La villa de Siles, una localidad enclavada a 826 metros de altitud
sobre el nivel del mar, se encuentra situada en la zona nordeste de la comarca
de la Sierra
de Segura. Pertenece a la provincia de Jaén desde el año 1833 y, según el
último censo disponible, cuenta con una población de 2.466 habitantes. Su
término municipal posee una extensión de 175,87 Km2, la mayoría de los cuales (16.566 hectáreas )
se encuentran incluidos dentro del Parque Natural Sierras de Cazorla, Segura y
Las Villas desde su creación en 1986. El pueblo atesora un carácter
mayoritariamente forestal que junto a la ganadería, turismo y, sobre todo,
agricultura del olivar, son los pilares fundamentales de su economía.
La falta de investigaciones nos
impiden conocer con certeza el momento preciso en el que se fundó el actual
núcleo de población, aunque en época islámica ya debía existir como tal, pues
aunque escasas, aparecen algunas referencias a Siles en fuentes
historiográficas árabes, por ejemplo, en un texto del siglo XI aparece
mencionado Silis como una fortaleza perteneciente al reino zirí de Granada.
Pese a esto, la presencia humana en estos territorios se remonta incluso a
tiempos en los que los primeros individuos de nuestra especie (homo sapiens)
aún no habían aparecido. Esto lo muestran los restos de útiles trabajados en
sílex aparecidos en La Laguna
(1.320 metros
de altitud) pertenecientes a las industrias Achelense (Paleolítico Inferior) y Musteriense
(Paleolítico Medio).
Posteriormente las tierras de Siles
siguieron habitadas, como lo demuestra el reciente descubrimiento de lo que
parece ser un enterramiento colectivo en cueva en las proximidades de la aldea
de Peñafleita. Este yacimiento, a falta de estudios más exhaustivos, podría datarse
entre el Neolítico y el Calcolítico. Pero será durante la Edad del Bronce, al igual que
en el resto de la Sierra
de Segura, cuando aumente de manera significativa la ocupación de los
territorios que hoy conforman el municipio de Siles, apareciendo una red de poblados ubicados en
lugares estratégicos, preferentemente en altura, cercanos a cursos de agua y en
algunos casos fortificados como, por ejemplo, la Cabeza Grande , la Casa del Cura, el Cerro de la Atalayuela , y otros de
menor entidad situados en pequeños cerros junto a los cursos fluviales del
Guadalimar, Carrizas y el arroyo de los Molinos. La mayoría de estos
asentamientos muestran una clara influencia de la llamada Cultura
del Argar que se extendió por gran parte del sudeste peninsular entre finales
del III milenio y a lo largo del II milenio antes de nuestra era.
Durante el Bronce Final se produjo
lo que parece ser una crisis demográfica generalizada en la mayor parte del
continente europeo, cuyas causas aún hoy no están claras, que significó la
disminución considerable del número de asentamientos y que culminaría con el
descubrimiento del hierro y el desarrollo de la Cultura Ibérica en
el sur y el este de la
península. En esta época ibérica se produce lo que parece una
reagrupación de la población en torno al oppidum de la Cabeza Grande (siglo
IV a.n.e.), aunque aparecerán restos de esta época dispersos por otros lugares.
Tras la conquista romana, producida tras la Segunda Guerra
Púnica , se fundarán asentamientos en forma de explotaciones
agropecuarias, denominadas villae, que, controladas por familias poderosas, se
convertirán en auténticos latifundios con el paso del tiempo. Así, encontramos
restos de villae romanas en La
Vega de Castrobayona, Donabío, La Pendolera , La Cuesta del Moro, Santobastián
o El Villarico.
Durante el proceso
de desintegración del Imperio Romano de Occidente a manos del pueblo Visigodo,
las aristocracias latifundistas hispanoromanas ocuparán el vacío de poder
existente. Según algunas hipótesis, estas aristocracias y su campesinado
dependiente huirían al interior de la sierra, fundando poblaciones a gran
altura con el objetivo de ser independientes al nuevo estado Visigodo que se
estaba creando en la
península. Este hecho motivó la intervención del rey
Leovigildo, el cual conquistará la
Orospeda entre los años 570 y 577.
Otra hipótesis
mantiene que en el año 418, tras ser prácticamente exterminados los alanos y
muerto su rey Adax por el visigodo Valia, un grupo de supervivientes alanos se
refugiaron en la Orospeda.
A ellos les deberíamos el inicio de la presencia germánica en
la Sierra de
Segura y topónimos de origen germánico como Góntar.
La conquista árabe
de las sierras orientales de Jaén es parca en noticias. Lo más probable es que
fueran ocupadas durante la expedición de Abd al-Aziz sobre el Tudmir, Granada y
Málaga. En su marcha hacia Albacete seguiría la ruta del Guadalquivir y, tras
pactar la rendición con Teodomiro que controlaba Tudmir (Albacete, Alicante y
Murcia), remontaría el río Segura hasta entrar en la Sierra de Segura. La zona
se sometería sin lucha, manteniéndose la tierra, mediante pactos, en manos de
la aristocracia romano-visigoda.
En el siglo IX los
emires de Córdoba llevan a cabo una serie de reformas políticas y fiscales con
el objetivo de potenciar el crecimiento de las ciudades e implantar en todo el
territorio el cobro de elevados impuestos. A finales del IX los sectores más
afectados –muladíes y bereberes principalmente- se sublevan contra el estado
cordobés. Uno de los más importantes rebeldes fue el muladí ¨Ubayd Allah b.
Umayya b. al-Saliya, que dominó la región del Sumuntan. Algunos autores
propusieron identificar esta región con la parte de Sierra Morena (Jaén), sin
embargo, el hecho de que extendiese su dominio hacia Cástulo y por el NE hasta
la fortaleza de Rimiyya (Alcaraz), hacen inviable esa teoría, y obligan a
situarlo en la Sierra
del Segura.
A este muladí
contra se le atribuyó más de un centenar de localidades, levantó
fortificaciones, organizó su propio ejército e incluso creó una corte semejante
a la cordobesa. Con
cierta probabilidad, en estos momentos se fundarían pueblos como Segura de la Sierra , Hornos, Torres de
Albanchez, Cotillas, Siles, etc. Los topónimos derivan del latín, pero en
ninguno de ellos han aparecido restos romanos, y los materiales más antiguos se
fechan entre finales del siglo IX y principios del X. Es posible que Ibn
al-Saliya fundase estos lugares, inicialmente lugares fortificados, como medio
para proteger los accesos hacia el interior de la Sierra , donde tendrían sus
bases principales (Salvatierra Cuenca, V. 2006). Tras la campaña que ´Abd
al-Rahman III llevó a cabo en el 913 contra este territorio, creemos que estos
poblados en altura se abandonaron y se impulsaron los actuales pueblos.
De esta manera, Siles
pasó a formar parte del distrito de Saqura (Segura), perteneciente a la Cora de Yayyan (Jaén).
A finales del siglo
XII, con la formación de los distintos reinos de Taifas, esta plaza fue
disputada por los ziries de Granada y el rey de Almería Ibn Summadih. Ibn
Summadih se apoderó de Siles entre los años 1076 y 1077, pero poco después pasó
mediante acuerdo a los ziries, a cambio de la fortaleza de Sant Aflay
(Peñafleita, Siles).
Entre 1226 y 1239 las tropas del rey Fernando III, al mando del maestre Pelay Pérez Correa, ocupan el territorio dela actual
Sierra de Segura, y en 1242, estas tierras serán cedidas a la Orden de Santiago como
premio a su labor en el proceso reconquistador. A partir de este momento Segura
de la Sierra
se convierte en cabecera de una nueva Encomienda que llevará su propio nombre,
a la cual quedará adscrita Siles.
Entre 1226 y 1239 las tropas del rey Fernando III, al mando del maestre Pelay Pérez Correa, ocupan el territorio de
La
importancia estratégica de Siles y su comarca queda manifiesta con la
gran cantidad de fortificaciones militares que se construyeron a lo largo de toda
la Edad Media. Prueba
de ello son los restos que, además del propio recinto amurallado de la villa,
aún hoy se conservan en Peñafleita, Tasca, Piedra del Agujero, San Blas, Puente
Honda, Cuevalabrada o Morles que dan muestra del carácter defensivo y del
control territorial que se ejerció en estas tierras.
Perteneció al Reino
de Murcia y Partido de Segura, tierras estas de la Orden de los Caballeros de
Santiago, dependiendo en lo judicial de la Chancillería de
Granada y en lo espiritual del Obispado de Cartagena.
Las Relaciones
Topográficas de Felipe II nos muestran como la villa es, a finales del siglo
XVI, una de las más pujantes de cuantas forman parte de la Encomienda de Segura de
la Sierra.
Desde 1580, Siles al igual que el
resto de la comarca se regiría por las Ordenanzas del Común, firmadas en el
desaparecido monasterio franciscano de Santa María de la Peña de Orcera. Estas
Ordenanzas estarían en vigor hasta la declaración del Real Negociado de Maderas
de Segura en 1734 y posteriormente de la Provincia Marítima
en 1751. Bajo el control ambas instituciones quedaron incluidos los montes
públicos de Siles, dando lugar, además, a la especialización de la población en
el desarrollo de los oficios que estas requerían (arrieros, carreteros,
hacheros, gancheros-pineros, etc) y que, en mayor o menor medida, han supuesto
el modo de vida de gran parte de la población sileña hasta nuestros días.
Tras esta modesta introducción
histórica haremos una breve descripción de los monumentos y rincones más pintorescos
de nuestra villa. El visitante que se acerque a Siles por vez primera podrá
apreciar como el entramado urbanístico del que se compone la villa está
dividido en dos espacios bien diferenciados. Por un lado, el casco histórico,
articulado urbanísticamente mediante estrechas calles de sinuoso trazado, y por
otro la zona de nueva población creada a partir de mediados del siglo XIX, con
vías más anchas y bien adaptadas a la accidentada orografía del terreno por el
que discurren.
El casco histórico se encuentra
enmarcado dentro de lo que fue el recinto amurallado de la villa medieval. Esta
construcción fue llevada a cabo en 1397 y fue costeada por los propios
habitantes, lo que le valió para que le fuese otorgado al municipio el
privilegio de villa por el Maestre Lorenzo Xuárez de Figueroa. La construcción
de estas defensas quizá se debió a lo maltrecho que tuvo que quedar el antiguo
recinto amurallado tras el asedio del
ejército de Yusuf I de Granada en 1339, al que tuvieron que acudir en su
defensa las tropas del maestre Alonso Méndez de Guzmán. Los restos de los muros
que se conservan se encuentran en su mayoría ocultos por las viviendas que se
han ido construyendo adosadas a ellos, salvo los arcos de San Gregorio y de La Malena , aunque estos
parecen haber sido abiertos posteriormente como se aprecia en el de la Malena , pues la puerta
original y la torre que la custodiaba se encuentran ocultas por un edificio
cercano al actual arco. En las Relaciones Topográficas de Felipe II aparece la
siguiente descripción del recinto “...una çerca de hargamasa de dos varas de
ancho e diez varas de alto y de contorno seysçientas y catorze varas [...] e
que en la dicha çerca ay tres torres a trechos demás de una fortaleza
prinçipal...”
Pero es sin lugar a dudas El Cubo el
emblema del pueblo, cuya construcción data del siglo XIV. En las relaciones de
1575 los vecinos lo describían así:
“...la cual dicha torre es de hormigón, con la cual dicha fortaleza junta la
casa de la encomienda donde se recogen los diezmos del pan e ansí mismo junta
la dicha casa con la yglesia perrochial desta villa, en el qual dicho castillo
ay tres suelos e muy buenas salas e aposentos en cada uno de dichos suelos”.
Hoy día lo que se observa es una
torre de planta circular de 27
metros de altura realizada en mampostería menuda y
sillarejo con mortero de cal. Los muros presentan un ligero estrechamiento en
altura. Interiormente se divide en dos niveles, el inferior con cubierta de
bóveda de media naranja y el superior con bóveda apuntada sobre nervios. El
edificio está coronado con una terraza descubierta, aunque en los Libros de
Visita de la Orden
de Santiago aparece descrita con techumbre de teja y madera.
Junto al Cubo se construyó en el
siglo XV la Casa Tercia ,
lugar donde se recogían los diezmos que recibía la Orden de Santiago y que fue
residencia temporal de Rodrigo Manrique, Comendador de Segura entre 1434 y 1474
y padre del ilustre poeta segureño Jorge Manrique.
A pocos metros de aquí se levanta la
iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción , construida entre los siglos XIV y XVI y
reformada en el XVIII, por lo que en ella se sintetiza la oscilación del gusto
del Gótico al Clasicismo. Consta de una sola nave cubierta por una bóveda de
medio cañón que descansa sobre falsos arcos fajones. En el exterior predomina
la influencia renacentista aunque con claras reminiscencias góticas, destacando
la Torre del
Campanario ubicada a los pies del edificio y en cuya base se abre un arco de
medio cañón que permite el recorrido perimetral del edificio.
Una vez en el
interior del templo, hay que destacar el coro, situado en alto y sostenido por
una viga, y un retablo manierista consagrado originariamente a la Virgen pero que alberga en
la actualidad una imagen del Sagrado Corazón.
Aquí daremos por finalizada nuestra
visita al casco antiguo y nos dispondremos a disfrutar de un grato recorrido
por el resto del pueblo, en el que podremos detenernos a contemplar algunos
buenos ejemplos de arquitectura ecléctica y regionalista del siglo pasado si
paseamos por calles como Somera, Coso, Ejido, Empedrada o Paseo.
Es esta última calle, El Paseo,
también conocido por las personas mayores del lugar como el Lejío, el lugar
donde se concentra la vida social de los sileños y sileñas, pues aquí es donde
se celebra cada jueves el mercadillo, donde existe el mayor número de
establecimientos dedicados al ocio y es en este lugar donde cada verano se
instalan las casetas y otras atracciones con motivo de las Fiestas patronales y
lo que era la antigua
Feria del ganado. Al final de esta avenida llegaremos al
conocido como parque de La
Glorieta , lugar de recreo para niños y mayores, el cual posee
unas vistas envidiables de la mayor parte del curso alto de los ríos Guadalimar
y Carrizas, y en el cual es muy probable tropezarse con alguna de las muchas
ardillas que pueblan el lugar.
Desde aquí
partiremos hasta la ermita donde se venera la imagen del Patrón San Roque, que
se encuentra ubicada en la parte baja del pueblo. Este edificio del siglo XVIII
está construido con mampostería revocada, salvo las esquinas que están
construidas con sillares. Consta de una sola nave de planta rectangular
cubierta con un armazón de madera bien labrada y un presbiterio cubierto por
una bóveda de media naranja apoyada sobre pechinas y al que se accede por un
arco toral de medio punto. En esta ermita se custodia la caldera en la que cada
16 de agosto, festividad de San Roque, se cocina la carne de las reses lidiadas
el día anterior y que es repartida en caridad a la población tras la procesión
que conduce de nuevo al patrón a su ermita. Este rito tiene sus raíces en la Edad Media y constituye
uno de los festejos de mayor interés antropológico de la provincia de Jaén.
Esta no era la única ermita que
poseía la localidad, gracias a las fuentes documentales sabemos que Siles a
finales del siglo XVI poseía además las ermitas de San Blas, San Sebastián, San
Cristóbal, San Marcos y Santa Quiteria. Del estudio de dichos documentos
podemos afirmar que la ermita de San Blas estuvo situada cerca de la cueva del
mismo nombre, de cuyo interior fluyen
las primeras aguas del río Carrizas. Así mismo, la ermita de San Sebastián
debemos ubicarla en las inmediaciones de lo que hoy es el cortijo de
Santobastián. Al igual que la ermita de San Blas, creemos que la ermita de
Santa Quiteria debió estar situada en la cueva que aún hoy día conserva el
nombre de dicha santa. La ermita de San Cristóbal opinamos que debió situarse
en el ya mencionado Parque de la
Glorieta , pues este lugar era conocido hasta hace poco tiempo
como el Cerro de San Cristóbal. En cuanto a la ermita de San Marcos
desconocemos su posible ubicación, a pesar de que su festividad ha perdurado,
pues carecemos de la información suficiente como para afirmar su localización
exacta, aunque atendiendo a la toponimia actual, que en los anteriores casos se
ha mantenido, podría haber estado situada en las inmediaciones de la actual
aldea de Don Marcos.
Para los amantes de la naturaleza
debemos recomendar la visita al Centro de Interpretación de la Naturaleza y Acogida de
Visitantes, al Punto de Información Micológica y al Centro de Interpretación de
los Oficios del Bosque, todos ellos reunidos en un mismo edificio conocido como
“El Sequero”, antiguo secadero de piñas en el que se extraían los piñones para
su conservación y posterior utilización como semilla en los viveros del
desaparecido ICONA. Aquí el personal encargado de su funcionamiento podrá
darnos amplia información de los innumerables parajes naturales con los que el
visitante puede deleitarse dentro del término municipal, algunos como:
- La Laguna , una depresión
endorreica de origen kárstico situada a 1320 metros de altitud
sobre el nivel del mar. Se trata de uno de los pocos humedales continentales
naturales de la Sierra
de Segura.
- La Buitrera , un paraje
llamado así porque allí los lugareños depositaban los cadáveres de las reses
fallecidas para que los buitres se alimentaran. En dicho lugar, además de
hermosas vistas, podemos contemplar una inscultura sobre piedra que se trata de
un tablero del juego del alquerque del XII, introducido por los árabes en la
península ibérica. Este grabado es un caso excepcional en estas latitudes pues
se desconoce cualquier otro ejemplo en Andalucía. Creemos que pudo ser el
origen de la toponimia del monte en el que se sitúa pues es conocido como el
Puntal de la Rayuela.
- El Barranco
de los Tejos, una tejeda milenaria en la
que crecen algunos de los ejemplares de tejo más importantes de la Sierra de Segura.
- La Piedra del Agujero, un
ejemplo de relieve ruiniforme en dolomías con varias cuevas que atraviesan la roca. Es a su vez un
mirador natural que nos permite contemplar el valle de La Hueta y la dehesa de la Fresnedilla. Además ,
según algunos autores, aquí tuvo lugar la Batalla de Peñahoradada en la que Abderramán III
se enfrentó a los encastillados del Sumuntam para sofocar las revueltas que
habían protagonizado diversos grupos de muladíes al poder de los Omeyas
cordobeses.
- Las Acebeas, un
paraje que por sus características ambientales está reconocido como zona de
Máxima Reserva dentro del Parque Natural Sierras de Segura, Las Villas y
Cazorla. En esta zona, por su alta pluviosidad –es el segundo lugar con mayor
número de precipitaciones de Andalucía-
abundan los acebos, los arces y los avellanos, además de otras especies
como el roble melojo, el quejigo y, por supuesto el pino, que es la especie más
abundante.
- El Pozo de la Nieve , situado en la Fresnedilla , es un
edificio en el que se guardaba la nieve prensada para conservarla hasta el verano
y posteriormente extraerla y consumirla en forma de hielo. El Pozo de la Nieve de Siles es el mejor
conservado de la provincia de Jaén. Según tradición oral, su promotor fue un
ingeniero de montes que lo construyó en la segunda mitad del siglo XIX para
abastecer de hielo al casino de Siles.
- El valle del río
Tus, formado con las aguas del Arroyo de La Fuente del Tejo, el Arroyo de Navalasna, el
Arroyo de la Sierra
del Agua, Arroyo Andrés, el Arroyo de La Camarica y el Arroyo de la Cañada del Avellano. Un
paseo por sus aguas nos hará tropezarnos con lugares tan bellos como el Charco
Azul, denominado así por el color y pureza de sus aguas, o la espectacular
cascada de El Saltador.
- El área
recreativa de la Peña
del Olivar. Un lugar de ocio para tomar un refrescante baño, si el tiempo lo
permite, y visitar el Jardín Botánico donde podremos contemplar una variada
muestra de la flora existente en nuestra comarca.
Aquí daremos por concluida nuestra
visita a Siles, una villa que ofrece al visitante una amplia gama de lugares
donde perderse y recrearse en el silencio inmenso de sus calles y parajes. Una
villa con una amplia oferta en alojamientos de calidad tanto en campings, casas
rurales, hoteles, etc. y con una riqueza gastronómica y humana que todo aquel
que tenga la suerte de visitarnos podrá apreciar a donde quiera que dirija sus
pasos y paladar.
En fin, mejor que contarlo, es vivirlo.
BIBLIOGRAFÍA
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- Introducción a
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González. Madrid-Siles, 2001. Catedrático de Ingeniería, en situación de jubilación
e historiador.
- Introducción a
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cristiana-musulmana (1214-1492). Modesto Vigueras González. Siles,
2001. Edición no venal del autor.
- La Sierra
de Segura. El Sur Verde. J. Gómez.
J. Broncano y otros. Editorial El Olivo. Úbeda, 2002.
Raul García y Ángel Aguirre
(Asociación Taderia)
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