VERTEBRADOS FÓSILES EN LA SIERRA DE SEGURA
I-Fósiles en la comarca
Es conocido el
abundante y diverso contenido en fósiles de invertebrados de la Comarca de la
Sierra de Segura, tanto los pertenecientes a los materiales más antiguos
(Paleozoico de Sierra Morena), como los del Mesozoico y Cenozoico de estas
áreas del Prebético (Sierra de Segura en sentido estricto) Sin embargo, los
restos fósiles de vertebrados son prácticamente desconocidos por el gran
público debido a la escasa divulgación realizada.
Así como es
frecuente ver fósiles de invertebrados
marinos en muchos hogares serrasegureños, pues ya de antiguo llamaron la
atención de los naturales (1), o que incluso la toponimia dé cuenta de ellos
(2), no sucede lo mismo con los restos fósiles de vertebrados, tal vez por la
dificultad e incredulidad de su reconocimiento, pese a que, desde hace siglos
hasta la actualidad, muchas losas de
piedra que los contienen han sido usadas como sillares en edificaciones de la zona. Tal es el caso de
algunas aldeas del término de Genave, el propio Genave y algunos edificios
recientes en Siles y Puente de Genave, donde algunas caras de las rocas usadas
muestran en las fachadas vértebras, costillas, etc., sin que nadie se haya
apercibido de ello. Como ejemplo de esto ultimo es de notar que en las duras
rocas que ahorman la Venta del Tuerto sobre la carretera de La Puerta a Siles,
frente al puente que cruza el Guadalimar
para dirigirnos a Orcera, se pueden identificar huesos de antiguos tetrápodos.
(1)
En este sentido es curioso
el encuentro, sobre el suelo de una edificación de Segureja (población árabe de
época califal y tal vez incluso de origen ibérico), de unos pequeños fósiles con forma de botella (radiolas de
Cidáridos del Jurásico) colocados en una esquina de la casa.
(2)
Por ejemplo el “camino de los corazones”
próximo a Segura de la Sierra que,
aunque pueda parecer una referencia sentimental y romántica, alude a la
presencia de unos fósiles con forma de corazón (Cyprina cardiformis, un
pelecipodo del Cretácico inferior)
II-Introducción
Para comenzar
este tema de los vertebrados fósiles de nuestra comarca es necesario que nos
situemos en un tiempo muy lejano, hace unos 240 millones de años, cuando los procesos geológicos originaban los
primeros sedimentos mesozoicos. Por entonces, a finales del periodo Pérmico y
comienzos del Triásico, los continentes habían llegado a unirse formando un
gran supercontinente, la Pangea, y, coincidiendo con ello, gran parte de la
diversidad biótica estaba siendo diezmada como consecuencia de una fuerte
extinción masiva. Según avanza el Triásico se inicia la separación del
supercontinente, provocando una abertura en nuestra área que establece, por
fracturación de los materiales, dos regiones de características diferentes: la
Meseta (Sierra Morena en nuestro caso), que se mantiene como zona de erosión y
área madre de donde proceden los materiales terrígenos, y una gran cuenca de
depósitos que, invadida en parte por un mar ecuatorial denominado Mar del
Tethys, durante el Mesozoico y Cenozoico
constituirá el denominado geosinclinal alpino de las Cordilleras Béticas y
originará esta Sierra de Segura.
IMAGEN 1: Globo
terráqueo Triásico y reconstrucción del área.
Durante el
Triásico, en nuestra región, se desarrolla al sur de la Meseta una extensa
llanura costera salpicada de montes-isla (afloramientos del viejo relieve
paleozoico) que es cruzada por esporádicos ríos de cauces amplios y poco
profundos, y cubierta parcialmente por sistemas de dunas. En las zonas próximas
al litoral se forman lagunas, charcas y
marismas en comunicación con bahías y ensenadas. Queda nuestra área situada al
borde del viejo continente y sujeta a las fluctuaciones del Mar de Tethys,
depositándose en ella los materiales procedentes de la destrucción erosiva de la
Meseta: sedimentos triásicos unas veces de influencia continental y otros de
influencia marina, según retroceda o avance el mar (regresiones y
transgresiones marinas). Actualmente estos terrenos afloran, a grandes rasgos,
en las partes inferiores y medias de los valles de los ríos Onsares, Hornos,
Guadalimar y Trujala, así como en la depresión del Guadalmena que separa Sierra
Morena de los primeros relieves importantes de la Sierra de Segura y en parte
del valle del Guadalquivir.
En el Triásico los organismos sobrevivientes
tuvieron que renovarse para adaptarse a los nuevos ambientes, surgidos por la
segregación del supercontinente, originándose
la aparicion y diversificación de la mayoría de los grupos de reptiles.
Es este un periodo de especial relevancia
para la vida y, sobre todo, para los tetrápodos: algunas formas marinas
constituyen los antecesores de la amplia
diversificación posterior, durante el Jurásico y Cretácico, que permitió la
conquista del medio marino por formas como plesiosaurios e ictiosaurios, y los
reptiles terrestres serán los antecesores de los dinosaurios del Mesozoico,
mamíferos y aves del Cenozoico.
III- Los vertebrados fósiles
y sus ambientes.
Los yacimientos
de vertebrados en nuestra comarca son de dos tipos. El primero corresponde a
medios continentales y consiste en huellas impresas en los sedimentos por el
paso de reptiles, el segundo, de carácter marino en aguas restringidas o de
poca profundidad, lo constituyen restos óseos fosilizados de reptiles y peces.
Al darse la circunstancia de que estos yacimientos tienen todos una edad muy similar entre sí,
pues se consideran de una época del Triásico Medio denominada Ladiniense(3), 235 a 230 millones de años
antes del presente, dedicaremos este articulo a ellos ya que ofrecen en su
conjunto un buen esbozo de lo que fueron aquellos tiempos. Además, yacimientos
de vertebrados de otras épocas no han sido hallados aún en nuestra zona, a
excepción de las huellas de Cazorla y éstas son de finales del Jurásico.
El Triásico fue tambien un periodo crítico para la historia de la vida,
pues los organismos supervivientes de la extinción pérmica hubieron de
adaptarse a los nuevos medios bajo un clima seco y cálido en términos
generales. En el Triásico Medio, una de las fases más áridas de la historia de
la Tierra, nuestra zona ocupaba latitudes ecuatoriales y la vegetación se
refugió probablemente en esa extensa llanura costera que se extendía entre la vieja Meseta (Sierra
Morena) y las someras aguas del Mar del Tethys, una superficie regada
esporádicamente por cursos de agua meandriformes y donde se formaban zonas encharcadas, con un
litoral sinuoso bañado por aguas marinas de poco fondo que eran afectadas de
tarde en tarde por fuertes tormentas tropicales. De modo que, optimizando la humedad de estos
parajes en que se suaviza la extrema aridez climática, se desarrollan
primitivas coníferas como Volziopsis, Walchia o Araucarioxylon,
ginkgoaceas (Ginkgoites), cicadáceas (Lissoxylum, Taeniopteris) y
otros helechos arborescentes como Pecopteris junto a grandes “colas de
caballo” (Equisetites), salpicando el paisaje y acogiendo diversas
formas de reptiles que, para desarrollarse y nutrirse, aprovechan los medios
continentales y marinos, en cuyos sedimentos nos han dejado sus huellas y sus
huesos.
IV- Yacimientos del Ladiniense
-Icnitas
Huellas del paso
de reptiles se han encontrado tanto en
el Arroyo del Ojanco como en Puente de Genave, todas consisten en
hiporrelieves convexos con un parecido remoto a una mano humana ya que
presentan cinco dedos, uno de ellos más corto y con apariencia de pulgar. Este
tipo de huellas fue durante tiempo un quebradero de cabeza para la
Paleontología, por su aspecto de mano humana (4), hasta tal punto que algunos
llegaron a considerar que correspondían a algún tipo de simio (paleopithecus las denominaron) pese a que su antigüedad,
mas de 200 millones de años, lo desaconsejaba. En la segunda mitad del siglo
XX, gracias a los descubrimientos cada vez más abundantes de reptiles
triásicos, se consiguió resolver el enigma: sé comprobó que estas huellas (icnitas) de Cheirotherium
(icnogenero) coincidían con la anatomía de Ticinosuchus, un arcosaurio
del grupo de los rauisuchios, un reptil terrestre depredador de unos cinco
metros de longitud cuyo aspecto superficial era similar al de los actuales
cocodrilos pero que, sin embargo, se diferenciaba claramente de éstos en que
las patas se situaban directamente debajo del cuerpo y no lateralmente, desarrollando
además una articulación del tobillo que le permitía desplazarse de una
manera muy cercana a la de los actuales
mamíferos, una locomoción sobre terreno sólido muy eficaz; parece ser que
también eran buenos nadadores. Estos reptiles, al desplazarse por la llanura
litoral triásica en busca de presas, dejaban impresos sus rastros en los
sedimentos húmedos de tipo continental: Charcas, riberas de los ríos, canales
abandonados de meandros, etc. Las huellas recogidas estos últimos años,
corresponden a rellenos de esas impresiones por sedimentos de material con
grano más grueso que se ha depositado encima
y que, al ser más consistente, ha permitido que lleguen hasta nuestros
días como una réplica de la parte inferior de pies o manos del animal.
No se han
realizado hasta el momento investigaciones de estas huellas encontradas en la
zona, tan sólo identificadas como Cheirotherium (icnogenero) por
especialistas de la
Universidad Autónoma
de Madrid (José Luis Sanz) Tampoco está clara la ubicación “in situ” de los
estratos de donde provienen estas huellas, muchas incompletas, que han sido
halladas dispersas por los terrenos triásicos.
-Restos óseos.
Algunos
yacimientos con restos óseos en nuestra comarca han sido investigados por
especialistas y publicados sus trabajos.
Durante el
Triásico Medio el nivel general de los océanos ascendió inundando muchas de las
áreas que habían permanecido subdesérticas. Tethys se convirtió en un mar
cálido, en cuya plataforma costera se desarrolló una variada fauna de moluscos
y peces que sirvieron de alimentación a reptiles marinos como los placodontos y
notosaurios.
El primer yacimiento descubierto de este tipo,
entre Bienservida y Villarrodrigo, fue estudiado y publicado (1991) por Luis
Alafont que identificó, en sedimentos de deposito de medio costero de lagoom o
cuenca restringida, huesos de vertebrados de vida anfibia, de reproducción
terrestre y alimentación habitual en medios acuáticos, junto a conchas
fosilizadas de invertebrados bentónicos. Alafont identificó un Synaptosaurio
indeterminado, así como notosaurios de las familias Nothosauridae y Pachypleurosauridae
junto a placodontos de las familias Placochelydae y Placodontidae.
Los placodontos fueron reptiles especializados
en una dieta basada en moluscos y organismos con conchas duras como los
braquiópodos. Desarrollaron para ello un cráneo corto y macizo en cuyos
maxilares y paladar se alojaban una serie de piezas dentarias en forma de
botón. Estos dientes redondeados y planos (de ahí su nombre: placodontos)
actuaban como muelas trituradoras que les permitían ingerir moluscos,
crustáceos o cualquier otro organismo de concha dura. Poseían tambien un fuerte
aparato digestivo y, en algunos casos, una armadura dorsal y ventral, similar
al caparazón de las tortugas, formada por escamas óseas dérmicas (osteodermos)
a modo de mosaico de elementos hexagonales. Estos reptiles estaban
especialmente adaptados a la vida en aguas marinas de poco fondo, tenían una
estructura masiva, con un cuerpo robusto, cuello y cola en general cortos y
extremidades transformadas en paletas. Se extinguieron al final del periodo
Triásico.
Los notosaurios
también habitaban las regiones costeras y llevaban una vida mixta entre la
tierra y el mar, similar a la que hoy llevan las focas y leones marinos. Sus
miembros aún no se habían transformado en aletas natatorias y presentaban sus
cinco dedos. Poseían un cráneo estrecho y aplanado, cuello y cola relativamente
largos. Su dentición presenta morfología diversa: muchas formas, con hocico
desarrollado, poseen dientes agudos que indican una alimentación basada en
peces, mientras que otros tienen dientes de corona baja y hocico corto, más
aptos para alimentarse con moluscos. Los notosaurios fueron evolucionando a lo
largo del periodo Triásico en el sentido de mayor adaptabilidad a los medios
marinos, dando paso a otras formas posteriores (plesiosaurios del Jurasico) y
extinguiéndose al final de los tiempos triásicos.
También en Siles se han estudiado yacimientos de una edad y contenido similar al de Villarrodrigo, pero en este caso se ha podido precisar más en la identificación de los reptiles (se han llegado a clasificar algunos a nivel de género), además de aportar alguna novedad, como el arcosaurio Tanystropheus, y ampliar los conocimientos con el estudio de dientes, escamas y fragmentos de huesos de “una antaño muy rica fauna piscícola” a juicio del alemán Jörg Niemeyer, investigador de estos yacimientos en una publicación científica del 2002. Según él, las rocas con restos de vertebrados deben haberse formado en un medio marino cercano a la costa, mientras que los invertebrados que los acompañan proceden de una zona marina probablemente más alejada de las regiones costeras.
Niemeyer tambien determina en estos
yacimientos la presencia de reptiles del orden Sauropterygia: dos
notosaurios, uno, de género indeterminado, perteneciente a la familia Pachypleurosauridae , y el género Nothosaurus, de la familia Nothosauridae ;
así como dos placodontos: uno, de género
indeterminado, perteneciente a la familia Placodontidae ,
y el genero cf. Psephosaurus de la familia Cyamodontidae.
Pero lo más singular
de su investigación es la identificación de un extraño reptil del orden Protorosauria,
género Tanystropheus, cuyo cuello mide más de dos veces la longitud del
tronco y es poco flexible ya que está
formado por vértebras cervicales, entre 9 y 12,
cada una de las cuales sostenía unas costillas cervicales largas y finas
que corrían por la parte inferior (ventral) del cuello y pueden haber servido
de fijación de los potentes músculos de éste. La función de este cuello es un
misterio. Este reptil posee afilados dientes que sugieren se alimentaba de
carne, mientras que las patas y otros caracteres parecen indicar un tipo de
vida acuático. Muchos especímenes de Tanystropheus han sido encontrados
en sedimentos marinos lo que permite interpretarlo como un nadador de zonas
costeras que se alimentaba de pequeños peces que capturaba proyectando su
cabeza rápidamente hacia ellos.
En cuanto a
peces, identifica Niemeyer dos generos, Hybodus y Acrodus, de la familia Hybodonta ,
tiburones basales que presentan gran variedad de piezas dentales, unos altos y
puntiagudos, otros bajos, lo que sugiere que se alimentaban desde peces a
crustáceos de fondo. Son nadadores veloces en aguas cálidas de relativa poca
profundidad, cazadores de zonas cercanas a la costa del Tethys que recorren con
sus cuerpos hidrodinámicos, ayudándose de sus poderosos músculos para producir
el movimiento natatorio mediante flexiones laterales del cuerpo y, parece ser,
usando las aletas para dar estabilidad y dirección. Cita tambien la presencia
del género Gyrolepis, de la familia Paleonisciforme ,
un actinopterigio (aletas con radios) basal, grupo que durante el Triásico sufre una serie de
cambios importantes mejorando la capacidad locomotora (de defensa pasiva basada
en el acorazamiento a defensa activa por aligeramiento corporal) y los
mecanismos de obtención de alimento. Tambien identifica un crossopterigio
aunque no puede precisar más, grupo de peces de los que se cree derivan los
vertebrados terrestres y, finalmente, el género Saurichtys (familia Saurichtys)
y el género Colobodus, de la familia Perleididae
que se extingue a finales del Trias.
(3) En la investigación geológica esta región triásica del Tethys occidental se incluye en la denominada “Provincia Sefardí”.
(4)
Historiadores romanos de época ibérica citan estas formas que los iberos del
sur de Sierra Morena tenían en gran estima, y a las que concedían cierto carácter
mágico, denominándolas “piedras palmeadas”.
(5) Alberto
Pérez, geólogo de la Universidad de Granada y autor del estudio sobre las
huellas de Santisteban, me comunicó hace cuatro años haber encontrado en unos
terrenos cercanos a Siles una icnita de Cheirotherium.
V- Otros yacimientos
próximos:
Para completar
este artículo es preciso que mencionemos
otros datos paleontológicos, presentes en zonas próximas a nuestra
comarca, que aportan nuevos datos a lo hasta aquí expuesto.
En primer lugar
es de destacar el yacimiento de icnitas de Santisteban del Puerto por estar
datado en una edad similar o algo más antigua a los de nuestra comarca: son
huellas de un grupo de reptiles aún sin identificar, aunque se considera que
corresponden a arcosaurios en sentido amplio, que quedaron marcadas en
sedimentos triásicos formados en una zona encharcada próxima a un río.
Otro yacimiento
de icnitas se encontró casualmente en la Sierra de Cazorla, en sedimentos de
carácter continental-costero de finales del Jurásico a comienzos del Cretácico:
tres huellas impresas, de unos 28 centímetros de longitud y tridáctilas (tres
dedos), producidas por un dinosaurio carnívoro bípedo de unos cuatro metros de
longitud y alrededor de 200
kilogramos de peso. Hasta el momento no ha podido
identificarse el género del animal que las produjo. Se las ha denominado con el
icnogénero Cazorlasaurichus.
VI-
El futuro de nuestros yacimientos
Como se puede ver
a partir de lo aquí expuesto, nuestra comarca presenta un buen potencial en lo que a vertebrados
triásicos se refiere pues, pese a la escasa prospección realizada hasta el
momento, aporta abundantes datos.
Siguen además
apareciendo indicios (5) o localizándose nuevos yacimientos, como el
recientemente declarado bajo figura de protección en el termino de Genave. Cito
aquí este no por los datos que aporta; pues aún no ha sido ni tan siquiera
prospectado para evaluar su interés, sino porque sirve de ejemplo de la suerte
que pueden correr otros como él aún no
descubiertos: Cuando, a finales de verano de 2003, se hizo cargo Patrimonio de
su protección, ya había sido destruido un 40% del yacimiento debido a la
extracción de losas para usarlas como sillares de construcción o fachadas en
edificaciones recientes; y eso que en el mismo lugar ya estaba declarado y
supuestamente protegido un yacimiento arqueológico de la Edad del Bronce.
Pero aparte del
peligro de perder posibles nuevos yacimientos sin tan siquiera saber que lo
son, habida cuenta la dificultad de su reconocimiento, hay otros hechos que
juegan tambien en su contra: la falta de medios para este tipo de
investigación, el poco interés de las autoridades serranas en su divulgación y,
como siempre y en ultima instancia, el olvido a que nos someten las diversas
administraciones, sean Estatal o Autonómica.
Hay que hacer
notar que el abandono en que se encuentra este rico patrimonio paleontológico
hace necesario actuaciones encaminadas a su conservación, divulgación y puesta
en valor, pues esto supondría un atractivo más, y de singular carácter, para
visitar nuestra comarca, además de favorecer la toma de conciencia de los
serranos, lo que podría evitar situaciones de expolio y destrucción –consciente
o por ignorancia-, facilitando la investigación y el conocimiento de nuestra
tierra.
VII- Bibliografía
-Enigmatic Icnites in the Middle Triassic of Spain . G. R.
Demathieu, A. Pérez López y F. Pérez-Lorente. Ichnos, vol. 6 (4). 1999.
-Notosaurios y
Placodontos del Triásico Medio de Bienservida-Villarrodrigo. Tesis de
Licenciatura de Luis Alafont. Madrid, 1991.
-Geología de la zona Prebética , al
NE de la provincia de Jaén. Tesis doctoral de
A. C. López Garrido. Granada, 1971.
-Sedimentación
triásica en el borde sureste de la Meseta. Tesis
doctoral de Juan Fernández Martínez. Granada , 1977.
-Triassic reptile faunas from Spain . José
Luis Sanz, Luis Alafont y Joaquín Moratalla. Nuova serie, vol. II. 1993.
-Invertebraten und Vertebraten aus dem Muschelkalk von Siles (Jaén),
Spanien. Jörg Niemeyer. Münsterschen Forschungen zur Geologie und Paläontologie.
Münster, 2002.
TEXTO E ILUSTRACIONES:
Manuel Damián Ruiz.
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