APUNTES BIOGRÁFICOS
sobre
El Ilustrado Don Pedro Fernando Martínez
(1775-1850)
Primer Administrador, Defensor y Conservador de los antes Montes de Segura,
hoy Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas
AUTOR: ENRIQUE
MARTÍNEZ RUIZ
Doctor Ingeniero de Montes
COLABORADOR: Enrique Martínez Cobo
Licenciado en Derecho
PRESENTACIÓN de David
Avilés.
Alcalde Constitucional de Puente de Génave (Jaén)
PRÓLOGO de Eduardo Araque
Catedrático de la Universidad de Jaén
DEDICATORIAS:
A
los descendientes de Don Pedro Fernando Martínez García y D.ª Luciana Ruiz Lumbreras, unidos por parentesco
con el Autor de estos APUNTES BIOGRÁFICOS.
A
mis paisanos de la Sierra de Segura, que tienen la fortuna de vivir en sus
pueblos,
y a
los que han emigrado, como el Autor, pero seguimos unidos a nuestra tierra
y a su paisaje
humanizado de cortijos entre pinos y olivares.
AGRADACIMIENTOS
A
mis amigos, Geógrafos de la Universidad de Jaén,
Eduardo
Araque, mi prologuista, y José Domingo Sánchez, que me han proporcionado la
documentación básica para la redacción de estos APUNTES BIOGRÁFICOS
A mi
colaborador y sobrino de primos hermanos, Enrique Martínez Cobo
A
David Avilés, por la PRESENTACIÓN de estos APUNTES
A mi
hermana Eloisa y a su marido Antonio Luján, que
me han suministrado
datos
biográficos de la
familia Martínez de Siles.
A mi
primo Carlos Martínez Frías, celoso conservador de la documentación
de la referida familia Martínez.
Y
por último, a mi pariente lejano, Jorge Fernández Tobar,
descendiente en 5ª generación, como el que esto escribe, de D. Pedro Fernando
Martínez,
por la documentación que me entregó sobre
dicho personaje.
PRESENTACIÓN
En la Sierra de Segura el siglo XIX pasó como un verdadero ciclón. Es
verdad que en todo el país fue ésta una
época convulsa, donde las guerras, las revueltas y los pronunciamientos
militares eran una constante que lastraban los tímidos avances sociales,
económicos, culturales o industriales. Esta comarca no fue ajena al devenir de
los acontecimientos nacionales. La Guerra de la Independencia o los
enfrentamientos entre carlistas e isabelinos, escribieron también aquí tristes
páginas, con derramamiento de sangre y pérdidas documentales por incendios y
saqueos, absolutamente irreparables, que han sepultado, para siempre, gran
parte de nuestra historia.
Pero, además de estas ramificaciones
de los aconteceres nacionales, la comarca tuvo sus peculiaridades, su propia
historia. En el siglo XIX vio su fin aquel extraño invento que fue la Provincia Marítima
de Segura de la Sierra; se pasó de la pertenencia al Reino de Murcia de la
mayor parte de la comarca, a su inclusión en la provincia de Jaén en la
división administrativa de Javier de Burgos de 1833; vieron la luz nuevos
municipios: Orcera, Pontones y La Puerta; pero, sobre todo, se asistió a un
gran avance de la agricultura en detrimento de las actividades ganadera y
forestal que habían sido el principal medio de vida durante siglos. Montes
roturados y baldíos fueron convertidos en tierras de labor donde se cultivaba
el cereal, sobre todo, y donde, poco a poco, el olivar fue ocupando un lugar preponderante. Este
desarrollo agrícola que trajo consigo un importante flujo migratorio procedente
del sur de La Mancha y del interior de Alicante y Murcia, fundamentalmente,
produjo un crecimiento demográfico considerable en una tierra muy poco habitada
en los siglos anteriores. Decisiones político-administrativas de la época
fueron el detonante de esta transformación, sobre todo la desamortización de
los montes públicos, tanto del Estado como de los ayuntamientos, así como de
los bienes de la Orden de Santiago. Pero también la gente, los serranos de
aquella época, fueron protagonistas de excepción.
Y es de esto de lo que sabemos poco.
De aquellos primeros “Ilustrados”, que los hubo, que lucharon por sus ideales,
que participaron de forma activa en la vida de sus pueblos, que se implicaron,
en algunos casos en la vida política y en las instituciones públicas
provinciales y nacionales; de los primeros
Diputados Provinciales, Diputados Nacionales y Senadores; protagonistas con
nombres y apellidos, como Juan de la Cruz, de Siles; Francisco de Paula Ruiz,
“El cura de Siles”, natural de Benatae; el Marqués de Vinent, que se hizo con
enormes propiedades con la Desamortización de Madoz, en toda la comarca; los
hermanos De La Parra
Aguilar , de Orcera… Y el personaje que vamos a conocer en
este libro, anterior a todos ellos, D. Pedro Fernando Martínez, con
antecedentes familiares en Beas y Santiago de la Espada y residente en Siles en
los comienzos del siglo XIX; un pueblo por entonces emergente, en pleno
crecimiento, y que mantuvo una fuerte rivalidad, durante años, con Segura a
quien “arrebató”, incluso, la cabeza del Partido Judicial aunque fugazmente.
El autor de este libro, D. Enrique
Martínez Ruiz, es descendiente en 5ª generación, de D. Pedro Fernando Martínez,
“el diablo”, un personaje inquieto e innovador. Dice de su antepasado que
probablemente fuera el primer serrano segureño en cursar una carrera
universitaria técnica. Pero, además, luchó denodadamente contra la ignorancia y
el inmovilismo de la época y por eso quiso llevar a la práctica los
conocimientos que había adquirido en materia agrícola y lo hizo en sus propias
tierras. Su perfil se completa con una decidida postura en defensa de los
Montes Públicos, algo muy meritorio en aquellos tiempos en los que la tendencia
era apropiarse de los mismos. A esto dedicó gran parte de su vida. Mención
aparte merece su participación en la vida política de la provincia: fue
Diputado Provincial en un momento crucial, el establecimiento de los límites
provinciales y de los términos municipales, trabajo éste último que hizo él en
la Sierra de Segura por encargo de la Diputación.
Nació D. Enrique Martínez Ruiz en
Beas de Segura, precisamente la localidad origen de una de las ramas familiares
de D. Pedro. Actualmente reside en Madrid después de haber desarrollado toda
una vida laboral en la Administración del Estado, como Ingeniero de Montes, con
destinos en A Coruña, Pontevedra, Ourense, Avila y Madrid. En este tiempo ha
llevado a cabo proyectos de repoblación de montes consorciados con el I.C.O.N.A
así como los primeros proyectos de ordenación de las masas repobladas. También
es una reconocida autoridad en materia de defensa contra los incendios
forestales y de extinción de los mismos. De hecho, su último destino en Madrid,
fue el de Jefe de Servicio del Area de Defensa contra Incendios Forestales.
A su trabajo en la Administración
del Estado hay que añadir su gran pasión: la investigación y publicación de
numerosos libros y artículos en revistas especializadas. Resultaría prolijo
hacer una relación de todos ellos por lo que sólo destacaremos algunos:
ACABEMOS CON LOS INCENDIOS FORESTALES, Diputación Provincial de Avila, 1991;
TRES SIERRAS, TRES CULTURAS, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación,
Primer Premio de Ciencias Sociales, 1995; MANUAL DE VALORACIÓN DE MONTES Y
APROVECHAMIENTOS FORESTALES, VALORACIÓN AMBIENTAL, Mundi-Prensa, 1999; EL
BOSQUE SINGULAR DEL VALLE DEL TIETAR, Junta de Castilla y León, 2000. PALOS AL
FUEGO, pieza teatral para niños, autorizada a mayores, para programa de
educación ambiental, 1ª Edición Ex Libris, 2004;MANUAL DE EXTINCION DE GRANDES
Y PELIGROSOS INCENDIOS FORESTALES, Mundi-Prensa y grupo TRAGSA, 2010. A esta relación de
libros editados habría que añadir innumerables artículos y conferencias
relacionados con su actividad profesional.
Pero D. Enrique Martínez Ruiz nunca
olvidó su tierra, la Sierra de Segura, a la que viene con frecuencia y en cuya
historia no deja de indagar. Fruto de ese trabajo y dedicación es éste
magnífico y ameno estudio biográfico sobre un personaje singular, el Ilustrado
Don Pedro Fernando Martínez.
DAVID AVILÉS PASCUAL
Alcalde de Puente de Génave (Jaén)
PRÓLOGO
Para quienes se impongan como reto conocer la actual realidad
territorial de la provincia de Jaén y, más en particular, de la Sierra de
Segura, resulta imprescindible el estudio de un personaje tan fecundo y
polifacético como el que es objeto de esta obra. En efecto, Don Pedro Fernando
Martínez es, a la luz de los acontecimientos que le toca vivir y protagonizar,
una fuente de información e inspiración extraordinaria. Gracias a la
conservación de una documentación inédita excepcional, que el autor de este
libro ha conservado con esmero y que ha interpretado con paciencia de
detective, es posible adentrarse en un período y una tierra que nos enseñan la
dureza de los tiempos y, al mismo tiempo, la permanencia de las virtudes pero
también de las insidiosas desviaciones que son propias de los hombres.
En aquellos momentos los montes eran elementos fundamentales para la
supervivencia de los pueblos, pues de ellos se obtenían buena parte de las
calorías que se necesitan para tal menester. De ahí la importancia de su
correcta gestión y la suerte de contar con hombres rectos que se entregaran sin
fisuras a la defensa de los intereses generales. Y por ello el horror que se
siente al saber que buena parte de los mismos fueron llevados al límite de la
destrucción para satisfacer pequeñas ambiciones monetarias y políticas.
La defensa de los montes públicos y el interés porque su manejo se
hiciera de acuerdo a principios científicos, para una persona que alcanza su
madurez en las primeras décadas del siglo XIX, sería objetivo suficiente para
justificar una vida profesional. Pero el carácter y determinación de Don Pedro
daban para mucho más: escribano de rentas, notario, agrónomo, asentador de
maderas, economista, justiciero perseguidor de abusos y arbitrariedades de los
poderosos, diputado provincial, divulgador agrario, estratega militar, ... Hace
bien el autor reconociendo a su antepasado como Ilustrado y concediéndole toda
la serie de títulos honoríficos que caracterizan cada una de las facetas a las
que antes nos hemos referido. Bien fácil me resulta también a mí identificarme
con una persona que estimaba tan necesaria como urgente atajar la falta de
educación de unos pueblos cuya suerte, desgraciadamente, no cambiaría a mejor
durante la centuria posterior a su muerte, como muy bien se encargó de anotar
Luis Bello en su Viaje a las escuelas de España de 1929. Y bien hubieran
agradecido igualmente nuestros paisanos que se hubiera dado continuidad a las
experiencias de extensión y colonización agraria que se encargó de poner en
marcha este valedor suyo.
El lector encontrará referencias a Don Pedro que no sabrá en ocasiones
discernir si pertenecen a la ficción o la realidad. Sobre su
persona verá que se han lanzado desde las loas más excelsas a las críticas más
feroces. Lo que es seguro que sus andanzas no dejarán indiferente a nadie. Un
aspecto que resulta especialmente interesante en los escritos que se han
conservado es la inauguración de una corriente de pensamiento muy crítica con
la actuación de la administración pública (antes el Estado, hoy esta instancia
y también la Junta de Andalucía) en la Sierra de Segura y, en buena lógica, de
una vena reivindicativa no menos exigente para que se resuelvan los problemas
que han aquejado históricamente a esta comarca, una actitud que ha tenido
numerosos seguidores desde entonces.
Más allá de la implicación familiar, la amistad con Enrique Martínez
Ruiz me permite intuir hasta qué punto le ha debido impresionar y satisfacer
esta investigación. El amor a la tierra, la exaltación de los valores rurales,
el aprecio de la naturaleza, el convencimiento de que la educación nos hace
mejores, la observancia permanente de principios de ética y justicia … son
razones más que suficientes para hermanar a autor y protagonista de la obra,
pues todos ellos son ideales que comparten y practican.
Enrique ha desarrollado buena parte de su trayectoria personal y
profesional, como tantos otros paisanos, lejos de su tierra de origen, la
Sierra de Segura. Su condición de ingeniero de montes le ha permitido acercarse
a realidades territoriales diferentes y atesorar una gran experiencia en lo
tocante a prevención y lucha contra incendios forestales. Con todo el saber que
atesora, somos afortunados porque ahora dedique sus esfuerzos a desentrañar
pasajes de nuestra historia que eran desconocidos o se reducían a referencias
muy generales. Esta obra que ahora prologamos es, no obstante, un paso
fundamental, pues no era mucho lo que se sabía en relación a los
acontecimientos que nos presenta el autor, ni abundan fuentes primarias tan
doctas como las que él maneja dispuestas para quien quisiera arrostrar la
aventura de su reconstrucción. No nos queda sino felicitar al autor y animarlo
para que continúe dedicándose a ampliar esta línea de trabajo centrada en las
gentes y los paisajes del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y
Las Villas.
EDUARDO
ARAQUE JÍMENEZ
Catedrático
de la Universidad de Jaén
Área
de Análisis Geográfico Regional
INTRODUCCIÓN
Antecedentes
En el año 2007 publiqué un artículo titulado: «Juan de la Cruz Martínez Ruiz :
ilustre jurídico decimonónico nacido en Siles (Jaén)»[1]. Tres años después
abordo la biografía, o mejor Apuntes Biográficos del padre de Juan de la
Cruz, El Ilustrado Don Pedro Fernando Martínez, que iniciamos con estos
antecedentes, donde es oportuno resumir parte de la introducción del referido
artículo.
Hace más o menos 50 años, cayó en mis manos un cuadernillo donde
inventariaba sus bienes domésticos un tío abuelo mío, Enrique Martínez Ibáñez,
notario de Villanueva del Arzobispo. Al que deben su nombre el autor y el
colaborador de este trabajo, ambos descendientes de D. Pedro Fernando
Martínez, en 5ª y 6ª generación respectivamente. En la portada del
cuadernillo o pequeña libreta, se escribía a lápiz: “realizado nueve meses
antes de morir (1903)”.
Recogía el referido inventario los libros de su biblioteca, la mayoría
jurídicos, seguido de un nutrido número de literarios e históricos; entre
ellos, aparecía uno sin título, Memorias del tío Juan, que despertó mi
curiosidad. Al publicarse en 1991 la edición facsímil del año 1842 del libro: Memorias
sobre El Partido Judicial de Segura de la Sierra escritas por D. Juan de la Cruz Martínez[2], por fin conocía
dichas Memorias y también descubría el antecesor del nombre que mi padre.[3]
La lectura de las Memorias espoleó mi afición histórica, así como el
interés por los temas forestales de los que trataba, debido a mi profesión,
Ingeniero de Montes. Mi hermana Eloisa, la que me dio la noticia de la publicación
en Orcera (Nota 2), junto con su marido Antonio, pronto encontraron en la Parroquia de Siles, la Fe de Bautismo de Juan de la Cruz Martínez. En
ésta aparecen los datos que se resumen seguidamente:
Ø Fecha de nacimiento: 1 de Junio de 1820
Ø Padres: Don Pedro Fernando Martínez García, natural de la Villa de Santiago, y Doña
Luciana Ruiz Lumbreras de la
de Siles.
Ø Abuelos paternos: Don Pedro Fernando Martínez, natural de Beas, y
Doña Josefa García de Siles.
Ø Abuelos maternos: Don Juan Ruiz Espinosa de Siles y (....?.....).
Continuando con la investigación familiar, años después, el Párroco de
Santiago de la Espada ,
me envió por correo, fotocopia de la
Fe de Bautismo del padre de Juan de la Cruz , D. Pedro Fernando. Es
de interés en esta introducción, hacer de dicha fotocopia la trascripción
mutilada siguiente:“En la V ª
de Santiago en cinco días del mes de Noviembre de mil setecientos setenta y
cinco años, Yo Dn Josef García Serrano Cura diácono de esta
Parroquia,....., Bauticé y Chrismé e hice las demás ceremonias de la Iglesia , a Carlos,
Francisco, Josef, Ramón, Fernando, Antonio, Pedro, Manuel, Mariano de los
Dolores, hijo legítimo de Dn Pedro Fernando Martínez Delgado y de Dª
Josefa García, Dn Pedro
natural de la villa de Beas Dª Josefa de la de Siles y vecinos de esta, sus Abuelos Paternos
Pedro Fernando Martínez y Catalina Patón, vecinos y naturales que fueron de la expresada V ª de
Beas,.....”
En la margen derecha del documento anterior, se escriben todos los
nombres del bautizado, empezando por Carlos y terminando por Mariano de los
Dolores, siguen los nombres de los padres y una anotación, que dice: “En
Abril de 1866 se compulsó, muerto ya en Siles, Dn Carlos Pedro
Fernando”. Mis gestiones por encontrar la fecha del fallecimiento del
ilustre serrano, en la
Iglesia Parroquial de Siles, hasta ahora, han resultado
fallidas, por lo que fijamos su muerte alrededor del año 1850, según la
documentación manejada.
El primer nombre de este personaje, Carlos, sin duda sería el familiar
y el de su juventud. La ristra de nombres que se recoge en la Fe de Bautismo era corriente en
las familias de la nobleza y se trasladaría a las significadas de los pueblos,
como era la del bautizado. Que pasó a la historia de su país, la Sierra de Segura, con el
mismo nombre de su padre y abuelo, Pedro Fernando.
Fuentes familiares.
En el despacho mi abuelo Félix, notario como su hermano Enrique, aparte
del cuadernillo donde éste inventariaba sus bienes, citado en el apartado
anterior, también se guardaban tres tomos encuadernados de unas 1.000 cartas
con la correspondencia de su padre, D. Manuel Martínez Garrido, también notario
como sus hijos nombrados más arriba. En tan amplia correspondencia, sólo en una
carta, mi bisabuelo, Padre Manuel, así se le conocía en la familia, hace una alusión
a su abuelo, pero no por su nombre, Pedro Fernando, sino por el sobrenombre con
el que pasó a la historia, Don Pedro El Diablo. Sobrenombre tan
sugestivo, espoleó mi interés por dicho personaje.
Pero lo que verdaderamente despertó un doble interés, familiar y
profesional, fue la referencia que hace Juan de la Cruz de su padre, corta pero
trascendente. En sus Memorias escribe: “....en el año 1837 se puso al frente
de la administración de montes (los del Estado, antes de la Marina ) un hombre cuya
apología no me permiten hacer los sagrados vínculos de sangre; y que por
espacio tan largo no ha cesado de hacer presentes al Gobierno esto males..., ni
tampoco oyeron las fundadas comunicaciones del ilustrado administrador de
Segura don Pedro Fernando Martínez, el que sin guardas, sin manos auxiliares,
sin nada absolutamente, ha sabido si no cortar el mal de raíz...., por lo menos
contenerlo acertada y prudentemente”.
Aquellos males los explica el autor en el párrafo anterior al
parcialmente trascrito de esta forma: “Acéfalo el establecimiento de los
montes de Segura,[4]...en
el año de 1836, los Ayuntamientos, los particulares, todos se persuadieron de
que la hora de destruir los montes había sonado, y así fue que las talas y
cortas de árboles de aquel año y siguientes son asombrosas, sin exageración”.
Esa
lucha sin cuartel por la defensa de los montes de su tierra es causa, que sus
enemigos, tanto de la administración como de fuera de ella, le atribuyesen el
sobrenombre vejatorio del Diablo.
La
defensa de los montes españoles en general y en particular, los de su tierra,
que como veremos, será una constante en la vida de D. Pedro Fernando, se la
trasmite a su hijo Juan de la Cruz, que en 1855, muerto ya su padre, publica el
libro titulado: Estudios sobre el Ramo de Montes de España [5]. De este libro me
proporcionó una fotocopia mi prologuista, Eduardo Araque, y personalmente hice
una consulta en la filmoteca de la Biblioteca Nacional
donde se archiva el ejemplar del que se hizo la fotocopia.
Al
hilo de lo anterior y en relación con los dos libros citados, Memorias sobre
El Partido Judicial de Segura y Estudios sobre el Ramo de Montes de
España, han de resaltarse las referencias que hacen sobre Juan de la Cruz,
dos prestigiosos historiadores de su tierra, La Sierra de Segura, Emilio de la Cruz Aguilar y Genaro
Navarro López. El primero, añade a la edición facsímil del año 1842 de las
Memorias, publicada en 1991 (Nota 2), un glosario de 70 notas numeradas por las
páginas de las que hace un comentario. Notas que se recogen al final de la
publicación referida, en 16 páginas, desde la –I- a la –XVI-. De dichas notas se trascribe la siguiente:
“Pag. 95. “Pedro Fernando Martínez, padre del autor del libro,
de Siles, (de Santiago, aunque casado en Siles), defendió
también a la Sierra de los abusos de la administración forestal que siguieron
en la siguiente época marcada por las Ordenanzas de montes de 1833” .
Del otro
historiador citado más arriba, Genaro Navarro, de su libro "Segura de la
Sierra"[6], se trascribe también:
"D. Juan de la
Cruz Martínez , nacido en Siles, varón docto no solo en
materias jurídicas, sino históricas también; enciclopedista formado en la
filosofía política de Bourbon Leblanc, lector de Rousseau y Jovellanos,
economista y sociólogo, diputado en las cortes constituyentes de 1845, amaba
sin duda con exaltada pasión esta región...".
Si
en el primer libro de Juan de la Cruz de 1842, Memorias, sólo hace de su padre
la referencia trascripta, en el segundo de 1855, no se hace ninguna. Pero en él
se recoge datos legislativos, estadísticos y valorativos de los montes
españoles, que como un tesoro fue guardando su padre a lo largo de su vida.
Entre dichos datos, los más relevantes por su valor histórico, es la Visita
de los Montes de Segura, realizada en 1789, por D. Juan Pichardo. De
esta visita en la que se contaron más de 264 millones de árboles[7],
sin duda, D. Pedro Fernando, como Escribano
del Número y del Juzgado de Montes de la Marina, le aporta a su hijo, los
datos que había copiado de los papeles guardados en el Caserón de Orcera, donde
estaba el Ministerio y Juzgado de la Marina. Papeles , que quemaron en el año 1836 una
partida de Carlistas después del saqueo de dicho Caserón. Y que gracias al Escribano
de la Marina, nuestro biografiado, al menos pudieron salvarse la Visita
de los Montes de Segura por D. Juan Pichardo, citada.
Si
hace referencia el autor del libro Estudios sobre el Ramo de Montes, de
un amigo íntimo de su padre, D. Antonio Sandalio de Arias, Director del
Botánico e Inspector de Montes, entre otros cargos importantes, cuya influencia
en su amigo Pedro Fernando puede calificarse de trascendental, como se verá a
lo largo de estos Apuntes.
La
referencia apuntada: “del tan ilustrado y laborioso patriota Sr. Arias”, esta
relacionada con “la escuela especial directiva de ingenieros de bosques,
aguas y plantíos”, en cuyo proyecto trabajó D. Antonio Sandalio “en el
último tercio de su panosa vida”. Sobre este asunto y el contenido
estadístico del libro al que nos estamos refiriendo, publiqué un articulo titulado:
Apuntes Históricos sobre el Ramo de Montes y de la frustrada “Real Escuela
Central de Montes y Aguas” (1812-1848) [8]
Fuentes
bibliográficas, archivísticas y de hemerotecas consultadas
Las fuentes bibliográficas, contrastadas por el que esto escribe, que
hacen referencia a D. Pedro Fernando Martínez, son, entre otras, las
siguientes:
En las obras escritas por su hijo Juan de la Cruz, citadas en la
INTRODUCIÓN; las del profesor de Historia del Derecho y de las Instituciones de
la Universidad
Complutense , ya jubilado, Emilio de la Cruz Aguilar ; las de
mi prologuista Eduardo Araque, Catedrático de la Universidad de Jaén; y las de
los profesores de dicha Universidad, José Domingo Sánchez Martínez y Miguel
Ángel Chamocho Cantudo.
Entre las fuentes archivísticas, destacamos, la documentación que me
han proporcionado sobre D. Pedro Fernando Martínez, mis amigos profesores de la Universidad de Jaén,
antes citados en las fuentes bibliográficas, Eduardo Araque y José Domingo
Sánchez, que se resume seguidamente:
Ø Formó parte del tribunal para una cátedra de Agricultura de Toledo
Ø Comisionado por R.O. de 22 de
febrero de 1834, para que examine la administración de los montes de Segura de la Sierra , Almadén, Río Tinto
y para otros objetos importantes del ramo.
Ø Participó en el deslinde del límite oriental de la provincia de Jaén.
Ø Diputado provincial de Jaén en la primera corporación.
Ø Creador y fundador de la
Colonia de Isabel II.
Ø
Informe del Gobernador Civil de Jaén, D. Agustín Álvarez de Sotomayor al
Director General de Montes del 18 de Diciembre de 1843.
Continuando con las fuentes biográficas procedentes de archivos,
destacamos, entre ellos, el Archivo Histórico Nacional y el de la Diputación Provincial
de Jaén. Mis amigos antes mencionados, me han enviado en los últimos años,
varias copias textuales encontradas en dichos Archivos Históricos, que hacen
referencia a D. Pedro Fernando, principalmente en las épocas en que fue
Administrador de los Montes de Segura y Diputado Provincial. Adelantamos, que
una de esas copias, trascribe un documento de su puño y letra, la reclamación
al Ayuntamiento de Marmolejo del pago de unas vigas perdidas de una maderada de
su propiedad, que bajaba por el río Guadalquivir a finales del año 1821.
También en el Archivo Histórico Nacional se hacen referencias de
D. Pedro Fernando Martínez por sus actuaciones en la Guerra de la Independencia
y como veremos más adelante, algunas de esas actuaciones pueden calificarse de
heróicas.
Ø Artículo del ECO DEL COMERCIO publicado el 30 de junio y 1 de julio de
1834, firmado por El serrano observador (D. Pedro Fernando Martínez)
Ø Artículo del ECO DEL COMERCIO publicado el 20 de julio de 1834, réplica
del anterior, firmado por El defensor del arbolado (-?-).
Ø Artículo del ECO DEL COMERCIO publicado el 4 de abril de 1835,contra
réplica del anterior, firmado por El serrano observador.
Ø Artículo del ECO DEL COMERCIO publicado el 15 de enero de 1835: «Cálculo
de lo que puede producir el ramo de montes en España», firmado por El
observador Serrano.
Ø Artículo de EL CLAMOR PÚBLICO publicado el 9 de julio de 1845, en el
que repite el Cálculo de lo que puede producir el ramo de montes en España,
añadiendo el de las rentas de los montes del Partido de Segura y otros datos de
interés.
Ø Referencia a D. Pedro Fernando
Martínez como fundador de la
colonia Isabela , en LA ÉPOCA del 1 de septiembre de 1858.
Por la importancia de los tres primeros artículos enumerados, en el
ANEXO de estos Apuntes, se trascriben
los mismos. El cuarto articulo: Cálculo de lo que puede producir el ramo de
montes en España, firmado por El observador Serrano, se incluye
íntegramente en el libro de su hijo, Memorias. En el quinto, se repite el
artículo anterior, añadiendo una valoración de las producciones de los Montes
de Segura. Y en el sexto, se hace una referencia de D. Pedro Fernando como
fundador en su tierra, de la colonia Isabel II , a la que denominan
equivocadamente Isabela.
Terminamos este apartado señalando que la influencia de D. Antonio
Sandalio de Arias en su amigo Pedro Fernando, un año menor que él, que se ha
calificado de trascendental en el apartado Fuentes familiares, ha sido la causa
de que se hayan consultado publicaciones del ilustre Naturalista Sr.
Arias e investigado en el archivo de la Sociedad Económica
Matritense de Amigos del País de la que fue Presidente en dos
ocasiones.
Motivación de
estos Apuntes Biográficos
Uno de los descendientes de Juan de la Cruz Martínez en 5ª
generación, D. Jorge Fernández Tobar, encontró en Internet el artículo al que
hacía referencia al principio de esta Introducción (Nota 1). Pronto se puso en
contacto conmigo y me entregó unos folios escritos a maquina, que resumían unos
datos biográficos de nuestro común antecesor, D. Pedro Fernando Martínez.
Posiblemente, dichos folios los había guardado uno de los descendientes
del que ya podemos denominar nuestro personaje y con ellos, sin duda pretendía
iniciar su biografía, al comprender como ámbito temporal, el primer decenio del
siglo XIX, incluida la Guerra
de la Independencia.
Precisamente de dicha época no había encontrado, hasta el año
2009 en que se me entregaron los referidos folios, ninguna documentación sobre
D. Pedro Fernando Martínez.
La fortuna de poder llenar la laguna existente en la documentación
recopilada durante casi 20 años, gracias a mi lejano pariente, Jorge,
descendiente como yo, del Ilustrado Don Pedro Fernando Martínez, motivó
la redacción de estos Apuntes Biográficos sobre nuestro común antecesor.
Pero no sólo los vínculos familiares motivaron la redacción apuntada,
también la importancia del personaje en la Historia Forestal
española y de su país, La Sierra de Segura, cuya defensa de sus montes será una
constante en su vida, como se ha dicho. Vida que deben conocer sus paisanos, si
el subtítulo de estos Apuntes Biográficos: Primer Administrador,
Defensor y Conservador de los antes
Montes de Segura, hoy Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas, les
incentiva a la lectura de estos Apuntes.
Metodología
seguida en la redacción de estos Apuntes Biográficos sobre El Ilustrado Don
Pedro Fernando Martínez.
Las fuentes biográficas citadas en los apartados anteriores, jalonan,
solo en parte, el camino recorrido en su intensa vida por nuestro personaje.
Decimos intensa vida por dos motivos, su carácter o personalidad y la época que
le tocó vivir entre dos siglos, XVIII y XIX, que incluye la Guerra de la Independencia y los
periodos absolutistas y liberales.
Carácter o
personalidad, que uno de sus enemigos contemporáneo, como se dice más arriba,
califica de osado, añadiendo a este calificativo el sobrenombre
vejatorio de El Diablo. Pero que
como veremos a lo largo de este trabajo, el referido carácter de osado unido a
su personalidad, nos permite distinguirlo como Defensor de su País: La Sierra de Segura y Valedor de
sus paisanos.
“...Un hombre cuya apología no me permiten hacer los sagrados vínculos
de sangre...”, como decía humildemente su hijo Juan de
la Cruz , en sus
Memorias publicadas en el 1842, cuando su autor sólo tenía 22 años y que aunque
fuese Licenciado en jurisprudencia, no podía abarcar con dicha edad los
conocimientos en las complejas materias que comprenden las referidas Memorias.
En la edición facsímil (1991) de dichas Memorias, de la que
reiteradamente hemos hecho referencia, se incluyen una loatoria presentación
del autor por Jesús Cano Munera y las Notas de Emilio de la Cruz Aguilar antes
citadas. En la primera nota, refrenda: “Es cierto, solo él, hasta ese tiempo
trató con especialidad de nuestra Comarca”; y en tres de dichas notas,
alude a la juventud de Juan de la Cruz. Posiblemente , porque a este prestigioso
historiador de la Sierra
de Segura, le sorprenda como se decía en el párrafo anterior, los conocimientos
en las complejas materias de la obra que glosa.
Dichos conocimientos proceden sin duda de las enseñanzas de su padre y
de la documentación que éste guardaba de su etapa de Escribano/Notario como se
verá más adelante. Documentación, que a veces el hijo incorpora en su libro de
Memorias, como es el caso del artículo titulado: “Cálculo de lo que puede
producir el ramo de montes en España”. Enviado a un periódico, Eco del
Comercio, y firmado por: El Observador Serrano = Pedro Fernando
Martínez, del que se ha dado constancia en apartados anteriores.
En su segundo libro, Estudios sobre el Ramo de Montes de España, Juan
de la Cruz recoge, aparte de la Visita de los Montes de Segura por D.
Juan Pichardo, lo que había escrito su padre sobre la Escuela Especial
Directiva de Ingenieros de Bosques, Aguas y Plantíos (Nota
8).
Por lo anterior, la metodología seguida en la redacción de esta
biografía, es ir hilvanando con el hilo de citas textuales de la documentación
histórica encontrada, los rasgos biográficos que se conocen del protagonista;
así como, la personalidad de D. Pedro Fernando (en adelante D. Pedro), que se
deduce de las Memorias de su hijo, sus escritos y los artículos publicados en
la Prensa nacional del siglo XIX referidos en los apartados anteriores.
-I-
Infancia,
juventud y estudios de D. Pedro. Su vinculación con tres villas de la Sierra de Segura: Santiago,
Beas y Siles.
El libro repetidamente citado en la introducción, Memorias sobre El
Partido Judicial de Segura de la
Sierra , recoge en la Memoria Tercera ,
titulada: «De la
Educación , y su estado en el Partido de Segura», que las
tres villas del título, eran las de mayor número de habitantes del referido
Partido, en el primer tercio del siglo XIX. Santiago, con 1.039 vecinos y 4.260
habitantes; Beas, con 883 vecinos y 3.098 habitantes; y Siles, con 516 vecinos
y 2.580 habitantes.
El vínculo con la primera villa de D. Pedro era el de su nacimiento e
infancia. En el apartado Antecedentes de la Introducción se
trascribe mutilada, la Fe
de Bautismo que se conserva en la
Parroquia de Santiago de la Espada , que se iniciaba: “En la V ª de Santiago en cinco días del
mes de Noviembre de mil setecientos setenta y cinco años, Yo Dn
Josef García Serrano Cura diácono de esta Parroquia,.....”.
Nuevamente hemos de referirnos al articulo con el que iniciamos la
Introducción, titulado: «Juan de la Cruz Martínez Ruiz :
ilustre jurídico decimonónico nacido en Siles (Jaén)» (Nota 1), en él se
decía:
«...por la publicación: La
Sierra de Segura en el Catastro del Marqués de la Ensenada de Juan
Antonio Gila Real, conocemos la encuesta correspondiente a Santiago de la Espada del mes de agosto
del año 1755. Se cita tres veces como propietario a “Pedro Fernando
Martínez, vezino de la villa de Veas”. Primero, de un molino con una
piedra, “en el sitio que dizen Zumetta”; segundo, “un battán de una
rueda y dos mazos en el mismo paraje” (Zumeta); y por último, un mesón.
Las rentas de las tres propiedades citadas, se cifran: en cincuenta fanegas al
año (30 de centeno y 20 de trigo), doscientos “reales de vellón al año” y
cien reales anuales, respectivamente».
Y continuaba dicho artículo: «Por los datos del Catastro de Ensenada
sobre propiedad, sorprende, que los bienes citados (molino, batán y mesón),
pertenecieran a un propietario particular. Normalmente, esta clase de bienes
eran detentados por el estamento dominante de aquellos tiempos: Encomienda (Las
Órdenes), Nobleza y Clero. Por lo que puede concluirse, que el vecino de Beas
que inicia la saga de los Pedro Fernando Martínez era un rico
propietario de aquella época. Lo que sin duda permitió, primero la instrucción
y después los estudios superiores de sus descendientes».
Sin duda, la riqueza del primer “Pedro Fernando Martínez, vezino de
la villa de Veas” procedía de la ganadería. Volviendo
a las Memorias, en la Quinta ,
titulada: Estadística del Partido Judicial de Segura de la Sierra , se apunta en el
Párrafo 8º, que se refiere a Santiago de la Espada : “su principal riqueza consiste en la
ganadería”. Ganadería cuya cabaña trashumante bajaba a Sierra Morena en
otoño-invierno y subía en primavera-verano a la Sierra de Segura. Cuyo
mejor pastadero desde la
Edad Media se conoce con el nombre de Los Campos de Hernán
Pelea, en el término de Santiago/Pontones.
Al encontrarse la villa de Beas al píe de la Sierra de Segura, a medio
camino de Sierra Morena y al pasar por su término, dos de las vías pecuarias
mas importantes en la trashumancia (mejor trasterminancia), entre las dos
Sierras; no es extraño, que uno de sus vecinos alternara sus estancias entre
dicha villa y la de
Santiago. En ésta, posiblemente dedicado a la
industria/comercio, de ahí que sus bienes, aparte de las cabezas de ganado que
poseyera, fueran: un molino, un batán y el mesón de la villa. Hospedería
de forasteros, tratantes de ganado y compradores de lana, principalmente.
Como se decía antes, la riqueza del primer Pedro Fernando permitió el
estudio de sus descendientes. Su hijo, el padre de D. Pedro, también con su
mismo nombre, figura con el tratamiento de Don en la Fe de Bautismo trascrita en el
apartado Antecedentes. Lo que indica era persona con títulos que acreditasen
dicho tratamiento. De lo que deducimos, que iniciaría su instrucción en el
Colegio de Niños de Beas, su pueblo. Colegio que recogen las Relaciones
Topográficas de Felipe II y que desde el siglo XVI seguía abierto. Después,
posiblemente, se haría Bachiller por la Universidad de Baeza y conseguido este título,
sería nombrado Escribano de Rentas de las villas de Segura y de la Encomienda mayor de
Castilla. Nombramiento que sancionaría por la época a la que nos referimos,
el Infante D. Luis, hermano de Carlos III, Comendador de las Órdenes.
Es de suponer que D. Pedro en la primera enseñanza y estudios, siguiera
los pasos de su padre e iniciara su formación en el Colegio de Niños de
Beas, para después pasar a la
Universidad de Baeza. Por documentación histórica conocemos,
que en el año 1800 es nombrado por el Apoderado general del Serenísimo Señor
Infante D. Fernando, Duque de Parma, Escribano de Rentas de las villas de
Segura. El mismo título que ostentaba el padre y que heredaría a la muerte
de éste. Lo que confirma lo que se decía antes, que padre e hijo siguieran los
mismos pasos en su niñez y juventud.
Por la vinculación de su familia paterna con las villas de Beas y
Santiago, D. Pedro, en su infancia, alternaría las estancias entre las
referidas villas. De la segunda, Santiago, se dice en la Memoria Quinta , antes
citada: “Goza esta villa de buen asiento, de aires limpios y de un
temperamento riguroso y glacial”. Temperamento menos riguroso en verano y
más sano para el niño Pedro que el de la villa de Beas, donde pasaba el resto
del año. Entonces, los aires limpios tenían una importancia trascendental, por
lo que es aplicable a dicha villa, Beas, lo que se apunta en la referida Memoria
de La Puerta : “Las
mareas y frecuentes riegos hacen que este pueblo sea mal sano, y son causa de
las muchas tercianas que en todo el año se padecen”.
La causa de dicha enfermedad obedecía a que La Puerta se ubica a orillas
del río Guadalimar. Lo mismo pasa en la villa de Beas, también ubicada a
orillas del rió de su mismo nombre. De mi niñez, en la década de los años
cuarenta del siglo pasado, recuerdo, las colas de enfermos, entre los que me
encontraba, delante del Hospital para que se nos suministrara unas cuantas
píldoras, entonces racionadas, de quinina, la medicina para el
paludismo. Había pasado un siglo desde la época a la que nos estamos
refiriendo, la de las Memorias publicadas en 1842 y todavía seguían las tercianas.
La época floreciente de la villa de Beas se remonta al siglo XVI, como
se acredita en las Relaciones Topográficas de Felipe II. Según dicha
documentación, el atraso de la villa de Beas dos siglos y medio después, en el
tiempo que se redactan las Memorias, era palpable. Tenía menos vecinos que los
que se cifran en dichas Relaciones, “unos 1.000 mas o menos”; y había
perdido sus hijosdalgos, los Bedoyas, Sandoval, Preteles, Godínez, Figueroas,
Moya, etc. Estas familias tomaron partido a principios del siglo XVIII por el
pretendiente de los Austrias en la
Guerra de Sucesión y al ganarla los Borbones, tuvieron que
emigrar[10].
También por documentación histórica conocemos otro titulo de D. Pedro
conseguido en su juventud, el de Perito Agrónomo. En aquellos tiempos,
por investigaciones realizadas, la única Escuela de Agricultura se encontraba en
Aranjuez. Escuela fundada por D. José Moñino y Redondo, Conde de Floridablanca.
Allí obtendría el joven estudiante el referido título y en dicha Escuela,
entablaría amistad con un estudiante un año mayor que él, el Insigne
Naturalista, D. Antonio Sandalio de Arias. Amistad que duraría más de 40
años, durante los cuales, los dos amigos, por carta y reuniones en la Corte , trasvasarían sus
conocimientos y prácticas de Agricultura, especialmente, en lo que se conocía
como el Ramo de Montes.
La documentación referida sobre dichos conocimientos, por la ideología
liberal que compartían D. Antonio y D. Pedro, quedó oculta o desaparecida,
durante los gobiernos absolutistas en el reinado de Fernando VII. La que se ha
encontrado, se fecha después de la muerte de dicho funesto rey y en el breve
periodo conocido como el Trienio Liberal.
Continuando con los rasgos biográficos de joven Pedro, antes de irse a
estudiar Agricultura al Real Sitio, contrajo matrimonio en el pueblo de su
madre, Siles, con Luciana Ruiz, hija del médico y alcalde ordinario de dicha
villa, D. Juan Ruiz. La boda se celebró el 20 de junio de 1792, ambos
contrayentes no habían cumplido los 17 años. Se conocen los nombres de seis de
sus hijos, por orden de edad, son: Pedro, Pilar, Dolores, María Cabeza, Manuel
y Juan de la Cruz.
Dª Luciana pare su último hijo con 44 años, en el límite de su edad de
fertilidad, que inició a raíz de su boda y se prolongó durante 28 años. De lo
que deducimos, que pariría más de seis veces, pues en aquella época y hasta
pasado siglo y medio, la mortandad infantil era muy elevada, esto explica que sólo
vivieran los seis hijos referidos.
El primero de los hijos nació al año siguiente de la boda, 1793, ya que
como veremos más adelante, en 1808 cuando se incorpora al ejercito que se
enfrenta a la invasión francesa, tenía 15 años. De los dos últimos, por los
datos históricos encontrados, también conocemos los años de nacimiento 1817 y
1820.
La vinculación de D. Pedro con la villa de Siles, que se inicia en el
año 1792, el de su boda, se prolonga hasta el año de su muerte, que estimamos
por la documentación manejada en 1850. Los casi 60 años de residencia en Siles
y su influencia en esta villa, los resalta su hijo Juan de la Cruz en la reiterada Memoria Quinta ,
Estadística del Partido Judicial de Segura de la Sierra , en los párrafos
siguientes:
“El pueblo de Siles es vividor y tiene dos fisonomías, una de ayer, y
otra que se pierde en la noche de los siglos. En menos de cien años ha
triplicado su población y su riqueza, y a la manera de una hermosa flor, señora
de un cuadro por sus matices y lozanía, Siles se levanta orgullosa sobre las
villas del valle engalanada con sus recuerdos, sus huertas, su cielo, sus
brisas y su poesía; señala su riqueza y prosperidad, y dice frecuentemente, mi
dicha la debo a un hombre y a mi laboriosidad”.
Sin duda, al hombre al que debía la dicha el pueblo de Siles, era el
padre del autor de las Memorias, D. Pedro. Que el pueblo de Siles hubiese
triplicado su población en menos de cien años, también es aplicable a las
villas de Santiago y Pontones, los pueblos más altos de la Sierra , el primero, con el
mayor número de habitantes en 1842.
Por referencias de amigos conocedores de la historia del antiguo Reino
de Murcia, al que pertenecían las tres villas: Siles, Santiago y Pontones; la
hambruna y la presión realizada a los jóvenes de los pueblos de la costa
murciana con los reclutamientos forzosos de la Armada en el siglo XVIII,
hacen, que los habitantes de dichos pueblos asciendan río Segura arriba hasta
los valles de su cuenca de dabecera. Se asientan siempre en terrenos con agua suficiente
para regar una tierra roturada y abancalada con esfuerzo sobrehumano.
Aunque no se dispone de documentos históricos que avalen la migración
apuntada, el asentamiento en Cortijadas, los cultivos de regadío, el
habla y el folclore, pueden confirmar dicha teoría migratoria, que puede
explicar también, el que, triplicasen su población en menos de cien años las
tres villas referidas.
-II-
El prestigioso y
prestigiado “Escribano de Rentas de las villas
de Segura y de la
Encomienda mayor de Castilla,
Notario de Reynos”. Comisiones que se le encargan por las
Intendencias y los Tribunales de 1800
a 1810.
Por las razones anteriores, el Perito decide cambiar de carrera y
seguir la de su padre, de Escribano/Notario. Y como se decía en el capítulo
anterior: «por documentación histórica conocemos que en el año 1800 es nombrado
por el Apoderado general del Serenísimo Señor Infante D. Fernando, Duque de
Parma, Escribano de Rentas de las villas de Segura». El mismo título que
ostentaba el padre, cuya muerte se produciría en el referido año.
Que apareciese el título del Escribano de Siles de finales del siglo
XVIII y principios del XIX en parte trascrito, en el Expediente Notarial de un
nieto de D. Pedro (D. Manuel Martínez Garrido), nos hace suponer, que el tal
Escribano, D. Gregorio, aparte de ser compañero y amigo del segundo Pedro
Fernando nacido en Beas y primer Escribano/Notario de la familia Martínez ,
también fuese el mentor y consejero de su hijo nacido en Santiago, D. Pedro, y
le preparase para el examen que en aquellos tiempos era necesario para obtener
el título de Escribano.
Como queda reflejado al principio de este capítulo, D. Pedro sucede a
su padre en el cargo de Escribano de Rentas de las villas de Segura y de la Encomienda mayor de
Castilla[13],
“....habiendo desempeñado este cargo con legalidad y esmero, según las notas
del Administrador y fiel tercero”.
Antes de dicho cargo y posiblemente por consejo del Escribano de Siles, D. Gregorio, obtiene el
título de Escribano de Benatae, que le fue
expedido el 14 de junio de 1800, “...habiendo sido examinado antes, y
dispensándole S. M. el tiempo que le faltaba para los 25 años”, (4 meses y
medio). En la preparación del examen para conseguir su primer título de
Escribano, sin duda intervendría el de la Villa de Siles, D. Gregorio Martínez Peláez, como
se ha dicho.
Que acumulara dos cargos en el mismo año (1800), puede deberse, como
también se decía más arriba, a la muerte de su padre. La tradición familiar de
Escribanos/Notarios la continúa el hijo mayor de D. Pedro, y dos de sus nietos
Juan Pedro y Manuel, mi bisabuelo. Dos hijos de éste, Enrique y Félix, mi
abuelo, continúan la saga de los Notarios Martínez como se decía en Fuentes
familiares de la INTRODUCCIÓN.
Continuando con nuestro personaje, después de la digresión anterior, en
abril de 1803, se le despacha la célula de “Notario de Reynos a título de
fíat, y como tal Escribano de Rentas de la mayor de Castilla”. Este
nombramiento de Notario implicaba velar por la buena Administración
de fondos públicos. Por esto, consta, que en 1804, “....fue de comisión a
exigir de orden del Ministerio de Marina en virtud de Real Cédula del Consejo
de Guerra, 44 mil reales a D. Francisco Segura y sus herederos de Orcera;
evacuando sus diligencias con presteza y facilidad, no obstante que era un
asunto grave por sus circunstancias, y que otros Escribanos y Comisionados
habían salido muy mal, poniendo en el Ministerio de Orcera dicha suma”.
Sólo habían pasado un año de su nombramiento de Notario de Reynos, y
se le encarga por el Ministerio de Marina las diligencias para el cobro
de «44 mil reales», elevada cantidad de dinero en aquellos tiempos. Este
encargo, sin duda se debe, a que en el cobro de dicha cantidad habían fracasado
empleados de la Marina y entre ellos, sus propios Escribanos. Lo que implicaría
la envidia de éstos al Escribano de Rentas y Notario de Reynos, D.
Pedro. Y más, si como era costumbre, éste recibió un sustancioso pago por la
comisión que le fue encargada, que puede cifrarse en unos 2.200 reales (5%
s/44.000)[14]
Con fecha 13 de julio de 1804, “....fue nombrado por el Tribunal de
Farmacia para ir a evacuar las diligencias de boticas de la Provincia de Castilla la Vieja ; en cuya operación
evacuó al mismo tiempo una descripción topográfica de aquel País que le mereció
el mayor aprecio del Tribunal”.
La descripción topográfica del viaje por la Provincia de Castilla la Vieja , abre una nueva faceta
de D. Pedro, que como veremos, será una constante en su vida y que hereda su
hijo Juan de la Cruz ,
ya que sus Memorias, recogen la «descripción topográfica de su País», descripción,
sin duda basada, en los escritos de su padre.
En el año 1805, “por los expedientes que obran en poder del Señor
Intendente de la provincia de Jaén, fue electo Procurador Síndico de la Villa de Siles su domicilio,
y lejos de condescender con el manejo arbitrario de aquellos Capitulares, trató
de que se restableciese el orden y Administración de fondos públicos, y
enterada la Superioridad
envío comisionados que justificaron cuanto Pedro propuso, descubriéndose mas de
26 mil reales de menos a los propios; y en cuyos expedientes y demás gastos no
se demorasen por falta de medios. Por estos servicios, le nombró el Consejo
Interventor y cuarta Llave de los Propios[15], con voz y voto en la Junta ; y no habiendo
conseguido que se le abonasen dichos complementos como se previno en la orden
del 28 de julio de 1807, en otra de 7 de marzo anterior lo recarga al Consejo”.
La trascripción anterior corrobora el
título de este capítulo. El prestigio del Escribano de Rentas/Notario, cuyas
comisiones y su resultado, incluidas las hoy realizadas por un
Interventor/Auditor, había llegado al Señor Intendente de la provincia de Jaén,
por lo que fue electo Procurador Síndico de la villa donde
residía, Siles, y cuarta Llave de los Propios.
Los múltiples encargos,
tanto de la Intendencia
de la provincia de Jaén como de la
de Murcia , que más adelante se expondrán, le hacen renunciar
el 12 de enero de 1806 de la
Escribanía de Benatae. Renuncia que fue admitida, dándosele
certificación de haberla desempeñado a satisfacción; “...sin que Tribunal
alguno hubiese jamás desaprobado sus actuaciones”.
El descubrimiento de que en las
cuentas de Propios de la villa donde residía, Siles, faltaban 26 mil reales,
sin duda se debe, a la revisión que hace D. Pedro de las referidas cuentas
de años anteriores al de 1805, en el que , fue electo Procurador Síndico de la Villa de Siles. Dicho
descubrimiento, no sólo le supuso el nombramiento de cuarta Llave de los
Propios, también implicaría una comisión que puede cifrarse en unos 1.300
reales (5 % s/26.000).
El 6 de julio de 1806, por real orden del
Consejo de Castilla es nombrado para el “desempeño de la comisión (que
muchos años estaba pendiente) de liquidar y cobrar los fondos del Real Pósito
de la Villa de
Siles: procedió en ella con tal acierto, actividad y prudencia, que en breve
tiempo hizo la liquidación, dio curso a varios expedientes formados: allanó
diferentes competencias, ya con la Justicia Real
Ordinaria , ya con el Juzgado de la Marina , y ya con el
Eclesiástico, sosteniendo los privilegios de estos fondos; y dando cuenta al
Consejo le aprobó cuanto hizo en los diferentes ramos de la comisión, le dio
las gracias, le concedió mil ducados por una vez de gratificación, y se le
despachó la orden más satisfactoria nombrándole Juez Privativo de dicho Real
Pósito.
El nombramiento de D. Pedro como Juez
Privativo del Real Pósito, le suponía ser la autoridad competente, para
despachar los asuntos económicos con las tres jurisdicciones. De la importancia
de dicho nombramiento da idea, el que se le concediera una gratificación tan
elevada por una vez, nada menos que mil ducados, equivalentes a
11.000 reales castellanos[16]
En
aquella época, como se expone en el párrafo anterior, existían en la Sierra de Segura tres
jurisdicciones: la Justicia Real
Ordinaria , la
Eclesiástica y la de la Marina. Esta última,
desde el año 1751, que como quedó escrito, se crea la Provincia Marítima
de Segura con Ministerio en Orcera. El cometido del Ministro, Juez de Montes
del Tribunal de la Marina ,
era hacer cumplir a los vecinos las Ordenanzas de 1748, que sustituyeron y
desplazaron las Ordenanzas de Segura, las que se dieron los propios vecinos en
1580 y fueron sancionadas por el Rey Felipe II
Como se aclara en la Notas 13, también
en aquella época, existían varias clases de rentas, las que se recaudaban en
los pueblos eran dos, las de Propios y las Reales, mas propiamente denominadas
del Real Pósito. Las primeras, procedentes, como se dice en la Nota 15, de los
aprovechamientos madereros y ganaderos de los Montes de los Pueblos,
desminuyeron drásticamente, al crearse la Provincia Marítima
de Segura, pasando los montes de Realengo y Baldíos a depender del Ministerio
de Orcera.
Los fondos del Real Pósito se
recaudaban vendiendo las rentas en especie, como se dice en la Nota 13,
almacenadas en las Casas de Pósito o de la Encomienda , en las que
los vecinos propietarios de todos los pueblos de la Sierra de Segura,
entregaban, según el Catastro de Ensenada (1755), donde contestando la pregunta
15, se dice: “...el diezmo se paga de todos los granos, ganados y demás
esquilmos, de diez, uno, y lo percibe el Serenísimo Señor D. Luis Infante de
España (hermano de Carlos III), como Comendador de la Encomienda ”. Años mas tarde (1800) el Serenísimo Señor,
como se decía en una trascripción anterior, era el Infante D. Fernando, Duque
de Parma.
Las rentas en especie referidas eran
el antiguo gravamen impuesto por la
Orden de Caballería de Santiago. Cuando los reyes Borbones
unificaron las cuatro Ordenes de Caballería (Santiago, Calatrava, Alcántara y
Montesa), en una sola, Las Órdenes, y se crea el Consejo de Ordenes, se
mantuvieron dichos tributos. Que se repartían en tiempos de D. Pedro, de la
forma siguiente: un tercio de los fondos del Real Pósito, correspondía al
Serenísimo Señor Infante, Duque de Parma, Comendador de las villas de Segura.
Otro tercio era para el clero, las necesidades de las parroquias y obras Pías,
lo administraba el Vicario de Segura. El último tercio se denominaba de Obras y
tenía este fin.
La villa de Beas tenía otro
Comendador, el Marqués de Castelar, y también tenía Vicario, distinto del de
Segura, que compartía con la villa de Chiclana. De mi niñez en dicho pueblo,
donde nací, recuerdo cómo arreaban las bestias perezosas: muleros, gañanes y
carreros, los de Orcera eran celebres, exclamaban: ¡Me cago en La Orden !. Así se
manifestaba la inquina heredada de sus antepasados por el diezmo de todos los
frutos, que entregaban en la Casa
de la Encomienda
o Pósito.
Al acumular nuestro personaje un nuevo
título, el de Juez Privativo del Real Pósito de Siles y ejerciendo este nuevo
cargo, “en su actividad y desvelos descubrió muchas fincas perdidas de los
Propios de Siles y más de 400 fanegas de tierra”. Estos primeros pasos en
consolidar la propiedad de los montes del pueblo donde residía, como veremos
mas adelante, será una obsesión a lo largo de su vida, dedicada en sus últimos
años a la defensa de los montes de su País.
La fama del ya prestigiado Escribano
de Rentas, traspasa las fronteras de dicho País y de la Intendencia de Murcia,
“se le confió la comisión para pasar a la Villa de Torres a liquidar varios errores de
cuentas, y diferentes monopolios en el manejo de los fondos de Propios, y
habiendo procedido con toda actividad en dicha comisión, a pesar de las
sugestiones de los reos para eludir los efectos de la comisión descubrió que a
dichos fondos se habían usurpado mas de 12.507 reales en diferentes ramos de
dicha Administración: y puso de manifiesto los verdaderos responsables de
19.585 reales que se robaron a las Arcas de Propios el año 1789, cuyo reintegro
aun no se había verificado a pesar de las repetidas órdenes del Consejo y de la Contaduría de la Provincia ”.
Lo que se ha trascripto hasta ahora de
la documentación encontrada, que describe la ejecutoria de D. Pedro como Escribano
de Rentas y Notario de Reynos, deja bien claro los cuantiosos honorarios
que cobraría en cada comisión que se le encargaba, a lo que se añadía
gratificaciones tan cuantiosas como la de 1.000 ducados. Pero como se ha
apuntado, dicha ejecutoria también deja claro, la envidia que provocaría sus
competentes gestiones entre el personal de la Marina, e incluso el odio de los
defraudadores, de los que había descubierto sus manejos para sustraer
importantes cantidades de dinero de los fondos públicos.
Continuando con las trascripciones, el
26 de noviembre de 1807, “se acredita que por el Señor Intendente D.
Clemente Campos fue comisionado para recoger revisar, todos los expedientes
formados en los pueblos de Segura de la Sierra sobre enajenación de obras Pías, y que
informase en su visita cuando se le ofreciese y pareciese, habiendo evacuado
dicha comisión a satisfacción y sin recibir dietas, ni pago alguno”. El que
no recibiese remuneración por tan arduo trabajo, que le llevaría a recorrer
todos los pueblos de su País, para reconocer las obras Pías enajenadas, indica
su altruismo siempre que se le encargaban trabajos en beneficio de su tierra y
de sus paisanos[17].
De la ejecutoria de D. Pedro como
Escribano/Notario en el año 1808, no se ha encontrado documentación, pero si de
algunas de sus actuaciones, algunas de ellas militares, durante la Guerra de la Independencia , las
más relevantes se tratarán en el capítulo siguiente.
El 14 de agosto de 1809 por la Intendencia de Murcia,
se le encarga comisión “para pasar a la villa de Villa Rodrigo a liquidar
varios atrasos de créditos a favor de D. Pascual Ortega; y a la justificación
de otros excesos que se cometían en el manejo de los propios, y evacuado a
satisfacción el ajuste de cuentas en beneficio del acreedor, y de los caudales
públicos descubrió que a éstos se tenían perjudicados en más de 8 mil reales
que se habían ocultado de diferentes sumas, siendo el responsable de todas
ellas el Escribano Manuel Venegas”.
Dicho Escribano, cuyo nombre completo
es Manuel Martínez Venegas, se enfrenta al Comisionado, D. Pedro, que logra
escapar de la “Casa
donde estaba hospedado”[18]
en Villarrodrigo, al enterarse que iban a prenderle, “y dejó burlado al
Benegas”. Antes de su huida, se le presentó el Alcalde de dicha villa, “Ramón
Campos, y le manifestó que el Benegas en su presencia había mandado a dos hijos
suyos y a un criado que salieran al camino a ver si podían prenderle, y aún si
era necesario le tirasen un escopetazo, pero no le alcanzaron sin duda por la
celeridad con que caminó...”.
El fallido asalto no amilana al
Comisionado que “resolvió volver a Villarrodrigo auxiliado de 10
escopeteros, para hacer los competentes embargos al Benegas, y que se realizase
el reintegro en Arcas de los 7.284 d 30 mrs. Que resultaban del expediente”. Para
apoyar dicho reintegro “hizo el embargo de diferentes bienes raíces, Muebles
y semovientes (9 reses de vacuno sin domar), y hecha esta diligencia y
puestos en la jurisdicción de Benatae por más seguridad dichos semovientes,...,
se regresó a Siles”.
Del viaje que preparaba D. Pedro a
Murcia, para informar al Intendente de esta capital de la comisión que se le
había encargado, debió enterarse Venegas, que quiso impedirlo a toda costa. Y
siguiendo con las trascripciones del documento que nos ocupa: “...se tiró
segunda vez a un Cortijo del Comisionado donde estaba con su familia, y
habiendo engañado a un criado para que abriese la puerta, con pretexto de ir a
llevar a su Amo unos dineros, entró con sus dos hijos, su yerno y seis hombres
armados donde estaba durmiendo con su Esposa, lo sacó del Cortijo en la
Madrugada del día 9 de Abril próximo pasado a bastante distancia donde tenía
caballerías preparadas para llevarlo preso a Villarrodrigo, y así que lo estuvo
seguro, volvió el Benegas al Cortijo registró las Arcas, habiendo encontrado en
una de ellas 1.100, los que tomó juntamente con la Maleta que tenía el
Comisionado hecha para venir a esta ciudad, y con todo marchó a Villarrodrigo
donde lo tubo arrestado en el Ayuntamiento con Guardias de Vista...”. Arresto
que duró el tiempo en que tardaron las reses en volver desde Benatae donde
estaba depositadas.
El Escribano Venegas seguía sin
reintegrar lo defraudado y sin pagar una multa de 200 ducados el 7 de
septiembre de 1810, fecha de la carta que la Intendencia de Murcia dirige al
Alcalde Ordinario de Villarrodrigo, exigiéndole “el competente documento de
la citada notificación”al referido Escribano para que se “se presentase
en esta Capital para comunicarle asunto del Real Servicio”. Carta que se
recoge en la Copia nº 2 (1810-IX-7) del documento citado en la Nota 18,
y del que se deduce, que la proximidad del ejercito francés a Murcia impidió
que Venegas devolviera lo defraudado y pagara la multa que se le impuso.
Por otra orden de 18 de octubre de
1809, se le aprobó por la
misma Intendencia de Murcia “la comisión que se le había
confiado para el arreglo de los repartimientos de Reales contribuciones de la Villa de Siles; mandándose
que su método fuera la norma para lo sucedido en dicha villa”.
La
contribución única creada en el reinado de Carlos III, con la que se
gravaba a sus súbditos, cincuenta años después, por lo que se dice en la
trascripción anterior, requería repartimientos. Por esto se le encarga
al Escribano de Rentas un método para los repartimientos de Reales
contribuciones de la Villa
de Siles. Método, que la Intendencia de Murcia toma como norma, luego sería
el modelo que se aplicaría a las otras villas de la sierra.
De los comentarios que se hacen a las
trascripciones anteriores, puede deducirse, que es apropiado el título de este
capítulo: El prestigioso y prestigiado “Escribano de Rentas de las villas de
Segura y de la Encomienda
mayor de Castilla, Notario de Reynos”.
Pero como también se ha dicho en este capítulo, el prestigio de D. Pedro sin
duda le acarreo sinsabores y disgustos; y con ellos, la envidia de personas
relevantes, tanto de la Marina como de otras instituciones, entre las cuales,
como veremos más adelante, se encontraba el estamento eclesiástico.
Antes
de cumplir el Escribano/Notario, cuya vida seguimos, las dos comisiones con las
que acaba este capítulo, se habían producido dos acontecimientos trascendentes,
el levantamiento del pueblo de Madrid contra el ejército de Napoleón del 2 de
mayo de 1808, que inicia la
Guerra de la
Independencia , y la derrota de dicho ejército por el de
Andalucía en la batalla de Bailén del 19 de julio del mismo año.
Pero
también a finales de 1808, entra nuevamente en Madrid el ejército francés al
mando del Emperador, acompañado de su hermano José, que recupera el trono de
España, después de la retirada de rey Intruso a raíz de la referida batalla de
Bailén. De esto tratará el capítulo siguiente.
-III-
El Patriota estratega defensor de su tierra de
la invasión francesa. La Guerra
de la Independencia.
En el inicio de la Guerra de
Independencia el Escribano de Rentas y Notario de Reinos acumula otro cargo,
como se deduce de la certificación
librada por el Escribano Francisco Ignacio Soler, el 29 de junio de 1808: “consta
que hallándose aquel año de Regente de la Real Jurisdicción
Ordinaria de Siles, y siendo además Interventor de la cuarta Lleve de
aquellos Propios, dio principio al arreglo de sus fondos, repartimiento de
suertes concegiles y fomento de la agricultura…”.
Nuestro personaje en
año tan trascendental, ocupa un cargo mas, el de Regente de la Real Jurisdicción
Ordinaria de Siles, que une a su ejecutoria personal de
Escribano/Notario y Perito Agrónomo.
Ejerciendo sin cobrar, esta última profesión, lo que confirman los
repartimientos de suertes concejiles y el fomento a la agricultura, como se
reseña más arriba.
La
trascripción anterior continua: “....que habiendo ocurrido la injusta
agresión del enemigo a nuestra Patria, fue el primero que cumplió con las
órdenes de la Junta
Suprema de la Provincia, conduciendo a los mozos que se le
pidieron a Albacete, siendo los más voluntarios en fuerza de una Proclama que
se le dirigió. Y habiendo recibido varias órdenes del Gobierno intruso, hizo
encender una hoguera en la Plaza
dicho día 29, (20 días antes de la batalla de Bailén), y las quemó en
presencia del Ayuntamiento y el Público”.
Como el lector habrá comprendido por
lo que se dice en el capitulo anterior, al Escribano de Rentas se le encargan
comisiones tanto de la Intendencia
de Jaén como de la de Murcia ,
antiguos reinos de la
Reconquista que pasaron a Provincias. La Junta Suprema de la Provincia del párrafo
anterior se refiere a la de
Murcia , de ahí que el Regente de la Real Jurisdicción
Ordinaria de Siles, condujera los mozos que se le
pidieron a Albacete. El que quemara las Órdenes del Gobierno intruso en la
plaza de Siles, en presencia del Ayuntamiento y vecinos de la Villa , le distinguen como
uno de los primeros Patriotas de su País.
Por
otra certificación de 7 de septiembre del mismo año (1808), del Secretario de la Junta Suprema , D.
Antonio Josef de Calahorra, “...consta que ofreció los once mil reales que
le señaló el Consejo por la comisión del Pósito; y a un hijo de quince años (su
hijo mayor), para el servicio de la Patria , a cuya oferta se acordó contestar en los
términos más satisfactorios y ofreciendo dar la graduación correspondiente a su
hijo: mas no obstante lo presentó en la calle de Cadete, según Ordenanzas”.
Nuevo acto de patriotismo de nuestro
personaje, al ofrecer, junto con los 11.000 reales, que le había
señalado el Consejo, a su hijo mayor, con tan sólo 15 años. Pero lo más
relevante de este ofrecimiento y que lo dignifica, es que el padre no acepta la
oferta del Consejo de dar graduación al joven que se incorpora a filas. El Padre
Patriota lo presenta como un simple Cadete, según Ordenanzas, dando
ejemplo a los vecinos de Siles y a los de las demás villas de su País, que ante
la guerra, para él no había privilegios, actuaba como cualquier hijo de vecino.
Estamos seguros que D. Pedro en su
juventud admiraba a Napoleón, como la mayoría de los jóvenes ilustrados de su
época y entre ellos, sus compañeros de la Escuela de Aranjuez. Pero muy especialmente en
esa admiración entraba un intimo amigo suyo, D. Antonio Sandalio de Arias. Éste
le escribiría a su amigo de Siles desde la Corte , infirmándole de cada una de las batallas
ganadas por el general, después primer Cónsul y Emperador. Incluso es probable,
que le enviara recortes de publicaciones francesas en las que se describía con
detalle dichas batallas.
La admiración apuntada de nuestro
personaje por Napoleón, terminaría en el año 1804, en que la flota
franco-española quedó destruida por la inglesa en la Batalla de Trafalgar. Sin
duda, el Patriota lamentaría, que por culpa del que se había autonombrado
Emperador, navíos construido con maderas de Segura en cuya elaboración y
navegación por los ríos Guadalimar/Guadalquivir él había participado, los
hubieran hundido los ingleses por la impericia del almirante francés que
mandaba la referida flota.
Siguiendo
con las trascripciones, consta: “que por documentos originales que obran en
poder del Señor Intendente a quien se le remitió por el consejo de Castilla con
real Orden de 7 de marzo, que en 17 y 22 de enero de 1809, formó Martínez, un
escrito que presentó a la
Junta Superior proponiendo un plan de defensa de la Sierra de Segura, con los
medios de mantener la tropa que allí se destinase, y aunque mereció general
aprecio dicho escrito, por haberlo examinado el Señor D. Ignacio Muñoz,
Comandante en armas de dicha ciudad (sería Jaén), y manifestando en su
informe ser importante, quedó por entonces abandonado, hasta que urgiendo las
circunstancias de aproximarse el enemigo por aquel País, se entregó al
Ingeniero Morata para que lo examinase en la Sierra”.
No
debió quedar muy satisfecho al que ya podemos denominar el Patriota estratega defensor
de su tierra, con
el curso que se le dio a su plan de defensa de la Sierra de Segura, y como se
recoge en otro documento: “Conociendo la necesidad de que se llevasen sus
propuestas para bien de la
Patria , pasó a Cádiz y presentó al Congreso nacional dichos
Planes, que había podido recoger de donde se hallaban; y examinados en Sesión
Secreta por su importancia y puntos que se tocan en ellos, por la rama militar,
se aprobaron con recomendación y pasaron al Consejo de Regencia, y visto todo
por S. A. S. resolvió que se remitan al General en Jefe del tercer Ejército,
para su ejecución y que su autor sea conducido de cuenta de la Real hacienda, para su
ejecución”.[19]
No pasaba lo mismo antes que los Guardas de la Marina sustituyeran a los Caballeros
de Monte[20], que durante más de siglo
y medio, vigilaban los montes y hacían cumplir las Ordenanzas de Segura, las
que se dieron los propios vecinos y ratificó el rey Felipe II en el año 1580,
de lo que ya se ha dado constancia. Esos montes seguían siendo de realengo
desde la reconquista, como claramente se recoge en las tantas veces reiteradas
Memorias, donde se deja escrito: “El Rey D. Alfonso dio a los caballeros de
Santiago Segura y sus tierras...”.
Por las Ordenanzas referidas del siglo XVI, los vecinos de las villas
de Segura y sus arrabales, podían disfrutar libremente de los pastos y cortar
la madera necesaria para sus viviendas, construcciones civiles y aperos, así
como roturar los montes para cultivos de regadío. Pero dichos vecinos venían obligados
a pagar tributos, que recaudaba los Administradores de la Encomienda de la Orden de Santiago y/o
Escribanos de Rentas del Real Pósito, como aclaraba la Nota 13.
Otra posible explicación de que el nuevo Escribano de la Marina aceptara este cargo,
también podría ser, porque dicha Administración había dejado atrás el trato
vejatorio que recibían sus paisanos de los guardas y demás funcionarios. Ya no
se repetiría lo que dejó escrito un Ministro de Orcera,: “...a latigazos
haré yo que respeten los arbolados”, y no era una simple amenaza. Los
guardas azotaban a los presuntos infractores, que sólo hacían lo que les
permitía las antiguas Ordenanzas, las conocían bien por haberlas seguido
durante siglos. A dichas Ordenanzas se debía la conservación de los arbolados,
no así a las nuevas de la
Marina , que el Ilustre Escribano que nos ocupa calificó:
de uno de los reglamentos hijo del error y del Poder.
Entre las actividades de D. Pedro, en la etapa que desempeñó el puesto
de Escribano del Número y del Juzgado de Montes de la Marina , destacan
las copias que hizo de documentos importantes, que se guardaban en el Caserón
de Orcera, sede del referido Juzgado. Algunos de dichos documentos, como se
decía en la INTRODUCIÓN, los hace públicos su hijo Juan de la Cruz en sus
libros.
Entre esos documentos importantes que copia el prestigioso Escribano,
se encuentran las visitas que hicieron los funcionarios de la Marina a los
Montes de Segura, antes y después, de declararse la Provincia Marítima
del mismo nombre, en el año 1751. La primera visita se realiza el año anterior,
el de 1750, con el resultado del “....asombroso
número de árboles de todas las especies de 434.451.279” . En
la segunda visita realizada en 1789 por D. Juan Pichardo, se contaron
264.481.053 árboles de todas las especies.
Como se reseñaba en la Nota 7 y se apuntaba mas arriba, su hijo Juan de
la Cruz en su libro Estudios sobre el
Ramo de Montes Arbolados de España, inserta un cuadro a doble página con el
título VISITA DE LOS MONTES DE SEGURA, donde se desglosa para cada uno de los
41 pueblos en cuyos términos se encontraban dichos montes, el número de árboles
contados en cada uno de esos términos, separados por especies, y que
totalizaban los mas de 264 millones.[21]
A la documentación referida sobre las visitas a los Montes de Segura,
que copia el Escribano de la documentación archivada en el Caserón de Orcera,
como se ha dicho, se unen copias de otros documentos relativos a informes
negativos que los propios funcionarios del Juzgado de Montes hacen de las
ordenanzas por las que se rigen, las de 1748, y del comportamiento de los
dependientes de dicho Juzgado. Desde el Juez Principal, el Ministro, hasta el
de sus subordinados vigilantes de la inmensa riqueza, la guardería, cuya
conducta conocía bien el copista, por ser testigo de las corruptelas que
cometían y trato vejatorio que daban a sus paisanos.
Como mas adelante abordaremos con extensión, la crítica que hace
nuestro protagonista de la Administración de la Marina y de sus empleados, al
ocuparnos de los artículos que tratan de la polémica entre El observador
serrano, seudónimo de D. Pedro, y El defensor del arbolado,
seudónimo atribuible a un Exministro de Orcera, sólo apuntaremos a continuación
lo más relevante de dicha crítica.
En la
Cartilla Elemental su autor deja escrito:
“...que mis padres fueron labradores,
y yo también libro mi subsistencia a la Agricultura.. ...,
pero que cercenando ratos de descanso y pidiendo libros a los amigos, cuando
eran tan costosos que mis circunstancias no sufragaban a comprarlos...., necesitaba
un estímulo para resolverme a trasladarlos desde mi imaginación al papel, cuyo
inconveniente venció la Real
Sociedad Económica Matritense con el premio
que ofreció en la Gaceta
de 26 de abril de 1805....”.
El premio consistió,
en la publicación de la
Cartilla Elemental referida, con la que D. Antonio
inicia una bibliografía numerosa de más de 40 libros e informes, como
testimonian los archivos de la Sociedad Económica
Matritense de Amigos del País. En la que ingresó como Socio
de Mérito, siendo elegido Director en tres ocasiones, dos en 1836 y una en
1837. Terminemos los rasgos biográficos de tan insigne personaje con los
títulos y cargos que ocupó: Catedrático de Agricultura y Botánica, Académico y
Presidente de la
de Ciencias Naturales , Jardinero Mayor del Real Jardín
Botánico, Inspector General de Montes, etc., etc..
Eran necesarios los párrafos anteriores como fácilmente se comprende,
para continuar los Apuntes Biográficos sobre D. Pedro, ya que inicia los
estudios de Agricultura con las mismas dificultades económicas que su amigo,
por el alto costo de los libros y los enormes gastos que para una familia
acomodada suponía su estancia en la Corte. Y lo más
importante, que D. Antonio Sandalio tiene una influencia trascendental en su
amigo, no sólo en su vida profesional, también en inculcarle la ideología
liberal de aquellos tiempos, heredada de la Revolución Francesa.
Entre los libros de alto costo se incluía el citado al final del
capítulo primero, “TRATADO del cuidado y aprovechamiento de los MONTES Y
BOSQUES....”, escrito en francés por Mr. DUHAMEL DU MONCEAU (Nota
11). Libro que se seguía por la Marina en la selección de los árboles útiles para
construcción naval y en la preparación de las maderas que se botaban a los
ríos, cuyas aguas nacían en los Montes de Segura, con destino a los
Departamentos Marítimos de Cádiz y Cartagena.
El contacto y trato del nuevo Escribano de la Marina con los Ingenieros
de Maderas de esta Administración, sin duda amplió sus conocimientos sobre el
Ramo Montes. Del que como más adelante veremos, se convertiría por dichos
conocimientos, junto con su amigo D. Antonio Sandalio, en persona
imprescindible para el desarrollo legislativo de dicho Ramo.
La correspondencia entre los dos amigos se interrumpe cuando se inicia
la persecución de los liberales significados como D. Antonio en la Corte , pero éste ya le había
dejado un tesoro al Escribano y Perito Agrónomo, sus libros sobre Agricultura y
entre ellos, la Cartilla
Elemental de Agricultura. Cuyas enseñanzas pronto
pone en práctica D. Pedro, realizando una plantación de olivos en una de sus
fincas de secano, La Carica ,
que 60 años después hereda su nieto D. Manuel Martínez Garrido, también Notario
como reiteradamente se ha dicho. La técnica seguida en la plantación era la que
primorosamente se describe en la referida Cartilla
Elemental : “amplios hoyos al marco real, a 40 píes de
distancia entre si, plantación de una a tres estacas de una vara de largo y
grueso como el de un astil”. Aclaremos que esta técnica se aplicaba en terrenos
de secano.
En sus propiedades de regadío, D. Pedro introduce nuevos cultivos
entonces desconocidos en su tierra, a las semillas que trajo de sus viajes, se
unían las que le había mandado su amigo naturalista desde Madrid. En dichos
cultivos se plantaron nuevos árboles frutales y se injertaron los viejos con
tres técnicas: escudete, púa y corona, como se explicaba en la Cartilla
Elemental. Pronto sus
huertas se distinguieron entre las que rodeaban la villa de Siles. Es lo que él
pretendía, para interesar a sus paisanos hortelanos, que seguían con sus
prácticas tradicionales desde el tiempo de los moros, los más reacios a las
innovaciones.
No pasaba lo mismo con los labradores de tierras de secano, que
mejoraron sus aperos para las labores: alzar, binar, terciar, cuartear y
sembrar, como también decía la Cartilla. Esto fue posible, gracias a la
habilidad de un herrero serrano, que en la forja siguió los dibujos de nuevas
herramientas y arados que le dio el Perito. Que también enseñó el tratamiento
de las semillas con lechada de cal, siguiendo las enseñanzas de la Cartilla , para prevenir
las enfermedades más comunes de los cereales: tizón, carbonillo y roya.
Puede decirse, que en el pueblo de Siles, en la segunda decena del
siglo XIX, se crea la Primera
Escuela Práctica de Agricultura de la Sierra de Segura, gracias a
las enseñanzas del Perito Agrónomo y Escribano, D. Pedro. Seguía el proyecto de
las Sociedades Económicas de Amigos del País, promotoras de Escuelas de
Agricultura, que nunca llegaron a los pueblos, por desidia de los gobernantes
de entonces y los que le siguieron.
Posiblemente, aunque no se haya encontrado documentación que lo
confirme, nuestro personaje, fuera el primer promotor de la expansión del
olivar en los secanos de la
Sierra de Segura. De las Relaciones Topográficas de Felipe II
de finales del siglo XVI, se deduce, que las villas de la sierra donde se cita
la producción de aceite, coinciden con las que tenían vegas, luego los olivos
serían de regadío. A lo anterior puede añadirse lo que reiteradamente recoge
documentación histórica sobre dicha sierra: “... el vino se trae de La Mancha y el aceite de
Andalucía”. Que como se ha dicho, según los serranos, empezaba de Beas
para abajo.
Aunque no se haya encontrado documentación de la época a la que nos
estamos refiriendo, que confirme al Perito Agrónomo como promotor de la
expansión del olivar en la Sierra de Segura, como se decía más arriba. Si se
han encontrados documentos que acreditan a sus herederos como propietarios de
olivares. Entre dichos herederos está su nieto D. Manuel Martínez Garrido, que
en cartas a su hijo Félix, Notario de Baeza, mi abuelo, la da cuenta de las
arrobas de aceituna de cada cosecha en sus olivares, así como del aceite
conseguido. Olivares en el Término de Siles, sin duda plantados por su
antecesor, D. Pedro.
[1] Elucidario:
Seminario bio-bibliográfico. Instituto de Estudios Giennenses, Nº 4, 2007,
pags. 93-100. En el año 2007 todavía no conocía el autor, que Juan de la Cruz Martínez Ruiz
fue Gobernador Civil de la Provincia de
Guadalajara, como se acredita en el «BOLETÍN ESTRAORDINARIO correspondiente al
domingo 31 de marzo de 1872»
[2] Edición
presentada por Jesús Cano Henares y publicada en Orcera, Jaén: Artes Gráficas
Vera- Cruz, 1991. ISBN 84-604-0125-1. En dicha publicación se incluye un
glosario de Emilio de la
Cruz Aguilar.
[3] En los años a los que nos referimos, era corriente que se
heredaran nombres de personajes significados de la familia, como es el caso de
mi padre, Juan de la Cruz ,
y el mío, Enrique.
[4] En el año 1833 al publicarse las Ordenanzas de Montes, se anula
la adscripción de los Montes de Segura a la Marina , desapareciendo el Ministerio de Orcera,
de ahí lo de: “Acéfalo el establecimiento de los montes de Segura...”.
[7] Un cuadro titulado: VISITA DE LOS MONTES DE SEGURA, resumen del
Inventario Forestal de 1789, se recoge en doble página del libro: Estudios
sobre el Ramo de Montes.
[8] MONTES Revista
de ámbito forestal, Madrid, Nº 63 Año 2001. Entonces no sabía, que también D.
Pedro Fernando hace referencia a esa Escuela Especial Directiva de Ingenieros
de Bosques, Aguas y Plantíos en un artículo del que es autor publicado el
9-07-1845 en EL CLAMOR PÚBLICO.
[9] Según el libro, HISTORIA DEL CUERPO DE INGENIEROS DE MONTES
(García Álvarez A.), hasta el año 1855 en el que se crea el Cuerpo de
Ingenieros de Montes, los Comisarios de Montes eran los Jefes provinciales de la Administración Forestal
de aquellos tiempos. A partir del referido año, los Comisarios son sustituidos
por Ingenieros de Montes, siendo la provincia de Jaén la primera en la que se
realiza dicha sustitución, por la importancia de su riqueza forestal.
[10] Descendientes de la familia Sandoval , que ayudaron y apoyaron a Santa
Teresa en la fundación del Convento de Carmelitas de Beas, costearon en parte
las últimas obras de reforma de la
Iglesia de dicho Convento
[11] Edición facsímil publicada por la Sociedad Española
de Ciencias forestales y entregada a los asistentes al 5º Congreso
Forestal Español, celebrado en Ávila en septiembre de 2009.
[13].
Rentas procedentes de los bienes entregados por los propietarios en las casas
de la Encomienda
o Pósito: diezmo de granos y ganados, primicias y otras gabelas. También rentas
de los bienes concejiles o de Propios y de otros fondos públicos, como los del
Tribunal de la Marina
y otros.
[14] Mas cantidad que lo que cobraba anualmente un Escribano auxiliar
de la Marina ,
que era 2.160 rs.
[15] Interventor y cuarta Llave de los Propios, nuevo cargo que
amplía sus atribuciones como Escribano de Rentas de Pósito y de Propios. Éstas,
rentas concejiles, recaudadas por los municipios de la venta de maderas y otros
productos del monte (carbón, pez, frutos, etc.), así como del arrendamiento de
pastos.
[16] Esta cantidad suponía el sueldo anual del Ministro de la Marina de Orcera y por lo
que se dice en la Nota
14, D. Pedro, no sólo provocaría la envidia de los Escribanos de la Marina , también la del Jefe de éstos, el
Ministro.
[17]
El que en la comisión sobre enajenación de obras Pías no cobrase nada,
puede deberse a sus ideas liberales y ser partidario de la Desamortización ,
había sido testigo de la primera, promovida por el Valido Godoy, precisamente
para la venta de obras Pías.
[18] Esta cita
textual, así como las siguientes, se sacan del documento: Copia nº 1
(1809-V-29) Informe del intento de los cohechos y fraudes a los caudales
de propios de Villarrodrigo. En este Informe se basa el relato que sigue a
esta Nota, resumen del enfrentamiento entre D. Pedro y Venegas. Informe que
puede visualizarse por INTERNET en el Archivo Histórico Nacional, expediente
con signatura “CONSEJOS, 12001, Expediente 68” . También se puede
visualizar al estar parte de él trascrito en páginas históricas del
Ayuntamiento de Villarrodrigo.
[19] La página web
del Congreso de Diputados ha publicado las actas de las Sesiones de Cortes,
donde consta que en la sesión secreta de 18-01-1811 se aprobó “el
proyecto de D. Pedro Fernando Martínez sobre la defensa de las Sierras de
Segura y Alcaraz....”.
[20] “Los caballeros
de Sierra en unas ordenanzas del siglo XVI”, Emilio de la Cruz Aguilar , Revista
de la Facultad
de Derecho de la
Universidad Complutense , ISSN 0210-1076, Nº 59, 1980, pags.
123-138.
[21]
No conocemos si los resultados de las visitas a los Montes de Segura se
encuentran en el Archivo de la
Marina del Viso del Marqués. Los autores que recogen dichos
resultados en sus publicaciones, no hacen referencia del Escribano de la Marina ni a los libros de
su hijo, por esto no es extraño que nuestro personaje haya permanecido en
olvido durante tantos años, incluso para sus paisanos.
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