta manera, un entorno donde se pueden encontrar desde lamentables intervenciones contemporáneas a la bien conservada calle anterior, una de las más pintorescas de la comarca con sus pequeñas viviendas de un solo piso, con o sin cámaras. “Las casas que ay en la dicha villa y las que se obran son de tapiería de tierra, y baxas para las asegurar que no caygan con los grandes bientos que en los ybiernos acuden”, contestan en las Relaciones. Dado que bastantes de las que hoy se pueden ver son de mampostería, hay que convenir en su sustitución posterior, pero con la misma escasa ocupación de espacio en planta y alzado que a fines del XVI se explicita.
EL ALZADO DE LA CIUDAD
De las ciento veinte casas de Benatae a las novecientas de Beas, los términos urbanos son muy distintos en tamaño, pero escasamente diferentes en general en su alzado. Incluso la última villa, la más rica de la comarca, también declara cómo en general sus casas son “medianas e pequeñas e de poco y estrecho suelo, por ser el sitio de la dicha villa estrecho y entre sierras”. En La Puerta la razón de ser pequeñas y de pobre –pero sólida, funcional y duradera como ya decía el romano Plinio- tapiería de tierra la basan muy sinceramente en que los vecinos no “tienen fuerças de vienes para hazerlas de otra suerte”. Muy explícitos son en Torres de Albanchez acerca de cómo usan los materiales de la zona: las “cassas que en esta villa ay son edefiçios llanos de encabiadora de tierra e no de otros materiales y que los materiales de que se hazen, ques agua e tierra, los ay en esta villa sin los buscar en otra parte”. En Génave describen cumplidamente las cubiertas: “las coberturas de que techan las dichas casas son de xaras y cábrios de pino, y los dichos cábrios se cortan y trahen de la Sierra de Sigura, y la dicha xara se trahe de Sierra Morena, término de la villa de Sigura y a unas legua desta villa, y los cábrios los trahen de çinco leguas desta villa, y tanbién los encamaramientos son de rollizos de pino que se trahen de la dicha Sierra de Sigura, y el yeso que es neçesario gastar se saca dentro del término desta villa, y son todas las dichas casas llanas y no de edificios de que se aya de dar razón”
Otras veces sin embargo, o bien se le añaden otras materias al tapial, como en Villarrodrigo, o el caserío se compone de otros distintos. En Orcera, por ejemplo “algunas ay tambien de argamasa y otras que partiçipan de lo uno y de lo otro”; en Beas y Hornos además del tapial se usa calicanto, que en Santiago de la Espada compone las más. De los tres materiales las hay en Siles y, de nuevo, Segura se separa de las demás al declarar que “las casas e ydifiçios son de calicanto porque de otra manera no se sufrían haçer, porque como está dicho, es tierra muy alta y donde los fríos e grandes ayres combaten los materiales con que se hazen estas casas. Y los edificios y casas son bajos e sin patios porque por esta razón de arriba no se sufre haçellos altos”. Todos pues “sus edificios, torres y murallas y templos son de calicanto y tan fuertes que cada cosa es fuerça e muralla, porque de tierra no ay ningún edefiçio”. “Todas las casas desta villa por pequeña que sea, son como casas fuertes, dexando aparte la fortaleça de las paredes” termina orgullosamente[89].
En su historia sin embargo no todas las casas habían sido sin patios dado que, entre los restos de Segura la Vieja, Vicente Salvatierra ha encontrado grandes casas simétricas con patio rectangular alargado y habitaciones en cada lado mayor, con muro de fondo medianero[90]. Pero es cierto que la planta del caserío del XVI en la zona es sin patio, de una sola planta, aunque pueden hacerse cámaras que traducen su cubierta a dos aguas, y con escasos vanos en su alzado: además de la puerta de entrada que daba paso a la cocina con su chimenea, una escasa ventana, y otra, o dos, para airear la cámara y las viandas que en ellas se curasen.
Beas plantea otra nueva excepción pues, aunque la tipología común es ésta, también hay “algunas casas de buen edificio e compostura, con sus patios” centrales (tradición que se mantendrá hasta hoy), que posiblemente se correspondiesen con las cercanas al medio centenar propiedad del estamento nobiliario existente en la localidad. Sin embargo, no todas las viviendas de los nobles de aquí o de otros núcleos diferían de las del común del pueblo: ya se citó el caso de Siles donde sus hidalgos eran tan pobres que ni para poner el escudo en su puerta tenían caudales.
Aparte de la Casa de la Encomienda/Tercia que obligatoriamente se cita, y que no tiene por qué ser diferente a las demás (en La Puerta por ejemplo se dice que es “una casa pequeña”), o las de Orcera y la dicha de Siles, apenas se habla de otras señaladas más que la de la de Fernando de Sandoval en Torres de Albanchez, Comendador de Santiago. Ni casas pues especiales ni otros edificios a destacar... hasta que llegamos a Segura, que de nuevo marca la diferencia en 1575 con su Ayuntamiento, Cárcel, Carnicería, Alhóndiga, Pósito, y la iniciada casa del Gobernador tal como se señaló en su momento, edificios todos ellos muy probablemente del siglo XVI, además de su Fuente imperial.
El equipamiento urbano
En el capítulo de las infraestructuras urbanas, las Fuentes ocupaban obviamente el lugar más importante, no sólo como elemento capital para la vida, sino como espacio de socialización femenina equivalente a la Plaza para los hombres.
Segura, cómo no, “es la más abundosa de aguas y las más buenas que en otra parte puede aver, porque por las sierras por altas e agras que sean, en lo más alto dellas ay fuentes y en el medio y en lo bajo e por ninguna parte ay que no aya muchas fuentes naturales y de mucha agua”. Y ciertamente lo es: además de las dos del Castillo había cinco fuentes, más la monumental citada. Por una vez, engalanó también con otra a su arrabal de Orcera, aunque de sillarejo y mampostería, no de sillares como la propia. Se trata de la Fuente de los Caños en la cabecera de la iglesia que, aunque desfigurada por sucesivas intervenciones –una de época borbónica a tenor del escudo de su frontón-, ya existía en el XVI según las Relaciones[91]. Muy alargada hoy, debió ser bastante más corta aunque lo suficiente para amparar un pilar acorde con los arcos ciegos que ornan sus caños, únicos elementos hechos con sillar.
Fuente señalada era la de la también abundante en aguas Siles, “una fuente nueva trayda a la dicha villa a la plaza de señor San Andrés, que tiene un pilar con dos caños, muy bien fecho, que se trae de una fuente que naze haçia la parte del horiente”[92]. Génave, La Puerta y Beas tenían también sus respectivas fuentes con pilar en el casco urbano, que en el caso de la última se completaba con tres más dentro de él y 17 muy cercanas. Una había en Villarrodrigo, tres en Torres de Albanchez y varias en Benatae. No hay fuentes dentro de la población en Hornos, aunque sí dos fuera más una laguna salada donde existían unas salinas, otra de las grandes necesidades de la zona para curar los alimentos, aunque salazones de pescado se importaban en Segura “de Sevilla (…) y de Málaga e Cartagena y Almería y Marvella y otros puertos y playas questán a çinco y a seys jornadas desta villa”, adonde también se llevaban “muchas frutas de acarreo de beas y Hornos”[93]. Beas, que como ya se dijo construyó una monumental carnicería, es precisamente la única villa que dice tener mercado franco un día a la semana, los jueves: quizá por ello y desde luego por su trabajada y floreciente agricultura e industrias de transformación, se convirtió en el más importante centro de producción y exportación agrícola de la zona.
Pocos equipamientos urbanos más existían en estas ciudades, si acaso los Hospitales. Respecto a los servicios hoteleros, ya se comentó la casi total ausencia de ventas y posadas: eran los hospitales quienes hacían en cierta medida las veces de ellos. Estos centros no tenían comúnmente en la época una función asistencial como la actual sino la de hospedar a pasajeros sin recursos o algunos pobres de la ciudad que tampoco tenían familia, además de otras funciones piadosas. Las más de las veces eran fundaciones particulares de vecinos caritativos que solían dejar una casa a su muerte a la que añaden tierras para su mantenimiento en ocasiones. Es el caso del de Santa Ana de Siles -por citar uno de los mejores de la zona- en el que “la renta de la dicha haçienda, que serán doscientos ducados, se gastan en dos capellanes que ay en el dicho hospital y en casar una huérfana cada un año y en bestir çinco pobres y en sustentar el dicho hospital”. Otro más poseía ciudad, el de San Andrés, fundado por la propia villa, “En los quales dichos dos hospitales se recojen los pobres viandantes que vienen a la dicha villa”[94].
De fundación pública o privada, lo usual es que sean muy pobres y se mantengan de la beneficencia de los lugareños (Benatae, Génova, Hornos, La Puerta, Orcera, Santiago de la Espada) aunque en ocasiones como en Beas, tengan buena renta. Es interesante subrayar la noticia que se da en las Relaciones acerca del de Segura por cuanto explicita la función de posada (en su sentido de negocio) que a veces estas fundaciones tenían: “no ay más de un hospital que a fecho e fundado el conçejo desta villa, el qual es una casa de calicanto y tiene un altar apartado ques advocación de señor san josef. Este hospital no tiene otra renta sino es tres o quatro cámaras açesorias yncorporadas en él, y éstas se alquilan por poco preçio. Es casa pobre, porque la poca renta que tiene se gasta en el reparo del dicho hospital. Es patrón el conçejo”[95].
La asistencia sanitaria está lejos de las preocupaciones de la ciudad en cuanto a tal: sólo de nuevo en Segura los vecinos, además de no pagar más impuestos que la alcabala, disponen de “Un médico, que porque cura los vezinos desta villa, de balde le da el conçejo çiento e çincuenta ducados cada año”[96], pero normalmente la cuestión sanitaria de todo tipo descansaba eficientemente en manos de mujeres especializadas como curanderas y parteras desde los más remotos tiempos: ya el historiador romano Tácito (59-119) escribía cómo los guerreros “Acuden con sus heridas ante sus madres y esposas; ellas las repasan y examinan sin atemorizarse y llevan a los combatientes alimentos y ánimos”.
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[1] Citado por SALVATIERRA CUENCA, V. y otros. “La Sierra de Segura. Análisis de la evolución en la ocupación de un territorio en época medieval. El valle de Segura de la Sierra ”, en Informes de Proyectos de Investigación, Universidad de Jaén (2006. En prensa). Agradezco encarecidamente a Vicente Salvatierra su generosidad al haberme proporcionado este capítulo, aun no salido a la luz, con las últimas aportaciones sobre esta comarca del Grupo de Investigación que dirige
[2] La de Segura de la Sierra viene oscilando para los medievalistas entre 1214 y 1239. La del territorio entre el 1226-1239 que propone Salvatierra al 1239-1242 por parte de Eslava Galán.
[3] VILLEGAS, L, y GARCÍA, R., (1976), pp. 207 y 210
[4] Ibidem, p. 39.
[5] Ibidem, p. 51
[6] SALVATIERRA CUENCA, V. 1997
[7] VILLEGAS L, y GARCÍA, R., (1976), p. 256
[8] Con posterioridad al XVI obtendrán este título Santiago de la Espada (1691), La Puerta y Orcera ya en el XIX.
[9] En las citadas Relaciones de los Pueblos de España se puede leer dentro del capítulo dedicado a Beas de Segura cómo para la construcción de sus casas se usa “la madera que se trae en carreteria de la Sierra de Sigura” porque la que hay aquí es poca y además “basta e de poco preçio, e no se gasta sino en edificios comunes, porque no se puede labrar con pulizia”. VILLEGAS L, y GARCÍA, R., (1976), pp. 52-53
[10] Ibidem, p. 211
[11] DE LA CRUZ AGUILAR , E., “La provincia Marítima de Segura de la Sierra ”, B.I.E.G. nº 107, 1981, pp.51-84
[12] El mismo autor cita un documento de los Reyes Católicos, dado en Córdoba el 30 de junio de 1484, en el que se manda que no se cobren derechos de paso por mil pinos que deben traer río abajo para la construcción de los Alcázares de Córdoba.
[13] VILLEGAS L, y GARCÍA, R., (1976), p. 191.
[14] “El pescado que en estos ríos ay son comunes a los vecinos, no tiene nadie señorío e ellos” Ibidem, p. 214
[15] “Los vecinos que ay en la dicha villa son la mayor parte labradores, y los otros son travajadores a jornal en los canpos y heredades, así con los vizinos de la dicha villa como de fuera della”. Ibidem, p. 117
[16] .- “a solido haber en otros tienpos más de quatroçientos e çinquenta. E que el año de çinquenta e siete ubo en esta villa gran pestilencia, que murieron más de trescientas personas (…) e tambien a causa de que en la guerra de don Martín murieron cuarenta o más soldados que a ella fueron” se contesta a las Relaciones por Siles. Ibidem, p.240.
[17] PEINADO SANTAELLA 1991 P. 405 aporta datos basados en los Libros de Visitas de la segunda mitad del XV, sobre diversas cuestiones de la Orden de Santiago, entre ellos el número de vecinos, así como una descripción de los bienes que poseía la Orden en la zona. Para la cuestión de rentas percibidas véase MARTÍN DE NICOLÁS, 1981.
[18] Los datos de 1524 proceden de http://enciclopedia.us.es
[19] “Antes de agora es cosa clara que a tenido la dicha villa muchos menos vezinos, y ansí pareze aver ydo en creçimeitno y no en diminuçion” VILLEGAS L, y GARCÍA, R., (1976), p. 67
[20] Ibidem, p. 220: “Bien pareçe que otro tiempo fue de más vecindad por los edeficios que se muestran fuera de la villa, tanto que antiguamente fue çiudad como está dicho. La causa porque agora no es de tanta vecindad y se despobló es por la esterilidad de la tierra”
[21] “abrá doscientos e ochenta vezinos (…) e que a abido pocos mas siempre, e si algunos ay menos es por se aver avecindado en la villa de San Miguel de Burjahariza, que es de Gonzalo de la Peña , por respeto de las alcabalas por defraudar a su majestad, aunque a el presente se biven en la dicha villa de Hornos”. Ibidem, p.151
[22] “antes había más pero se han ido muchos al reino de Granada”. Ibidem, p.230
[23] En época bajo medieval conservó una población reducida (unos 200 habitantes), que incluso se redujo a la mitad a finales del S. XV. Esta despoblación coincide con un incremento demográfico de Hornos, pudiendo estar relacionados ambos episodios .SALVATIERRA CUENCA, V. (1997).
[24] VILLEGAS L, y GARCÍA, R., (1976) , p. 269
[25] Ibidem, p. 71.
[26] Ibidem, p. 78 y 227-228 respectivamente.
[27] Ibidem p. 221. En Orcera acabarán por especializarse en carreterías y arrierías.
[28] Ibidem p. 186
[30] Ibidem, p. 150
[32] RODRIGUEZ TAUSTE (2004), “Villarrodrigo…”: E fallaron por cura de ella a Diego González. Tyene el ábito de la dicha horden. No tiene propio nynguno la dicha yglesia. Está bien reparada de las limosas de la buena gente. Mandaron al dicho Diego González mostrase el título que tiene e mostró título del señor ynfante. E está proueydo, según paresçe con Dios e con horden y es buen eclesiástico. Está la villa contento con él.
[33] VILLEGAS, L, y GARCÍA, R., (1976), p. 51
[34] La iglesia, incendiada durante la ocupación francesa el 23 de noviembre de 1810, se empezó a reedificar en 1825, si bien, paradas sus obras en 1836, no estuvo terminada completamente hasta 1947. Hasta poco antes, sirvió de parroquia mientras tanto el adjunto templo del convento de San José.
[35] VILLEGAS, L, y GARCÍA, R., (1976), p. 76
[36] Ibidem, p. 77
[37] En 1836, con la Desamortización de Mendizábal, abandonaban las franciscanas el convento, desmantelado ya y en ruinas. La iglesia, aunque sufrió graves daños, se mantuvo al servir como parroquia como queda dicho. “En 1900, la comunidad de monjas carmelitas vuelve al solar que ocupaba el convento, levantándolo casi de nueva planta, acondicionándolo entre 1964-65 y levantando una segunda planta entorno al patio central del convento en 1982. En el templo, en 1955 se amplia el coro a los pies, y en 1957 a expensas de don Diego Martínez del Peral, IX Marqués de Valdeguerrero, descendiente directo de la familia de las Sandoval fundadoras, se restaura todo el interior como consta en inscripción empotrada en el ala de la Epístola. De aquella época data su ornamentación y la imagen que hoy ofrece la iglesia carmelitana” SIPHA, Convento de Carmelitas Descalzas de San José del Salvador, Ref. 230120002.
[38] VILLEGAS, L, y GARCÍA, R., (1906), p. 74.
[39] Ibidem, pp. 40-43
[40] Ibidem, p. 48
[41] Ibidem., p. 202
[42] No sólo defensiva, sino ofensiva también, pues durante las luchas nobiliarias de los siglos XIV y XV fue lugar del que partieron numerosos ataques a tierras del reino nazarí de Granada. SALVATIERRA CUENCA, V. (1997, 1999).
[43] VILLEGAS, L, y GARCÍA, R., (1976), p. 220
[44] Ibidem, p. 211
[45] SICA, Paolo, Historia del urbanismo. El siglo XIX, vol. 2, Madrid, 1981, p. 1032.
[46] SALVATIERRA et alt. (2006)
[47] VILLEGAS, L, y GARCÍA, R., (1976), p. 216
[48] “Esta villa tiene una yglesia questá en medio de la villa junto a la plaça, ques la yglesia mayor (…). Es iglesia fuerte de calicanto y piedra fuerte labrada. Es de tres arcos e tres capillas todo el cuerpo de la iglesia. Tiene su sacristía y coro y otros aposentos para el sacristán (…). Ay quatro capillas dentro”.
Ibidem, pp. 224-225
[49] Incendiada por los Franceses, se reconstruye a partir de 1814, por orden del entonces Comendador de la villa de Segura y su partido, el Infante D. Francisco de Paula, encargándose de ello a Sebastián de Azcuaga, de la Real Academia de San Fernando, su reparación. CASUSO QUESADA, R (1998), pp. 172- 173.
[50] RUIZ CALVENTE, M, (2005), p. 117-132.
[51] No pudo de cualquier modo realizarla el maestro, ya muerto, pero sí dar trazas para ella. Aunque aparece la fecha de 1894, es realmente 1594, habiéndose “completado” el guarismo 5, cerrándolo con una línea, en un momento que desconozco.
[52] GALERA ANDREU, P., (2003).
[53] Usada hasta la expulsión de la Orden en 1767, permaneció cerrada, terminando por ser incendiada en la guerra de la Independencia. Arruinada en el XIX, se ha rehabilitado bajo la dirección de Apolinar Martín Zamora y convertido en edificio de usos múltiples culturales.
[54] Fueron los Manrique una de las más poderosas familias nobles del medievo, participante de manera decisiva en la política de la época. El padre del poeta, don Rodrigo Manrique desde el puesto de Comendador de Segura, fue Maestre Mayor de la Orden de Santiago en Castilla estre 1474 y 1476, en que murió. Enfrentado a Juan II (que le había nombrado Conde de Paredes de Nava en 1452) y a Enrique IV fue Condestable de Castilla y partidario de la futura reina Isabel I.
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